Dolor, vergüenza y silencio: cuatro películas atravesadas por los abusos sexuales
El festival de San Sebastián aborda las diversas vertientes del drama de la violación, así como su dolorosa huella en la familia y en la sociedad
François es un abogado de prestigio. Y de enormes ingresos. Y mediático. Y con una imagen impoluta de defensor de la infancia. Pero de puertas adentro, esconde un monstruo que lleva 30 años convenciendo a su esposa de que está controlando sus pulsiones. Hace tres décadas violó durante año y medio a un chaval y todas las noches aún se levanta en su lujoso caserón a ver webs con contenidos pedófilos, justificándose en la investigación de sus casos. Joachim Lafosse, estupendo cineasta belga poco ...
François es un abogado de prestigio. Y de enormes ingresos. Y mediático. Y con una imagen impoluta de defensor de la infancia. Pero de puertas adentro, esconde un monstruo que lleva 30 años convenciendo a su esposa de que está controlando sus pulsiones. Hace tres décadas violó durante año y medio a un chaval y todas las noches aún se levanta en su lujoso caserón a ver webs con contenidos pedófilos, justificándose en la investigación de sus casos. Joachim Lafosse, estupendo cineasta belga poco conocido probablemente porque construye cine fuera de las modas, arranca así Un silencio, filme que compite en el festival de San Sebastián. Sin embargo, el silencio del título no es del letrado, sino el de su esposa ―¿víctima, cómplice?―, que además no se percata de lo que está heredando su hijo pequeño. Una reflexión similar, la del brutal legado, encara Kalak, de la sueca Isabella Eklöf, también en el concurso donostiarra, así como El sucesor, del francés Xavier Legrand, sobre los restos del naufragio que deja un monstruo así. Y finalmente, en la sección Zabaltegi se puede ver Quitter la nuit, de la canadiense afincada en Bélgica Delphine Girard, que ilustra cómo un abuso sexual cometido en un coche es visto de manera distinta por la víctima y por el hombre que lo ha perpetrado. El resultado de ver los cuatro filmes es un sentimiento pesimista ante el avance de la oscuridad en la sociedad actual.
En Bélgica la historia del lobo pedófilo que se esconde bajo la piel del cordero batallador por la defensa de la infancia atrapó al país hace 15 años cuando se supo lo que escondía el abogado de los padres de dos víctimas del pederasta Marc Dutroux. “A mí no me interesaba tanto eso como el eco de sus acciones en su familia, especialmente en su esposa”, apunta Lafosse en San Sebastián. “La hija mayor, cuando conoce lo que pasó, le empuja a denunciar. El hijo pequeño se encuentra perdido... ¿Y ella? Me interesaba ahondar en alguien de otra generación, que vive aplastada por la vergüenza. Para mí no es cómplice, sino otra víctima, llámalo si quieres daño colateral, del pedófilo. Porque a veces no somos conscientes de lo difícil que es hablar, denunciar, para las víctimas de delitos sexuales”.
Ese paradoja, la de sufrir un delito y tener que transitar un intrincado camino de espinas para demostrarlo, compone el corazón de Quitter la nuit. Girard ha llevado al largo la historia que afrontó en su corto Une soeur, que fue candidato al Oscar en 2020. Tras una noche de fiesta, un hombre y una mujer montan juntos en un coche. El recuerdo de cada uno de ellos nada tiene que ver cuando salgan del vehículo, y ella encara un rosario de pruebas para confirmar lo que pasó y reproches por su comportamiento. Él también ve temblar su mundo, aunque su memoria le está engañando. “Aún hoy, es más fácil denunciar un robo que una violación. Es discriminación sistémica, porque aunque sea una agente de policía femenina, el sistema rema contra ellas”, cuenta Girard. “En España acabáis de ver un hecho parecido con la selección femenina de fútbol y el presidente de la federación, ¿verdad? El mismo acto es descrito de manera muy distinta por según quién lo cuente, y ellas no solo tienen que luchar por la verdad, sino contra décadas de desprecio desde el mundo del fútbol, incluso de esa federación que aparentemente las cobijaba”, prosigue la cineasta.
