Oriol Pla, sobre la dirección teatral: “Mi padre me dijo: ‘No podéis ser actores que esperan la llamada del teléfono, hay que huir de eso como la peste”

El intérprete dirige a sus padres y su hermana en la obra ‘Travy’, un cuento disparatado y tierno que homenajea a su oficio

El actor Oriol Pla, en el Teatro de la Abadía de Madrid, el 20 de enero.Inma Flores

Su padre, vestido de general y con zapatillas de andar por casa, con una enorme peluca y una espada, iba el primero. Detrás, Oriol Pla y su hermana, con trajes de pirata y seis cañones en un carro. La comitiva la cerraba su madre, la encargada de la música. Simulaban cañonazos a bancos e instituciones por las calles, paraban en una plaza, contaban un cuento, recogían y se iban. El espectáculo se titulaba El general Bum Bum, y con él, esta familia de juglares recorría los pueblos de Cataluña y las fiestas de todo...

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Su padre, vestido de general y con zapatillas de andar por casa, con una enorme peluca y una espada, iba el primero. Detrás, Oriol Pla y su hermana, con trajes de pirata y seis cañones en un carro. La comitiva la cerraba su madre, la encargada de la música. Simulaban cañonazos a bancos e instituciones por las calles, paraban en una plaza, contaban un cuento, recogían y se iban. El espectáculo se titulaba El general Bum Bum, y con él, esta familia de juglares recorría los pueblos de Cataluña y las fiestas de todo tipo. Ese fabuloso pasacalle, esa manera de trabajar y de jugar está todavía muy presente en la vida de Pla, el actor catalán, que ha fascinado a público y crítica con su interpretación este año en Yo, adicto, la serie creada por Javier Giner —y basada en su libro homónimo—, y por la que está nominado a mejor actor de serie en los Premios Feroz. Pla se ha estrenado como director teatral con Travy, un cuento disparatado y tierno, valiente y melancólico sobre su familia de cómicos.

Es Travy todo un homenaje a una familia y a una manera de vivir el oficio de la interpretación desde la más absoluta humildad, alejado de los éxitos y la farándula, un acto de amor a una generación de artistas que se abrieron camino en los años de la dictadura desde la propia calle y los teatros más independientes. Escrita por el propio Pla (Barcelona, 31 años) y Pau Matas, la obra se estrenó en octubre de 2018 en el Teatre Lliure, de Barcelona, y tras un exitoso recorrido por Cataluña, llega al Teatro de la Abadía, en Madrid, en su versión en castellano. Pla comparte escenario con su padre, Quimet Pla (74 años), enorme payaso de dilatado recorrido, fundador de Els Comediants; su madre, Nuria Solina (67 años), violinista y fundadora de las compañías Picatrons y Cric Cric, y su hermana Diana Pla (32 años), intérprete de danza, teatro y circo. La obra estará en La Abadía hasta el domingo, 2 de febrero.

Pla ha desayunado con su madre al día siguiente del estreno en La Abadía y le ha confesado, seguro que no por primera vez, que uno de los principales motivos de hacer este espectáculo, Travy, título que hace mención al apellido de sus bisabuelos maternos, es hacer público su amor por esta familia y brindarles el reconocimiento que se merecen. “Hace unos años me empecé a dar cuenta de que mi familia y los bolos teatrales que hacían, Absenta, por ejemplo, que fue mi gran escuela teatral, no tienen ya mucho recorrido. Veo que no les sale tanto trabajo, que tienen que bajar su caché para hacer los bolos. Veo que mis padres, a los que considero unos genios y unos trabajadores increíbles, no tienen el reconocimiento que creo que merecen, el espacio que necesitan y una estabilidad económica. Me atravesó la sensación de justicia política y social mezclada con una melancolía y ternura de mis años de infancia. Así nació Travy”, dice el actor una mañana muy fría y soleada en las oficinas de La Abadía.

El actor Oriol Pla, en el Teatro de La Abadía, el 20 de enero.Inma Flores

Motivos no le faltan a Pla, un consumado actor de cine, televisión y teatro, para rememorar sus años de niño cuando, con seis años y junto a su hermana, un año mayor, se estrenaron en los escenarios con Cuatro maderas y un papel. Él tocaba la batería, su hermana colgaba de un trapecio. O cuando llegaban del colegio y sus padres les animaban a improvisar. “Nos ponían música y teníamos que representar lo que quisiéramos. Mi padre sabía jugar más y mejor que tú”, recuerda el actor y director que, bajo esta herencia familiar —“Una especie de ideología vital y artística que tiene que ver con el trabajo, la humildad, la coherencia, con la cultura como rebeldía, una forma de vivir juguetona y lúdica, nada intelectual”—, se inició en el oficio, siempre con una frase que ha resonado en su familia: “No te conviertas en un gilipollas”.

Por todo ello, Pla reconoce que su vida no se puede entender sin ese punto de juego y entrenamiento. “Estoy atravesado por mi familia y mi infancia de juegos”, dice el actor, a quien su padre le hizo bien pronto una advertencia. “No podéis ser actores que esperan la llamada del teléfono, hay que huir de eso como la peste. Tienes que saber que ser actor es saber escribir, saber tocar algún instrumento, saber ir en furgoneta por el mundo, dirigir un poco, organizar, saber coser. Tienes que ser autónomo en todos los niveles artísticos, crearte tu propio espectáculo”, rememora Pla. En definitiva, un juglar.

Oriol Pla, Quimet Pla, Núria Solina y Diana Pla, en una escena de la obra 'Travy' en su representación en Barcelona.

Travy enfrenta a dos generaciones ante un hecho teatral, a los diferentes estilos, las modas. Nunca pretendió Pla hacer de este trabajo un espectáculo documental y por ello, aunque la escritura está hecha a favor de cada uno de los caracteres y capacidades de los miembros de la familia, poco tiene que ver con una auténtica realidad. “Nuestra única pretensión ha sido la de jugar, la de interpretar a unos personajes, excepto alguna pequeña cosa que son como un regalo para nosotros”, asegura Pla, feliz con su faceta como director. No todo ha sido fácil. “Al principio, estaba muy inseguro. Cada uno teníamos nuestros propios miedos. Me he dado cuenta de que muchas veces hay que dejar morir las ideas que uno tiene para acompañar al ser humano que tienes delante. Hemos tenido enfados y muchas discusiones tensas y profundas, que nos han llevado a temas que teníamos ocultos y que nos han permitido acercarnos mucho más”, añade. Pla ha tenido que lidiar con una madre que, cuando él se daba la vuelta, daba sus propias ideas al maquinista; o con su padre, convencido de que tenía que ser él quien montara la escena. Nada que no se arreglara con risas y complicidades.

Antes de que en febrero Pla inicie una temporada de descanso, le queda este sábado la gala de los Premios Feroz, donde tiene muchas papeletas para alzarse con el galardón al mejor actor de serie por Yo, adicto, un trabajo que, reconoce, le ha puesto en el disparadero. “Estoy muy orgulloso del proceso en este trabajo. He podido volcar muchas cosas que arrastraba como intérprete, he podido quitarme otras muchas y darme el espacio y riesgo a una manera de trabajar que antes me daba miedo”.

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