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Noche de teatro en el Museo del Prado

La quinta edición de la Bienal de Artes Contemporáneas de Lisboa estrena en la pinacoteca piezas únicas de Angélica Liddell, Tiago Rodrigues o Patricia Portela

Madrid, 27 de septiembre de 2025. Algo más de un centenar de personas esperan, caída la noche, para acceder por la Puerta de Jerónimos al Museo del Prado. En una velada que se alargará un poco más de lo previsto, y con el privilegio de poder atravesar las salas vacías y silenciosas del museo, irán en busca de una serie de acciones escénicas que ocurrirán con algunas de las grandes obras pictóricas que custodia la pinacoteca madrileña como testigos. Es el resultado de la primera colaboración entre la institución cultural más importante de nuestro país y BoCA, la Bienal de Artes Contemporáneas de Lisboa, “una travesía ibérica”, en palabras de su curador, John Romão, que recibe personalmente al público en la entrada, “que quiere desafiar los límites entre territorios geográficos, culturas, imaginarios y prácticas artísticas”.

Una vez que el personal del museo pide a los asistentes que eviten la tentación de salirse del rebaño admirados por los cuadros de Goya, Rubens o Tiziano que acompañarán el recorrido, se inicia la comitiva en busca del Marte, de Velázquez, en la sala 15A. Es el cuadro que ha elegido Rodrigo García para hablar de lo absurdo que resulta glorificar la guerra en nuestro tiempo. Dos niñas de unos 11 años se graban un vídeo delante de la pintura, estilo TikTok, y luego piden al público que las sigan hasta la sala 16B, donde, delante de una reproducción en pantalla del Marte y frente a los retratos de Anton Van Dyck, escenifican, junto a otro niño y otra niña, la lectura de un texto, tablets en mano, que más que comprenderse, se intuye, porque ni la dicción es buena ni el sonido permite una óptima recepción. Mientras, un niño más pequeño, de unos 6 años, colorea tirado en el suelo un gran tanque dibujado a trazo grueso. Quien conoce el teatro de Rodrigo García reconoce su estilo sarcástico y lleno de cáusticas referencias políticas: “Para qué formar militarmente al rey si luego ve la guerra por la tele; seis meses a bordo de un buque de la marina para aprender a manejar un mando a distancia”.

Entre intervenciones en el Congreso de políticos españoles, reproducidas a doble velocidad, y efectos de sonido cutres de bombardeos, la teatralización torpe de las niñas termina siendo una imagen contemporánea del ruido inocuo y vacío de fondo en el que se ha convertido el flujo de información, pantalla mediante.

La siguiente pieza, El otro Goya, de Tiago Rodrigues, devuelve el viaje a la imaginación y lo analógico. Los actores y bailarines Sofia Dias y Vítor Roriz, junto al perro guía Goya (perros y niños como elementos vivos e ingobernables de la acción performática), reciben al público en la escalinata previa a las salas que albergan los cuadros del pintor aragonés.

Explican que ellos hablan una mezcla de portugués y español pero que, en realidad, son un canal para hacernos llegar el discurso del perro ibérico, mitad luso mitad andaluz. Se alternan las frases, casi robóticamente, y dejan que el animal nos guíe hasta el cuadro del otro Goya donde él ha encontrado el detalle con el que dejar ir su elucubración y su emoción: Perro semihundido. Sentados en el suelo, los asistentes piensan sobre lo que se mira, sobre cómo se mira, sobre el misterio que encierra una escena que, dice, entrañable, el perro, huele a oveja.

Sin salir de la sala 67, la de las famosas pinturas negras, la pieza de Patricia Portela, Hoy, 3 de mayo, comienza frente al Saturno devorando a sus hijos, con la actriz Noemi Rodríguez avanzando un discurso atravesado por la idea del tiempo (“somos como ese dios que devora el futuro de nuestros hijos”), que nos llevará al escenario principal de la acción, en la sala 64, delante de otro cuadro mítico: Los fusilamientos o El 3 de mayo en Madrid. Se trata de una pintura que detiene el tiempo en un triángulo mágico entre los fusilados, los que van a fusilar y los que fusilan, explican Rodríguez y la otra actriz, Crista Alfaiate, vestidas como el protagonista del cuadro (pantalón amarillo, camisa blanca) en una especie de conferencia teatralizada. También reflexionan a partir de la mirada del poder (la de Fernando VII en este caso) sobre la escena que recoge el cuadro, sobre dónde se posiciona (para él no eran fusilados civiles, sino peligrosos insurgentes, tal y como hoy para los sionistas no son niños y niñas bombardeados en Gaza, sino futuros terroristas de Hamas).

Saltando el tiempo precisamente, la pieza viaja hasta las discusiones sobre eso, sobre el tiempo, entre Henri Bergson y Albert Einstein a principios del siglo XX, lo que complica el seguimiento del discurso para un público que empieza a acusar el cansancio, deseoso de la traca final que ha de llegar de la mano de la flamante Premio Nacional de Teatro 2025: Angélica Liddell. Su pieza, más instalativa y de título pasoliniano, Las 20 jornadas de la Musa de Sodoma, se desarrolla en la Sala de las Musas, donde la siempre controvertida creadora convoca el espíritu de Sade como décima musa para desplegar todo su arsenal verbal repleto de blasfemia, escatología, insumisión e ironía.

Frente a un ataúd en forma de cruz, escuchamos el boletín informativo, donde la propia Angélica, usando el lenguaje periodístico, va relatando las circunstancias de las muchas muertes de sí misma en jocosas circunstancias sexuales extremas junto a los dueños de medios de comunicación, banqueros, empresarios, jueces, políticos, académicos de la lengua, miembros de la Iglesia, militares o deportistas más insignes de la que ella llama República de Miranda. Ella misma aparecerá más tarde para meterse por el culo un guante con el que ha estado acariciando el marco dorado de uno de los cuadros colgados en la sala y terminará, saltarina y pizpireta, bailando junto al actor desnudo Yuri Ananiev y jugueteando con el pene de Sindo Puche, que asoma por un agujero de la cruz-ataúd. Puro producto Liddell que no sorprende a los habituales y arranca risitas incrédulas y perplejas entre los más jóvenes, sin llegar a causar verdadero escándalo. Un simple juguete cómico que profana más en idea que en hecho.

Cercana la medianoche, el público sale del museo por donde entró, rumiando las imágenes recogidas y el cansancio. La experiencia se repetirá al día siguiente y tiene todavía otra fecha el 5 de octubre. No es esta la única propuesta de BoCA Bienal en Madrid, ya que espacios como Esta es una plaza, Filmoteca Española, el Centro Cultural Casa del Reloj, el Teatro de La Abadía o el Museo Nacional del Traje o Réplika Teatro, acogen obras de artistas españoles y portugueses como Raquel André, Alberto Cortés junto a João Gabriel, Pedro G. Romero con Niño de Elche, Elena Córdoba con Francisco Camacho, o Gabriel Chaile. Todos los detalles en www.bocabienal.org.

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