Según Lafosse, “se nos olvida que si como sociedad prejuzgamos o presionamos a las víctimas, la respuesta suele ser el silencio”. En su película, además, “las diferencias generacionales provocan respuestas distintas”. Para el belga, la clave está en el Me Too. “Las mujeres de antes del Me Too puede que no estuvieran educadas para alzar la voz”. Y él también recurre al escándalo Luis Rubiales. “Las futbolistas han manejado sus tiempos, han denunciado cuando querían. No somos quienes para decidir cuándo y quién quiere contar”, apunta el belga, que sigue hablando para referirse a un tema que atraviesa a tres de los filmes: el legado emocional que dejan los delitos sexuales.
En el caso de Un silencio esa huella pervierte el comportamiento del hijo menor. “Para él, que ve al padre como un héroe, lo mismo que el resto de la comunidad, repetir su mismo comportamiento tiene algo de continuidad. Ese adolescente entiende que hay un límite moral, y a la vez ha crecido en una familia en la que este comportamiento se entiende como una enfermedad en tratamiento”, desgrana el director de Perder la razón, Después de nosotros o Un amor intranquilo. “¿Quién debería ser su faro? La madre a la que da vida Emmanuelle Devos. ¿En quién se fija? En el padre”, al que encarna Daniel Auteuil. “Será ese comportamiento el que empuje al final a la madre a hablar”.
El protagonista de Kalak ha sufrido los abusos sexuales de su padre cuando era adolescente en Copenhague. Emigrado a Groenlandia, Jan, ya casado y con dos hijos, desarrolla un errático comportamiento emocional provocado por la mochila que carga desde su adolescencia: “Si intentas algo una y otra vez y sigues dándote cabezazos contra la pared, probablemente sea buena idea probar una nueva dirección en la vida, pero a veces hace falta mucho dolor y desesperación para romper los lazos increíblemente fuertes de los hábitos emocionales”, explica Isabella Eklöf. Kalak significa “sucio groenlandés”, porque es lo que ansía Jan: ser aceptado por una gran familia. “Hay muchísimos tabúes en los traumas sexuales en los hombres, en no contar que sus relaciones emocionales quedan envenenadas por lo vivido. Y si no se afronta, no se cura”, dice la directora sueca.
Tras su primera película, Custodia compartida (2017), sobre la violencia machista dentro de las familias, el francés Xavier Legrand presentó este martes en el concurso de San Sebastián El sucesor: un exitoso diseñador de moda, el nuevo responsable creativo de una reputada firma, tiene que volver de París a su Quebec natal cuando fallece su padre de un infarto. “Fue un tránsfuga emocional, huyó por salvar el pescuezo”, cuenta el director. Allí encontrará restos del pasado monstruoso paterno. “Es un retrato del patriarcado, y tenemos que recordar que el patriarcado es también una amenaza para los hijos. La violencia machista también alcanza a los hombres”, desgrana Legrand al caer la tarde en Donostia.
Lafosse, Legrand y Eklöf casi coinciden en palabras exactas ante las acciones provocadas por el legado: “Esa violencia se explica por haber sufrido lo que se ha sufrido, pero jamás se puede justificar”. Legrand ahonda en la vergüenza que deja a los hijos: “Por supuesto, y es una emoción dolorosa, compleja de asumir y deglutir. Y quiero añadir otra vergüenza, la que se siente al ser hombre en esta sociedad actual. Al menos yo sí la siento. Me molesta, por ejemplo, que las mujeres ganen menos que nosotros, o el silencio de los hombres jóvenes ante ciertas barbaridades. De eso va mi película: ¿por qué los hombres no hablan más? ¿Por qué los hombres no intentan cambiar las cosas? Porque a muchos les va muy bien así”.