Dani Martín en Madrid: tanto en sus fortalezas como en sus debilidades, un ‘crack’
El músico triunfa con un repertorio basado en El Canto del Loco en el primer concierto de los diez que ofrecerá en Movistar Arena
Antes de empezar el concierto, Dani Martín publicó en sus cuentas de redes sociales un largo texto del que extractamos esto: “No soy una patata frita, así que es imposible gustar a todo el mundo. Me ha costado mucho trabajo personal entender eso. El Canto del Loco y yo: eso es lo que soy, esas canciones, ese discurso, ese respeto a mí mismo y a estos 25 años juntos”. Esta reflexión define en buena medida lo que fue su recital de anoche: un repaso por la historia musical y vital de este chico (siempre lo parece a pesar de sus 48 años) noblote y con carencias musicales que quedan mitigadas por el abrasivo candor que desprende, por la contagiosa pasión que transmite, por su discurso sin filtros, por saber llegar a la gente con ideas básicas, por asumir sus defectos con deportividad y por no presumir de sus fortalezas.
Cumplió el cantante la primera de sus diez noches en Movistar Arena (Madrid). En efecto, una decena de conciertos entre noviembre y diciembre, algo que nunca realizó un artista en el pabellón madrileño. Joaquín Sabina también suma diez fechas en el mismo recinto este año, pero en más periodo de tiempo, siete meses. Martín anunció los recitales hace un año, cuando todavía se llamaba el local WiZink Center, y los boletos volaron en unas horas. 170.000 entradas, a 17.000 por velada, unos tíckets a 39 euros el más económico. Un mérito incontestable del artista de Alalpardo, que ha llamado a la gira 25 p*t*s años, y los asteriscos los pone él, no nosotros. Celebra un cuarto de siglo en la música, porque todo empezó para él con el primer disco de El Canto del Loco allá por el año 2000.
Le echó valor Martín desde el inicio. Todavía sin el grupo ni él en el escenario, se apagaron las luces y sonó una de las canciones más conmovedores de la historia, por muy escuchada que la tengamos, Imagine, de John Lennon. La letra se mostró en el vídeo principal para que la gente cantará y se abrazará. Qué hacer después de arrancar con el himno de los himnos. Pues tocar Zapatillas, claro. ¿Y luego? Volverá. ¿Y más tarde? Besos. Todo temas de El Canto del Loco. Osado es poco para calificar este arranque después de escuchar la voz y el piano de Lennon. El repertorio lo construyó el madrileño en un 70 por ciento con temas de El Canto del Loco, un espectáculo diseñado para hundir sin miramientos la cabeza en nostalgia, para felicidad de una concurrencia de varias generaciones, con madres y padres con sus hijas, grupos de jovencitas y jovencitos y muchos cuarentañeros.
Lo que pasa con el cancionero de su exgrupo es que se corea casi sin querer, porque aunque se lleve 20 años sin escuchar, surge de la cavidad craneal donde pone El Canto del Loco y los temas dicen con amabilidad: hola, hemos vuelto. Y los entonas, porque hubo unos años en los que las composiciones de esta banda sonaron por absolutamente todos los rincones. Con este triunfador guion, lo único que faltaba era que el protagonista se comportase como Dani Martín. Y lo hizo. Mostró su habitual y desaliñado estilo tosco, llenó el concierto de eufóricos “arriba las palmas”, con la variante “arriba las putas manos”, y dejó alguna atropellada indicación: “Bienvenidos a un lugar seguro, aquí nadie juzga a nadie”. Es lo que se espera de él: un tipo que se sube a una tarima, mueve los brazos y 17.000 personas le imitan. O lo tienes o dedícate a otra cosa.
Confeccionó un escenario sencillo, con tres pantallas y unas reiterativas lenguas de fuego emergiendo del suelo. Un grupo de siete músicos (tres guitarristas, dos tecladistas, un bajista y el baterista) propusieron un sonido cacharrero que le iba muy bien a la música que se exponía. Además del abundante material de El Canto del Loco también se detuvo en su último trabajo, El último día de nuestras vidas (2024), ese en el que arremete contra las redes sociales y contra la música actual, que no considera la suya. Una de estas piezas lleva el nombre de Novedades viernes, que entonó anoche con furia: “No veo alma en la era digital. / No veo amor ni ganas de luchar. / No siento nada por la música actual. / Estamos medio muertos copiando ese modelo. / Iros a tomas por el culo. / Que vais de que ahora sois los que hacéis música popular”.
Sus canciones de melodías simples y de mensajes tan ingenuos como inapelables calaron en un público que se dejó la garganta. Se le podría pedir algo más de finura tanto a nivel estético como filosófico y musical, pero entonces no sería Dani Martín, no llenaría pabellones y no nos parecería tan de verdad.
Le costó llegar al tono en alguna canción, como la exigente No, no vuelve, pero en general anduvo sólido en las dos horas de espectáculo. Para dos de las baladas del recital, La suerte de mi vida y Peter Pan, surgió en un lateral de la grada y las interpretó entre la gente. Algunas chicas alrededor lloraban mientras filmaban con su móvil. Ya entonces el nivel de emotividad había alcanzado cotas altas con un discurso que él calificó como “chapa” y que permítanme reproducir casi en su totalidad porque define certeramente al personaje: “Eso es lo que ha hecho que acudáis a la llamada, las canciones, lo que me sale de la tripa y del corazón. Da igual si estoy gordo, si estoy delgado, si estoy más guapo o más feo, vosotros siempre estáis aquí... La música me salvó la vida, y 25 años después vosotros me la seguís salvando. También he querido salvarme la vida yo y durante estos últimos años me he dado el espacio, el tiempo para recurrir a un montón de cosas que hay en la vida y que no son solo el aplauso: mis padres, mis amigos, el amor, los besos, volver a hacer el amor, los helados de chocolate, las pizzas, las patatas fritas, el Atleti... Estar con la gente que quiero, porque cada vez me queda menos tiempo, así que cada puto segundo de esta puta vida lo pienso vivir como si fuera el último”. Los “oooo” y los aplausos llenaron en recinto.
Para la última, Insoportable, también de su exgrupo, se puso una camiseta donde se leía: “El Canto del Loco y yo estamos vivos”. Si supera los nueve conciertos que le quedan en este mismo lugar, quizá debiera imprimirse en otra camiseta: “Yo sobreviví a diez Movistar Arena”. Es solo una idea...