La selección más diversa encandila a España
El fútbol vuelve a paralizar el país 12 años después con un equipo inesperado, reflejo de una sociedad cambiante y del talento joven
Cuando los oídos aún se resentían con el eco lúgubre de las palabras del líder de la extrema derecha española, quien pregonaba a los cuatro vientos que los menores inmigrantes traen “robos, machetazos y violaciones”, un menor de piel oscura, nacido en Cataluña de padre marroquí y madre ecuatoguineana, se encumbraba en Alemania como el héroe nacional de España. El fútbol tiene una inigualable capacidad para producir estos cue...
Cuando los oídos aún se resentían con el eco lúgubre de las palabras del líder de la extrema derecha española, quien pregonaba a los cuatro vientos que los menores inmigrantes traen “robos, machetazos y violaciones”, un menor de piel oscura, nacido en Cataluña de padre marroquí y madre ecuatoguineana, se encumbraba en Alemania como el héroe nacional de España. El fútbol tiene una inigualable capacidad para producir estos cuentos de hadas: un adolescente que acaba de terminar la ESO, criado en el cinturón de Barcelona en una de esas barriadas que Santiago Abascal y los suyos llaman “estercoleros multiculturales”, asombraba al planeta entero con un prodigioso gol ante la campeonísima Francia, abría a la selección española el camino a la final de la Eurocopa de fútbol y destronaba a O Rei Pelé como goleador más precoz en un gran torneo de selecciones. Al día siguiente, 60.000 gargantas cantaban en el estadio de Montjuïc, espoleadas por Estopa, celebrando un nombre que solo unos meses atrás ninguno de ellos había oído siquiera: “¡Lamine Yamal! /¡Lamine Yamal!/ ¡cada día te quiero más!”.
Al cuento de hadas aún le falta otro personaje principal, la primera figura que deslumbró en esta gozosa Eurocopa para España, también un chico de tez negra y raíces africanas, nacido en Pamplona, de nombre Nico Williams y que se crio en una casa en la que a veces escaseaba la comida. Hace 30 años, su madre llevaba en el vientre a su hermano mayor, Iñaki, también futbolista, cuando saltó clandestinamente junto a su padre la valla de Melilla tras haber atravesado el Sáhara dejando atrás su Ghana natal. Con esas historias familiares, se entiende que Lamine y Nico, que nunca habían jugado juntos, congeniasen rápidamente. El primero por la derecha y el segundo por la izquierda han sido los estiletes que han destrozado a todos los rivales. “Ese es el elemento diferente de esta selección: tener dos extremos tan poderosos”, destaca el exseleccionador Vicente del Bosque, que protagonizó los grandes momentos de gloria de la selección con el Mundial de 2010 y la Eurocopa de 2012.
Nico y Lamine, Lamine y Nico, han lucido como los iconos de este equipo que el pasado martes, en la victoria contra Francia, reunió en algún momento a casi 14 millones de españoles ante el televisor, el 77,4% de la audiencia total, en La 1. Del Bosque, ahora al frente de la comisión nombrada por el Gobierno para vigilar la Federación de fútbol, aún bajo el efecto de los escándalos, añade las 15.000 personas que se encontró en las gradas en Múnich, “cuando no es fácil ni barato ir a Alemania”. La final contra Inglaterra, este domingo, brinda la ocasión de superar el récord alcanzado en el partido que en 2010 coronó a España campeona mundial en Sudáfrica: una audiencia media de 15,6 millones, con una cuota del 85,9%. La expectación en torno al equipo ha conseguido que se instalen pantallas gigantes en la calle hasta en algunas localidades de Cataluña y, en menor medida, de Euskadi. En el primer caso están confirmadas en Barcelona, en varias ciudades de su cinturón metropolitano —incluido, por supuesto, Rocafonda, el barrio de Lamine, en Mataró—, en Lleida y en Tarragona. El 87% de los encuestados por 40dB. para EL PAÍS anticipa que verá la final. Y un 63% contesta que se siente más identificado con la selección que con sus clubes.
