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C. Tangana y Simon Reynolds: el gran debate sobre el futuro de la música en La Casa Encendida

El artista madrileño y el crítico británico debaten sobre nostalgia, innovación y el posicionamiento político de los cantantes en el marco del Festival de las Ideas

Hay una obsesión con ser novedoso en la música y, como consecuencia, una decepción cuando eso no ocurre. El crítico musical Simon Reynolds lo compara con el amor: “Es como una energía que tienes y luego se acaba… después esperas a que suceda otra vez”. Cuando sucede, no será un sentimiento nuevo. Sin embargo, el periodista inglés no llegó a La Casa Encendida de Madrid para hablar de romanticismo, sino para un encuentro con alguien que puede comprenderlo: el ...

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Hay una obsesión con ser novedoso en la música y, como consecuencia, una decepción cuando eso no ocurre. El crítico musical Simon Reynolds lo compara con el amor: “Es como una energía que tienes y luego se acaba… después esperas a que suceda otra vez”. Cuando sucede, no será un sentimiento nuevo. Sin embargo, el periodista inglés no llegó a La Casa Encendida de Madrid para hablar de romanticismo, sino para un encuentro con alguien que puede comprenderlo: el multifacético artista madrileño Antón Álvarez, mejor conocido como C. Tangana. Ambos reflexionan sobre el futuro de la música y cómo esta se encuentra en el arraigo a las tradiciones más allá de la invención de nuevos sonidos. Se trató de El sonido imaginado, una charla de la segunda edición del Festival de las Ideas.

Reynolds (62 años), actualmente uno de los críticos culturales más influyentes, describió lo que llama “positive originality”, originalidad positiva: “Cuando aparece un nuevo sonido, se abre un campo de acción y otros músicos se sienten inspirados a explorar”. Álvarez (35 años) asegura que existe una “obsesión por que siempre tenga que pasar algo impactante”, que la música forme parte de un cambio: “Pero eso no es natural, es algo que ha surgido con internet”. Señaló que, en la industria, a menudo se crea música para consumir y no tanto para disfrutar el ejercicio de hacerla, y es en este último donde se encuentra la verdadera “autenticidad”.

“Los cambios en la música no tienen que ser grandes”, opinó Reynolds; los pequeños son suficientes. Y enumeró algunos géneros que, aunque no son nuevos, incluyen sonidos diferentes para mantenerse relevantes, como el blues o el folk rock. Algo que funciona, según Álvarez, porque “la gente se aferra cada vez más a la nostalgia”. C. Tangana, por ejemplo, se inició como rapero urbano pero en su último disco, El madrileño, exploró el folclore y el flamenco: “Es completamente opuesto a todo lo que he hecho y a lo que se suponía que debía hacer”. La conversación también abordó la obsesión por el futuro en la música popular. Reynolds explicó que la historia cultural tiene un “ritmo bipolar”: “Momentos de euforia creativa seguidos de fases de estancamiento”.

La transformación del perfil del músico actual también ocupó parte del diálogo. Reynolds afirmó que la figura contemporánea es multidisciplinar: “Ya no basta con cantar o componer; ahora es necesario cuidar la imagen, el espectáculo en vivo, la moda e incluso los negocios paralelos, como líneas de ropa o perfumes”. Recordó que desde Bowie hasta Madonna, la música pop siempre fue audiovisual, pero hoy esa exigencia se ha intensificado. C. Tangana coincidió, aunque matizó que, más allá de la diversificación, lo esencial sigue siendo el “aura”, el ser “cool”. Ese magnetismo inexplicable, dijo, es lo único del pop que todavía le resulta misterioso y fascinante: “¿Por qué mola alguien? No lo sabemos, pero es lo que engancha”. El pop, concluyó, sigue ligado a la seducción, a lo sexual, a esa atracción que no puede fingirse.

El posicionamiento político no pudo faltar en la conversación. Las movilizaciones recientes de artistas alrededor del mundo abrieron el debate sobre si el músico debe tomar partido en causas sociales. C. Tangana reflexionó sobre el papel político de la música en la actualidad y señaló que la canción protesta “ha perdido su capacidad de seducción”. Según el artista, los mensajes controvertidos ahora suelen limitarse a grupos minoritarios que viven en los extremos, y la posibilidad de impactar políticamente a través de la música se ha reducido. Además, destaca que el público “tiene derecho a exigir a los artistas” lo que quiera, mientras que estos deciden si aceptan sus demandas. Reynolds subrayó cómo la fama de ciertos artistas les permite influir en la opinión pública y apoyar causas políticas: “El impacto político puede estar más en la voz del artista que en el contenido de sus canciones”.

La pregunta que quedaba abierta es si se puede sostener indefinidamente esta obsesión por lo nuevo o si, como sugieren las reapropiaciones del folclore, un retorno más profundo hacia la memoria puede ser enriquecedor. C. Tangana admitió que cada vez “somos más nostálgicos de nosotros mismos. No me des más cosas nuevas, dame algo a lo que me pueda aferrar”. Y apostilló que sueña con la idea de un “mañana igual” y no uno diferente; en ver a su madre y a su hermana: “No sé si es posible ese tipo de cosas ya”.

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