Tribuna:

Figuritas de papel

La Real Academia de la Lengua no ofrece ninguna definición de la palabra papiroflexia. En cualquier caso, por la calle se ha extendido este concepto como arte de hacer figuras de papel. No vamos a entrar en el dónde apareció éste, a la vez, juego, a la vez, distracción. Pero personajes ilustres han roto miles de cuartillas al intentar hacer barcos, pajaritas o cualquier otro animal. Uno de ellos, Miguel de Unamuno, que entre el Contra, el Esto, el Y, y el Aquello, entretenía sus manos y su cabeza en fabricar figurillas.Un ejemplo más familiares el de los aprendices ...

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La Real Academia de la Lengua no ofrece ninguna definición de la palabra papiroflexia. En cualquier caso, por la calle se ha extendido este concepto como arte de hacer figuras de papel. No vamos a entrar en el dónde apareció éste, a la vez, juego, a la vez, distracción. Pero personajes ilustres han roto miles de cuartillas al intentar hacer barcos, pajaritas o cualquier otro animal. Uno de ellos, Miguel de Unamuno, que entre el Contra, el Esto, el Y, y el Aquello, entretenía sus manos y su cabeza en fabricar figurillas.Un ejemplo más familiares el de los aprendices de estudiantes, los niños, en la escuela, aprenden primero a trabajar el papel para construir barcos que a escribir en una cuartilla sin pauta.

Pues bien; ayer, en Las Ventas, a punto estuvo de acuñarse el término tauroflexia, que vendría a significar algo así como arte de hacer toreros de papel. ¡Figuritas de papel, figuritas de papel! ». El grito comenzó a oírse en el cuarto de la tarde pero ya el jueves estaba en el ánimo de todos el pronunciar esa frase. Durante aquella corrida se preguntó por los afamados maestros. «¿Dónde están las figuras, dónde Palomo, dónde El Viti, dónde Camino?» En el coso hacían encoger los corazones seis toros-toros; en las gradas sufrían miles de aficionados.

Por un casual, por un reto al destino, por cualquier motivo, en la tarde de ayer se citaron en el, coso de Las Ventas seis toros, y seis toreros. Lo que sucedió en el ruedo en la corrida récord -sólo duró cien minutos- lo enjuició la afición con una crítica unánime a los diestros.

A las nueve menos veinte minutos de la tarde, cuando las cuadrillas se disponían a cruzar la plaza para ganar el patio de caballos, la afición defraudada no cejaba de gritar: « ¡Se os ha visto el plumero!»

« ¡Ladrónes, ladrones! » Aquel monosabio se llevó el gallo, un gallo que, ayudado por el brazo de su dueño, fue a caer en la arena cuando El Niño de la Capea toreaba a su segundo. Y, en realidad, tampoco, hizo mal. Porque cien veces que hubiera sido devuelto el animal cien veces volvería a ser lanzado como espontáneo a un cosó donde los toros eran los amos. Y eso que no eran los cobaledas del jueves.

Si se tratara de aquello que se llevaron por delante a El Puno, Dámaso Gómez y Antonio, Rojas, los tres espadas de ayer se habrían encaramado a la andanada para gritar el «toro-toro» con la afición.

Esta tarde

Esta tarde se lidian los toros de Eduardo Miura. Su reseña es la siguiente: Número 19, Chochito, colorao; 32, Catalán, cárdeno; 58,

Herido, castaño; 17, Espaldero, negro bragao, como los dos restantes; 30 Soltero, y 25 Gorreró. Los espadas son Dámaso Gómez, Angel Teruel y Francisco Ruiz Miguel.

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