Ya está aquí de nuevo: Nick Cave regresa triunfal del infierno

El músico australiano finaliza su etapa de dolor por la muerte de sus hijos con ‘Wild God’, un soberbio álbum vitalista

Nick Cave actuando en el festival Cala Mijas (Málaga), en septiembre de 2022.Pablo Gallardo (Redferns)

El disco se abre con Song Of The Lake, un tema que va a trazar el camino por el que quiere llevar Nick Cave al oyente, que en realidad es la vereda por la que él transita en este momento: no existe alivio para el mal que me le ha azotado, solo convivir con él y hasta llevarse razonablemente bien. El dolor no desaparece, pero la angustia sí. “Porque o hay remedio o no lo hay. / Y si no hay ninguno, no importa, no importa. / No importa, no importa. / Oh, no importa. / No importa...”. Hasta 20 veces implora el austra...

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El disco se abre con Song Of The Lake, un tema que va a trazar el camino por el que quiere llevar Nick Cave al oyente, que en realidad es la vereda por la que él transita en este momento: no existe alivio para el mal que me le ha azotado, solo convivir con él y hasta llevarse razonablemente bien. El dolor no desaparece, pero la angustia sí. “Porque o hay remedio o no lo hay. / Y si no hay ninguno, no importa, no importa. / No importa, no importa. / Oh, no importa. / No importa...”. Hasta 20 veces implora el australiano “never mind” en el tema que inicia el camino del soberbio Wild God, porque solo desde esa toma de posiciones es posible levantarse y seguir adelante después de las sacudidas que le ha dado la vida: el fallecimiento de dos de sus hijos (con 15 y 30 años) en siete años, de 2015 a 2022.

No, no es un álbum alegre Wild God, que firma como Nick Cave and the Bad Seeds (publicado el pasado viernes); sí es un disco optimista, vitalista, la vuelta a la vida de un hombre que ha deambulado entre tinieblas los últimos tiempos con una lucha interior tremendamente dolorosa. Con todos los respetos y sin ánimo de comparar situaciones, este disco trae a la memoria aquel genial vídeo que se realizó cuando el Atlético de Madrid ascendió de Segunda División a Primera, con el Mono Burgos asomando la cabeza desde una alcantarilla en la Gran Vía madrileña. “Ya estamos aquí”, decía mientras un rótulo. Nick Cave ha vuelto del infierno, y lo ha hecho de forma triunfal.

Los Bad Seeds firmaban en el anterior álbum, Ghosteen, pero apenas se les sentía ya que Cave y su inseparable compinche en los últimos años, Warren Ellis, lo acapararon casi todo. En Wild God, y a pesar de la anecdótica presencia del instrumento rey del rock, la guitarra, se nota la presencia de las Malas Semillas en la tensión con la que sostienen las canciones, en ese estar a la espalda del líder por si este recae y se desvanece al intentar salir de la aflicción. Importantísimos también los coros, de voces abundantes, realzando siempre las canciones, algunas por lo fantasmal (Frogs) y otras espiritualmente (Songs of The Lake o Wild God). Un coro en muchas ocasiones purificador, de iglesia, porque existe una atmósfera gospeliana que se filtra por buena parte del álbum. En ocasiones incluso recuerda a esas canciones torrenciales de Van Morrison donde el irlandés implora misericordia por debajo de un una instrumentación densa o de unos coros enfáticos.

Lo que realiza Cave en la mayoría del disco es hablar con esa figura mística a la que se ha entregado para aliviar el tormento y en este sentido se supera en su capacidad narrativa, que ya es mucho decir teniendo en cuenta su discografía. Joy, la canción más larga (6,13) de un álbum con la duración de antes (44 minutos), comienza como uno se imagina que se levanta muchos días el cantante australiano: “Me desperté esta mañana con la tristeza sobrevolando mi cabeza. / Sentí como si alguien de mi familia estuviera muerto. / Y salté como un conejo y caí de rodillas. / Llamé a todos para decirles: ‘Tened piedad de mí, por favor, ten piedad de mí”. Esta canción es el perfecto ejemplo del estilo del álbum: una plegaria cantada como una conversación que cuando el oyente ya está atrapado surge un coro que proyecta la composición a una dimensión diferente: como una canción dentro de otra.

No hay ningún tema que baje el gran nivel general. Ahí está O Wow O Wow (How Wonderful She Is), otra balada optimista sobre la muerte dedicada a Anita Lane (una de las primeras Bad Seeds y expareja de Cave, que murió en 2021 con 61 años) y en la que empasta perfectamente con un autotune (¿o es un vocoder?). Hasta estas cosas sabe gestionar Cave. En algunas fases del álbum introduce pasajes bíblicos, como en Frogs, con una referencia a Caín y Abel y donde destaca ese especialista de las evocadoras atmósferas sonoras que es Warren Ellis. Quizá en la forma de cantar en Frogs, Cave se inspiró en el último Bowie. Quizá…

Lo sensacional de Wild God es que la superación del dolor se desarrolla con unas melodías accesibles y bonitas, algunas de las cuales se pueden considerar entre lo más comercial (si este término encaja con Cave) de su carrera. La parte final de la espeluznante Coversion, por ejemplo, puede corearse a pleno pulmón en los pabellones que acogerá su nueva gira.

Y como colofón a este maravilloso disco de exaltación y resistencia, Wild God se cierra con As the Water Cover the Sea, un bello gospel de dos minutos al que solo le falta terminar con un Amen.

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