Vale la pena rememorar la aventura de Toresky

Un documental relata la biografía del locutor de Ràdio Barcelona Josep Torres

Toresky, como transformista, en una imagen sin datar facilitada por Montse Vilar.

Una manera de conmemorar los 100 primeros años de la radio es relatar como un invento tecnológicamente frágil, cuya historia en España empieza en 1924 con Ràdio Barcelona, se convierte en pocos años en un medio de comunicación que sigue una impensable cantidad de oyentes. Y uno de los primeros testimonios de ello es la capacidad de movilizar a las gentes que tendrá Toresky (1869-1937) en sus campañas benéficas desde Ràdio Barcelona. Un personaje popular en los años treinta de quien, hoy, pocos conocen la aventura. Y es su insólito viaje biográfico lo que narra el documental Toresky: el prodigio de la imaginación. Un título de Lacoproductora (del Grupo Prisa, editor de este diario) que el día 3 estrena la plataforma CaixaForum+. Su directora es Cosima Dannoritzer, premiada cineasta alemana, que ha colaborado con distintas televisiones europeas.

Para la construcción del relato, muy documentado, sobre la singular vida de Toresky, nombre artístico de Josep Torres i Vilata, el filme acude a testimonios de familiares que conservan sus libros de viajes (Montserrat Vilar y Jaume Francolí); escritores como Marià Veloy, cuya novela El món comença habla del personaje; Elvira Lindo, creadora de Manolito Gafotas, un niño que hablaba en la radio con 10 años; historiadores de la radio (Armand Balsebre, Rosa Franquet) o del teatro (Adolfo Ayuso); humoristas (Juan Carlos Ortega, Andreu Buenafuente), profesionales de la radio como Rosa Badia, que conduce el programa solidario Cap nen sense joguina de Ràdio Barcelona de recogida de juguetes para el día de Reyes; etc. Es precisamente Ortega quien enuncia las principales preguntas que quiere responder el documental: ¿Quién era? ¿Por qué se fue de Barcelona? ¿Qué encontró en su destino? ¿Por qué acudió toda una ciudad a su entierro? “Iniciamos un viaje excepcional, os prometo que esta realidad supera la ficción”, dice Ortega y… no exagera. A medida que el filme suministra las respuestas crece el asombro y el interés por su peripecia.

El célebre muñeco Miliu, creado por Toresky y conservado en la Biblioteca de Catalunya.Foto: Jordi Azategui

Hijo de un instalado industrial del latón, el destino del heredero era proseguir el negocio paterno. A Montserrat Vilar le recuerda acertadamente el drama del hijo artista de L’auca del señor Esteve (1907), de Santiago Rusiñol. Más interesado por el teatro y la bohemia, casado con un hijo, cuando ya está al frente del negocio familiar, en plena decadencia, decide embarcarse con destino a América. Abandona la familia, con la que no perderá el contacto postal, e inicia una nueva vida en Cuba. Una vida azarosa hasta que se une como cantante y actor a pequeñas compañías, donde malvive económicamente.

Fue un empresario quien le puso el nombre artístico de Toresky, de resonancias rusas, muy de moda en la época. Lo que cambiará su vida será el descubrimiento del arte de Fregoli, un popular transformista. Soborna a un ayudante de Fregoli para que le enseñe sus trajes trucados que le permiten relampagueantes cambios de indumentaria. Toresky, como transformista y ventrílocuo, conoce un gran éxito por América del Sur. En 1913 regresará a Barcelona, donde tantea con prudencia la bienvenida familiar y la obtiene. Tras otra gira por Asia, la Primera Guerra Mundial le aconsejará regresar a su tierra.

Montse y Jasum, familiares de Toresky, en el cementerio de Les Corts, en junio.Gianluca Battista

En 1924 ficha como segundo locutor de Ràdio Barcelona. Cuando el director de la emisora le pide que se invente algo para animar la emisión de cinco minutos de publicidad por palabras, Toresky crea la entrañable figura del niño Miliu, que siempre tendrá ocho años. El documental muestra el auténtico muñeco conservado en la Biblioteca de Catalunya. Con Miliu hará humor y exitosas campañas benéficas. Será precisamente un chiste lo que, indirectamente, le costará la vida. En plena guerra civil, durante una emisión, Miliu le pregunta a Toresky por qué hay rejas en las cárceles. Y la respuesta es: “Para que no entren los ladrones”. Esta alusiva crítica política no gustó a algunos. Un grupo miliciano se lo llevó, no se sabe a dónde. Al cabo de unos días lo devolvieron a casa. Un regreso que solo sirvió para morir de apoplejía al poco tiempo. “De miedo”, precisa Jaume Francolí. Su funeral multitudinario fue un homenaje ciudadano a su figura y una demostración del impacto popular que ya tenía la radio. Ya era un medio de comunicación de masas.

Aquel mayo de 1937 murieron Toresky y… Miliu. El documental organiza con agilidad el cruce de los distintos testimonios para que progrese con viveza el relato y recurre a abundante material audiovisual de archivo que, en determinados casos, sería conveniente identificar. Vale la pena esta rememoración de quien, como dice Ortega, dio vida a “un muñeco que emocionó a todo un país”.

La directora Cosima Dannoritzery y el cámara Jordi Azategui, durante el rodaje del documental.Gianluca Battista

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