Crítica:

La tradición de lo nuevo

Al detenernos ante las piezas de Fernando Megías que cubren suelo y paredes de la Galería Baudes, lo primero que recibimos es el aire de laboratorio conferido a la Sala, por estas estructuras geométricas de madera blanca, estas plomadas que se reflejan sobre varios espejos circulares, estos cables trenzados. Leonardo ya hablaba del arte como cosa Mentale. En nuestro siglo, la brecha abierta por la carcajada Dadá, es, el primer momento de la crisis del objeto artístico tradicional brecha por la que se llega a los objetos que pueblan el mundo de los años 60, objetos conteniendo su propia...

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Al detenernos ante las piezas de Fernando Megías que cubren suelo y paredes de la Galería Baudes, lo primero que recibimos es el aire de laboratorio conferido a la Sala, por estas estructuras geométricas de madera blanca, estas plomadas que se reflejan sobre varios espejos circulares, estos cables trenzados. Leonardo ya hablaba del arte como cosa Mentale. En nuestro siglo, la brecha abierta por la carcajada Dadá, es, el primer momento de la crisis del objeto artístico tradicional brecha por la que se llega a los objetos que pueblan el mundo de los años 60, objetos conteniendo su propia negación, sobreabundancia de productos como exponente del vacío y la nada de la que la crítica situacionista del espectáculo contaba ya la presencia, tanto en las muestras vacías de Yves Klein, como en las muestras llenas de Arman.Ahora, una muestra vacía o casi vacía como Ia que nos ocupa, solamente sorprenderá o a los que desconocen las preocupaciones de la vanguardia, o a los habituales de Buades que suelen estar acostumbrados a mayores intensidades. Para los demás, está claro que se trata de una exposición forma formalmente muy cercana al minimal art, para el que según uno de sus protagonistas, Donald Judd, lo importante es mantener el sentido de la totalidad. O sea, distribuir volúmenes y superficies de tal modo que no se derive composición, sino, un todo, constituido en estructura simple y utilizando la materialidad indispensable para revelarla.

Exposición Fernando Megías

Galería BaudesClaudio Coello, 43

Todo esto ya es el abc de una cierta modernidad sobre la que existen hasta manuales escolares. Megías lo maneja con habilidad. Ocho cuadrados constituidos por tres barras de 50 cms de largo sirven de punto de apoyo a otras 16 barras de 12,5 cms apoyadas en diagonal como si estuvieran apuntalando la pared. Cuatro barras superpuestas, de 50, 40, 30 y 20 cms de largo, y una soga encastrada en la más pequeña. Doce barras de 50 cms de largo se ordenan según las diferentes hendiduras y muelles que comportan. Un triángulo de cable trenzado define un espacio virtual en la esquina de la sala.

Según el texto de Megías reproducido en el catálogo, hay aquí una voluntad transformadora, y el deseo de proponer, alternativas de comportamiento. Su postura en tal sentido se inscribe en el contexto de la vanguardia catalana, y su misma trayectoria nos lo indica (orígenes en la pintura, práctica de la poesía experimental, tras los pasos de Brossa, presencia en los debates con los artistas conceptuales más politizados, etcétera). Pero la pureza con que se presentan las piezas no alcanza esa categoría de fanatismo sistemático con que operaban los cada vez más conceptualizados artistas del minimal (Sol LeWitt o el mencionado Judd). Aquí, en cambio, al incorporar un cierto juego sobre materiales contrastados, al no llevar hasta su último término la lógica relacional que sustenta un orden plástico, echamos en falta una mayor latencia tras las formas, un mayor empeño transgresor que nos condujera al campo analítico. Y como en tantos otros casos, de buenas exposiciones, tradicionales dentro de lo nuevo, no deja de invadirnos algo parecido a la indiferencia. O cuando menos, constatamos la imposibilidad de tender lazos de apropiación productiva respecto a la obra; la imposibilidad, en una palabra, de situamos más allá del objeto.

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