Ir al contenido

Marcos Morau deslumbra en Bélgica con su radical visión de Romeo y Julieta

El coreógrafo valenciano reformula el famoso ballet de Prokófiev para la prestigiosa Ópera de Gante y consolida su imparable trayectoria internacional

'Romeo + Julia', de Marcos Morau, en la Ópera de Gante, en Bélgica. Danny Willems (OBV)

Seguir la agenda de Marcos Morau no es tarea fácil. El coreógrafo valenciano (Ontinyent, 43 años) es ya una figura internacional y pasa la mayor parte del año dirigiendo por Europa, montando espectáculos en Alemania, Suiza o los Países Bajos. El sábado pasado presentó el último en la Ópera de Gante, Romeo + Julia, a cuyo estreno asistió este periódico por invitación de la prestigiosa institución belga. Estamos hablando del famoso ballet de ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Seguir la agenda de Marcos Morau no es tarea fácil. El coreógrafo valenciano (Ontinyent, 43 años) es ya una figura internacional y pasa la mayor parte del año dirigiendo por Europa, montando espectáculos en Alemania, Suiza o los Países Bajos. El sábado pasado presentó el último en la Ópera de Gante, Romeo + Julia, a cuyo estreno asistió este periódico por invitación de la prestigiosa institución belga. Estamos hablando del famoso ballet de Prokófiev sobre los amantes de Verona, pasado por la mirada de Marcos Morau.

Había expectación en el ambiente, y los respetables espectadores belgas superaban los nervios tomando una copa de cava en un salón algo desconchado (el teatro cerrará pronto para una reforma integral). Morau no defraudó. El concepto wagneriano de Gesamtkunstwerk (obra de arte total) es el más indicado para hablar de las creaciones del valenciano. Más allá de la danza, más allá del teatro… Morau hace otra cosa. Los teatros europeos no le contratan para dirigir óperas, pero es cuestión de tiempo. Mientras, el coreógrafo va sumando montajes a su corpus artístico. Todo forma parte de una gran obra, y resulta emocionante encontrar en Romeo + Julia ecos de obras anteriores como Opening night o de Afanador. Movimientos, imágenes, reverberaciones estéticas que, lejos del autohomenaje o la repetición, completan una trayectoria sólida, compacta y muy coherente.

Esto también se debe, por supuesto, al equipo artístico que suele acompañar a Morau. En Bélgica ha vuelto a trabajar con los creadores y cómplices Max Glaenzel en la escenografía, Silvia Delagneau en el vestuario y Bernat Jansà en la iluminación, además del imprescindible Roberto Fratini como dramaturgista. La apuesta de este montaje es radical, y funciona porque tiene todo el sentido del mundo. En Romeo + Julia no identificaremos a los dos jóvenes protagonistas ni a los otros personajes: todos son Romeo y Julieta. Todos y ninguno al mismo tiempo. Esto no es una historia de amor, esta es la demostración de que el mundo lo rige la violencia.

El espacio diseñado por Glaenzel juega con la circularidad: una plataforma y unos telones circulares crean los distintos espacios, encerrando, a ratos, a los intérpretes en una jaula de cristal, carrusel de la Historia que se repite sin fin. El vestuario de Delagneau es todo en negro: ya sea en terciopelo, gasa o vinilo, todos los intérpretes van de duelo con faldas voluminosas con crinolina o armaduras que recuerdan al trabajo de la diseñadora japonesa Eiko Ishioka. Los Capuletos y los Montescos no se distinguen por sus vestimentas: todos somos hermanos, todos nos matamos los unos a los otros. La luz diseñada por Bernat Jansà supera con creces la difícil misión de iluminar un escenario donde casi todo es negro: la escena con las sombras sobre el telón blanco parece, directamente, un número de prestidigitación.

'Romeo + Julia', de Marcos Morau, en la Ópera de Gante, en Bélgica. Danny Willems (OBV)

Morau hace mover, bailar y respirar a sus bailarines como un solo cuerpo palpitante, con sus característicos cabezazos nerviosos y dislocaciones que, lejos de provocar lesiones, desplazan el centro de gravedad. Qué buena idea: en una compañía de danza formada por treinta y tres bailarines todos son, naturalmente, jóvenes y hermosos. Todos son, por lo tanto, Romeo y Julieta. Incluso en la mitad de un dúo veremos cómo los protagonistas van cambiando de intérprete: esta es la naturaleza del amor, da igual quien le ponga el alma y el cuerpo. La dramaturgia de Roberto Fratini y Koen Bollen vehicula la historia a partir de elementos de gran poder simbólico: el caballo y la espada son masculinidad y guerra, pero también domesticación y juego, los candelabros y el fuego evocan mística, peligro y misterio. Marcos Morau no puede evitar, como buen valenciano, montar una buena falla en cada espectáculo. Dos niños jugando con piezas de construcción (de color negro, por supuesto) son el espejo o la prefiguración de los amantes, y acaban cerrando el círculo del espectáculo como si se tratara de un cuento infantil. Un cuento negro y cruel, pero no por esto menos bello.

A juzgar por los aplausos y los bravos del final, parece que a los espectadores de Gante les gustó el espectáculo y gran parte de la platea ovacionó en pie a todo el equipo artístico. También al director de la orquesta, el británico Gavin Sutherland, que dirigió con fuerza y mucho brío. Romeo + Julia se representará durante unos días en Gante y Amberes, las dos sedes de la ópera y el ballet de Flandes, y viajará después a la ciudad francesa de Lille. Veremos si algún día pasa por España. Mientras tanto, Marcos Morau seguirá diseñando y creando espectáculos, imaginando mundos que dialogan entre ellos en una gran creación sin fin. Qué suerte tenemos de ser contemporáneos de Morau.

Sobre la firma

Más información

Archivado En