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Muere a los 100 años el artista Gustavo Torner, maestro de la abstracción

Fue el creador, junto al artista Fernando Zóbel, del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca

Gustavo Torner ha sido uno de esos pocos creadores a los que se les puede calificar de artista total. El incipiente ingeniero de montes nacido en Cuenca en 1925 decidió muy pronto dedicarse a la creación artística en todas sus registros y técnicas: pintura, escultura, dibujo, fotografía, vidrieras, collage, diseño gráfico, los tapices y alfombras, muebles y todo aquello de lo que pudiera extraer un gramo de belleza. Su espíritu renacentista hacía que su interés estuviera atento a todo lo que le rodeaba. Torner falleció el sábado en su ciudad natal rodeado de toda su familia.

Artista ligado a la Generación de los 50 su huella en el arte del siglo XX es extensísima. 80 años de trabajo constante hay mucho dónde escoger. Participó junto a su amigo Fernando Zóbel en la creación del Museo de Arte Abstracto de Cuenca. Fue autor de los diseños de las tiendas Loewe entre 1982 y 1994 (la primera en la Trump Tower de Nueva York). Sus monumentales esculturas adornan numerosísimas plazas públicas en España y en el extranjero. Gracias a su inagotable talento, Torner realizó escenografías y figurines para incontables obras de teatro. Dentro de sus hitos artísticos no hay que olvidar que fue el responsable de los montajes más espectaculares de las exposiciones de la Fundación Juan March entre las décadas de los 70 y 80.

En el trato personal, Torner era un hombre cálido, didáctico y socarrón. Cuando cumplió 90 años concedió una extensa entrevista a EL PAIS. Rememoraba entonces cómo había surgido la idea de crear el Museo Abstracto de Cuenca. Contaba que había conocido a Fernando Zóbel en 1962. Fue tomando cervezas en la plaza de San Marcos, en Venecia. “Yo había sido elegido para representar a España en el pabellón de la Bienal” recordaba Torner. “Allí conocí a muchos artistas. Me hice muy amigo de Lucio Fontana, Gerardo Rueda, Eusebio Sempere y Manuel Mompó. La relación con todos se mantuvo ya siempre, pero con Zóbel fue más especial porque trabajamos juntos. Fui yo quien le animó a montar el Museo de Arte Abstracto de Cuenca.”

Lo que se acabaría conociendo como el “pequeño museo más bello del mundo” abrió sus puertas en 1966 en las Casas Colgadas de Cuenca y muy pronto se convirtió en un modelo museístico de visita obligada para los aficionados al arte abstracto. Junto a Zóbel y Torner se sumaron un grupo de artistas de primer nivel entre los que destacaban Gerardo Rueda, Antonio Lorenzo, Rafael Canogar, Manuel Millares o Martín Chirino, integrantes de lo que se conoció en su momento como el Grupo de Cuenca, aunque Torner siempre rechazó el concepto de “grupo” o “generación”. “Fuimos una serie de artistas que coincidimos en un espacio y un momento determinado. Sin más trascendencia”

A Zóbel le recordaba como un gentleman. “En mi vida he conocido a dos hombres auténticamente cosmopolitas: Fernando Zóbel y Enrique Loewe. Zóbel era elegantísimo, con un inglés de Harvard que había renunciado a la nacionalidad filipina para convertirse en un pintor español.”

La amistad con Zóbel fue muy intensa. Con él viajó por primera vez a Nueva York en 1964. En la capital mundial del arte, al artista filipino se le abrían todas las puertas, fueran directores de bancos o de museos, recordaba Torner: “ Tenía un encanto que le hacía irresistible. En aquél viaje conocí a José Guerrero, un hombre también muy encantador y capacitado para las relaciones. En viajes posteriores me hice bastante amigo de Robert Motherwell, de quien aprendí que siempre hay que buscar la excelencia. Los artistas tenemos que buscar lo mejor, no conformarnos con cualquier cosa ni quedarnos en términos medios.”

Generosidad

Tan prolífico como generoso, Gustavo Torner no quiso acumular obra en su casa y optó por hacer grandes donaciones: 561 obras al Museo Reina Sofía y medio centenar de obras para la creación del Espacio Museo Gustavo Torner de Cuenca, un proyecto que le causó así principio más disgustos que satisfacciones por desacuerdos con María Dolores de Cospedal, la entonces presidenta de Castilla-La Mancha. El museo pudo abrir en 2016, en la antigua Iglesia de San Pablo.

Gustavo Torner tenía muy claro el significado de la palabra cultura: todo aquello que hace que la vida valga más. Amante y buscador de la belleza, aseguraba que nunca haría una exposición protagonizada por la fealdad. Ni tampoco una que estuviera montada sólo por documentos. “He dicho siempre que el arte como concepto no figura entre mis creencias. Existen las obras de arte, que son objetos y que deben de ser bellísimos. Así se lo dije a Alfred H. Barr, fundador del MoMA, durante una visita a mi casa de Cuenca. Le sorprendió, pero lo entendió. El hombre siempre ha buscado la belleza y eso es lo que le distingue de los animales. Mire esas cuevas prehistóricas y no me diga que esos dibujos no son preciosos”.

A lo largo de su carrera, Torner fue objeto de numerosas exposiciones y publicaciones, aunque puede que la más relevante fuera la Retrospectiva 1949-1991 que en ese último año le dedicó el Reina Sofía bajo la dirección de María de Corral. Francisco Calvo Serraller, comisario de la muestra elogiaba los refinados registros de su sensibilidad plástica y su poderosa capacidad de análisis intelectual del arte como interpretación del mundo.

El funeral se celebrará hoy domingo a las 18.00 en la catedral de Cuenca, el templo cuya belleza despertó las primeras emociones estéticas de Gustavo Torner. Aquí firmó algunas de sus primeras pinturas y creó espectaculares vitrales que fueron un ejemplo a seguir en otras catedrales españolas

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