La palabra que podría condensar la esencia de este equipo sería “plural”. La selección es plural desde el punto de vista demográfico, como muestran Lamine y Nico, espejo de la España actual, con un creciente peso de la inmigración y en la que el fútbol base se va llenando de chicos y chicas con raíces africanas (en la selección femenina brilla Salma Paralluelo, de madre ecuatoguineana). En una plantilla en la que son mayoría los vascos, por delante de catalanes y madrileños, figuran además dos franceses nacionalizados, Laporte y Le Normand. Plural también en lo meramente futbolístico. Más allá de los dos chicos icónicos, ha resultado crucial la aportación de Dani Olmo, autor de otro soberbio gol ante Francia; de Rodri, el timón del equipo, o su incansable acompañante Fabián Ruiz, sin desmerecer a ningún otro. Un grupo en el que nadie acreditaba un timbre de gran estrella y en el que sobresale el “sentido colectivo”, como subraya Vero Boquete, la primera española en ganar una Liga de Campeones. “Se ha conseguido una mezcla de todo, de jóvenes con mucho desparpajo y otros ya curtidos como Carvajal y Nacho que lo han ganado todo con el Madrid”, añade.
La diversidad resulta aún más visible al rastrear las procedencias por clubes. En el equipo titular habitual solo hay un jugador del Madrid y otro del Barcelona. El más representado es el Athletic, con dos, y cinco juegan en el extranjero. La escasa presencia del duopolio que domina el fútbol español es vista por algunos como un factor positivo, al evitar que esa gran brecha que divide a los aficionados se traslade a la selección. Ahí Del Bosque se apresura a matizar: “La convivencia entre jugadores del Madrid y del Barcelona nunca ha sido un problema. Yo lo viví así como jugador, con Kubala de seleccionador, y luego en mi época en el banquillo. Solo hubo un momento en que coincidieron seguidos varios enfrentamientos entre Madrid y Barcelona que caldearon el ambiente, pero se solucionó rápido”. Se refiere a 2011 y 2012, cuando el Madrid de José Mourinho intentaba discutir la hegemonía al Barça de Pep Guardiola.
Han pasado 12 años desde el último gran título y el único trofeo del que presumir es la Liga de las Naciones de 2023, una competición sin pedigrí ni tradición. España parecía haber vuelto a la época en que sus sueños morían en cuartos de final y se medía “acomplejada” a las grandes selecciones, como lo describe Del Bosque. “Pensábamos que todo había sido un milagro de unos años y que no lo volveríamos a ver más”, admite Alfredo Relaño, exdirector de As y uno de los mayores referentes del periodismo deportivo español. El seleccionador, Luis de la Fuente, ha asegurado que, frente al escepticismo general en los medios, él y sus colaboradores estaban convencidos de que podrían competir por el título. Relaño, como todo el mundo, repasaba la lista de convocados y, más allá de algún consagrado como Rodri o Carvajal, lo que veía eran promesas o incógnitas. “Ha sido un sorpresón”, asevera. “Hemos participado en el sorteo y nos ha tocado un chalé en la playa”. El chalé es “un equipo alegre, que mete goles y que también es capaz de ser duro cuando toca sufrir”. Y que ha hecho lo que nadie había logrado en un gran torneo de selecciones: encadenar seis triunfos consecutivos. Hasta el seleccionador, discutido en su día por aplaudir al entonces presidente de la Federación, Luis Rubiales, tras el beso no consentido a Jenni Hermoso, recibe ahora elogios por su carácter apacible frente a su volcánico antecesor, Luis Enrique.
Hace un año, el gran triunfo de la selección femenina en el Mundial de Australia quedó empañado por el impresentable comportamiento de Rubiales. Y el fútbol fue opacado por un debate social sobre las actitudes machistas. Estos días la selección masculina también transmite un mensaje que va más allá del fútbol, aunque de cariz bien distinto. “Estoy completamente en contra de la cultura hegemónica del fútbol, pero no puedo evitar emocionarme con Lamine Yamal”, confiesa Najat el Hachmi, escritora catalana de origen marroquí. “Pienso en Rocafonda, un barrio parecido a donde yo crecí. Y en todos los chicos que están ahí sin perspectivas de futuro. Porque si tienes determinados apellidos, se te presupone todo lo malo. Por una vez se hace visible que el talento no discrimina por el origen ni por el color de la piel. Lo malo son todos los demás que tienen otros talentos que no resultan tan mediáticos”.
El Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe) ha constatado que estos días predominan en las redes sociales los comentarios positivos y la “contranarrativa” de los discursos de odio. Lamine y Nico son vistos como “ejemplo de integración social y del valor que las personas inmigrantes o de origen inmigrante aportan a la sociedad española”, destaca este organismo dependiente del Ministerio de Inclusión. Los que niegan a ambos el carácter de españoles —aunque no a los blancos Laporte y Le Normand— son “usuarios recurrentes” de ese discurso, minoritarios en este momento. Claro que esto no garantiza nada: la Francia multirracial ha ganado dos mundiales desde 1998, sin que eso haya disminuido el discurso ultra contra la inmigración.
