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La extraña belleza de Radiohead se despliega en Madrid con un estupendo concierto

El grupo de Thom Yorke realiza ante 17.000 personas en Movistar Arena un espectáculo inapelable y sin apenas concesiones en el primero de sus cuatro recitales en la capital

En una época en la que en demasiadas ocasiones impera la tristeza existencial mucho se había echado de menos a la banda que con más belleza expresa la aflicción. El escenario era circular y se colocó en el centro del madrileño Movistar Arena y no en un fondo, como se hace habitualmente. El personal de seguridad abrió un pasillo entre la gente para que los músicos cruzaran medio pabellón y alcanzaran la tarima. ...

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En una época en la que en demasiadas ocasiones impera la tristeza existencial mucho se había echado de menos a la banda que con más belleza expresa la aflicción. El escenario era circular y se colocó en el centro del madrileño Movistar Arena y no en un fondo, como se hace habitualmente. El personal de seguridad abrió un pasillo entre la gente para que los músicos cruzaran medio pabellón y alcanzaran la tarima. Y sonó Let Down, esa canción que para sorpresa de los que no viven en este mundo se ha convertido en un tema recurrente en plataformas sociales como TikTok por expresar la desazón en la que vive hoy mucha gente. “Decepcionado y sin hacer nada. / Aplastado como un bicho en el suelo. / Decepcionado y sin hacer nada”, gemía Thom Yorke anoche. Los cinco radiohead y un músico adicional en la percusión operaban enjaulados. La tela donde se proyectaban las imágenes LED no permitió ver claramente a los músicos durante casi 20 minutos. Luego, los paneles ascendían y descendían en un juego visual sugerente, y entonces sí, no hubo obstáculos entre los músicos y el público. Fue un concierto con pocas concesiones, profundamente musiquero, quizá complicado para el público que acudió impulsado por el efecto FOMO, ese que se apunta por el temor a perderse lo que hacen los demás; pero fue un recital estupendo para el seguidor que lleva años esperando a estos creadores valientes que un día decidieron buscar en la complejidad su forma de progresar en su arte.

El grupo inglés llevaba siete años sin ofrecer directos y ya suma nueve desde el último trabajo, A Moon Shaped Pool (2016). Asumieron que estaban “desconectados” entre ellos y se despidieron en 2018 para involucrarse en sus aventuras musicales fuera de Radiohead. Hasta que decidieron regresar para esta gira con un plan singular: cinco ciudades europeas, cuatro actuaciones en cada una. Empezó anoche en Movistar Arena de Madrid, donde repiten hoy, el viernes y el sábado. En total, serán 68.000 entradas en las cuatro jornadas, a 17.000 por velada. Luego, el grupo viajará a Bolonia, Londres, Copenhague y Berlín, donde finalizarán el 12 de diciembre. Thom Yorke seleccionó hasta 65 canciones para que las estudiasen los otros miembros. La idea expresada por los británicos consiste en cambiar el repertorio cada noche. Interpretarán unas 25 piezas desplegadas en dos horas y cinco minutos, como ocurrió ayer.

Anoche no existió referencia alguna a la postura del quinteto sobre el genocidio de Israel al pueblo palestino. Ni ellos dijeron nada ni desde el público se vociferó ninguna consigna. Recordemos que asociaciones proPalestina propusieron un boicot a la gira por la tibia posición del grupo ante la masacre, sobre todo por parte del guitarrista y teclista, Jonny Greenwood, cuya pareja es israelí; además, él colabora con frecuencia con músicos de esa nacionalidad. Sí hubo alguien que pidió Creep desde la grada, pero lo hizo con timidez, como arrepintiéndose según abría la boca. El grupo desechó anoche olímpicamente su canción con más escuchas en las plataformas, un tema al que han definido en alguna ocasión como “accidente de juventud”.

La imagen de varios instrumentos amontonados en el centro del escenario para que cada cual dispusiera de ellos ofreció una idea de lo que los comparecientes querían proponer: ellos como ejecutores al servicio de una música libre. La primera hora ofreció un registro sónico radical, inclinado a los experimentos electrónicos, las disrupciones percusivas, los lamentos desbocados, las estructuras bruscas. Sonaron 2 + 2 = 5, Sit Down. Stand Up, Lucky o Myxomatosis. No fue hasta el minuto 40 cuando Yorke habló al público: su única palabra en toda la noche, un frío “gracias” (en castellano) justo antes de interpretar un emocionante No Surprises.

La voz de Yorke, con algún percance en el pasado, sonó anoche tensa y tan herida como les gusta a los seguidores de Radiohead. El cantante asume el mayor peso del concierto con sus falsetes, sus agudos etéreos y unos tonos imposibles en el umbral del desfallecimiento. Solo él sabe lo que siente cuando se lanza a esos tonos desolados que le salen de la garganta, pero lo que ven los espectadores es a un tipo desvalido en busca de un poco de ánimo para afrontar un nuevo verso. También exhibió el líder su cara más desenfada: bailó, correteó por la tarima, cantó en diferentes lugares del escenario, toco el piano, rapeó. Estuvo sensacional: hizo de todo menos hablar con el público.

Tocaron temas de todos sus discos, menos del marginado primero, Pablo Honey. Los álbumes en los que más se detuvieron fueron Hail to the Thief y OK Computer, ambos con seis canciones. Para la última media hora se guardaron las piezas, digamos, con más pegada comercial: Fake Plastic Trees, Paranoid Android o Karma Police, con la que finalizaron el recital. La gente se marchó del recinto con la sensación de haber presenciado un concierto enorme, algunos con entradas los tres días que les restan a los británicos en la capital y otros preguntándose las intenciones del grupo después de esta breve gira. Como pasa con los artistas que viven de la intuición y sin esquemas reglados, no lo deben de saber ni ellos.

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