Esta imagen fresca de la selección puede servir de contrapunto a unos años en que el fútbol ha sufrido una “deslegitimación”, a juicio de David Moscoso, catedrático de Sociología del Deporte de la Universidad de Córdoba. Moscoso alude a episodios como la supuesta corrupción arbitral destapada con el caso Negreira, los escándalos de la Federación y Rubiales o las millonarias elusiones fiscales de algunas estrellas. El sociólogo aporta datos extraídos de la última encuesta nacional de hábitos deportivos realizada en 2022: desde 1995 la asistencia presencial a ese tipo de espectáculos cayó 20 puntos y en el caso específico del fútbol, hasta 30.
No parece el caso de la élite futbolística. Según las cifras de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), en la última temporada aumentó ligeramente la afluencia a los estadios de las dos máximas categorías. En Primera los aforos se cubrieron en un 82,2%, con una asistencia total de 11 millones de espectadores. La actividad económica que genera el fútbol se calcula en 8.390 millones de euros anuales, el 1,44% del PIB español, según un estudio de la consultora KPMG para la LFP con datos de 2022. El informe asegura que ese año se generaron 66.000 empleos directos y cerca de 200.000 indirectos. “El fútbol español tiene muy buena salud”, sostiene Carlos Cantó, CEO de SPSG Consulting, firma especializada en marketing deportivo. “El negocio crece, los controles financieros están funcionando y estamos en un proceso de cada vez mayor profesionalización de la gestión”. El agotamiento de Messi y Cristiano Ronaldo había dejado a la Liga sin sus dos grandes reclamos. Ahora llega Mbappé y si España ganase la Eurocopa, sería un aliciente añadido.
El cambio de hábitos de los más jóvenes preocupa a los ejecutivos del fútbol. La inmersión en las nuevas tecnologías ha derivado en una pérdida de la capacidad de concentración. Y cunde al temor a que los chicos no aguanten un espectáculo de 90 minutos, a veces con tramos intrascendentes. Las audiencias de esta Eurocopa confirman que las de los menores de 24 años están por debajo de las de los tramos de mayor edad, aunque se sitúan en torno al 50% de media. Cantó niega que haya disminuido el interés por el fútbol, lo que ocurre es que han cambiado los hábitos de consumo. “Se consume de forma diferente, en cuanto a formatos, contenidos, canales y plataformas”, explica. Más allá de los partidos, están los resúmenes que ya no son exclusivos de la televisión y otros productos como noticias, series y documentales. “La suma de todas estas fracciones es más grande que lo que antes se concentraba en el directo”, señala. El deporte, concluye, “es el reality show más perfecto que hay”.
Y hay que contar con el auge del fútbol jugado por mujeres. En agosto de 2023, se alcanzó un hito, cuando una media de 5,6 millones de personas siguió la final del Mundial en horario de mañana, un 65,7% de cuota en La 1. “El título mundial ha ayudado mucho, ahora los estadios se llenan, ya tenemos referentes femeninos y las niñas quieren ser futbolistas”, manifiesta Vero Boquete, que ha roto otra barrera en esta Eurocopa: es la primera mujer que ejerce como comentarista de un torneo masculino para la televisión pública. Boquete lamenta, con todo, que “no se le haya sacado más partido” a ese título a fin de mejorar la Liga, que vivió una huelga para exigir mejores salarios y en la que existe una diferencia abismal entre el Barça —tricampeonas de Europa— y las demás.
Las alegrías de la selección, se consuela Relaño, traen aire fresco a una actualidad marcada por la permanente tensión política. “Cuando en la sociedad hay una polarización ideológica muy fuerte, un éxito deportivo que une a todos por encima de esas diferencias da algo de tranquilidad”, concede el sociólogo Moscoso. Pero se apresura a recordar que en 2010, tras el triunfo de España en Sudáfrica, concedió una entrevista a Abc en la que afirmaba: “Esto es un analgésico que durará 48 horas”. Entonces el país se estaba hundiendo en el pozo de la crisis económica y algunos pensaban que la celebración podría actuar de cierto alivio. Del Bosque, uno de los protagonistas de aquella conquista, se muestra igual de escéptico: “Fue una gran emoción colectiva, pero todo esto es muy temporal”.
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