La Mostra de Venecia afronta la pandemia de gripe española y la del supremacismo para vacunar el futuro
‘Campo de batalla’, de Gianni Amelio, y ‘The Order’, de Justin Kurzel y con Jude Law, abordan sin riesgos creativos la Primera Guerra Mundial y una secta neonazi que amenazó EE UU en 1983
En la trinchera, les espera la muerte. Si se dan la vuelta, también: la deserción se castiga con la pena capital. Ni siquiera una herida les garantiza a los soldados la salvación. Si acaso, una breve estancia en el hospital, hasta que el doctor les envíe de vuelta al frente: un ojo solo, el pecho recién cosido o una mano machacada no inhabilitan para disparar. Sin embargo, incluso el beligerante médico que coprotagoniza Campo de batalla, de Gianni Amelio, presentada hoy sábado en el concurso d...
En la trinchera, les espera la muerte. Si se dan la vuelta, también: la deserción se castiga con la pena capital. Ni siquiera una herida les garantiza a los soldados la salvación. Si acaso, una breve estancia en el hospital, hasta que el doctor les envíe de vuelta al frente: un ojo solo, el pecho recién cosido o una mano machacada no inhabilitan para disparar. Sin embargo, incluso el beligerante médico que coprotagoniza Campo de batalla, de Gianni Amelio, presentada hoy sábado en el concurso del festival de Venecia, claudica ante la oleada de fallecimientos que invade de golpe las camillas en 1918. Hace tiempo que cura a los militares más debilitados. Se conoce todos los trucos de quien finge invalidez. Pero lo que presencia ahora no tiene nombre. La bala más mortífera de la Primera Guerra Mundial no se ve.
La historia, finalmente, la terminaría llamando gripe española. Y, como recuerda la película, se estima que mató a 50 millones de personas en todo el mundo. En Italia, unos 600.000: los mismos que perecieron por los combates. Un mal rápido e implacable. Como aspiraba a ser The Order, una organización fundamentalista religiosa y neonazi surgida en EE UU en 1983. Y recuperada en el thriller homónimo de Justin Kurzel, con Jude Law, también en la carrera por el León de Oro. “La película tenía que hacerse ahora”, dijo el actor. Otra epidemia: extremistas dispuestos asesinar a cualquiera que piense distinto. Otro suceso real. Aunque, entre tantos contagios graves, el festival lamentó también una dolencia cinematográfica: la ausencia de riesgos.
Y eso que el arranque de Campo de batalla intriga. Un militar hurga entre montones de cadáveres para aprovechar lo que saque, aunque sea un cacho de pan. Una mano emerge de la pila y, poco después, se transforma en el plano de un soldado herido, pero risueño: cree haberse beneficiado de un milagro. Hasta que él y otros cientos de desperados llegan al hospital. El jefe médico aplica una selección sin escrúpulos: prioridad a los casos gravísimos; los demás, a ganar la contienda. Otro doctor, sin embargo, usa su ciencia para ayudar a los enfermos a empeorar su situación y lograr el regreso a casa.
¿Mejor afrontar una amputación que el enemigo? ¿Cuándo puede, o debe, desobedecerse una orden? ¿Y qué hacer si no hay forma de curar a todos? Dilemas duros. Una masacre militar y otra vírica. Seres humanos como peones impotentes de la jefatura o del destino. Todas las premisas para un filme fascinante. Con ecos de la covid-19. Y con Alessandro Borghi, uno de los mejores actores italianos. Que, en la rueda de prensa, aseguró que nunca había trabajado con nadie como Amelio.
El veterano director vino a confirmar su peculiaridad. Siempre dijo que su largo no es “de guerra”, sino “sobre” ella. Nada de aventuras y tiroteos. Quería enfocar las consecuencias lejos del frente. También para combatir, precisamente, la saturación de imágenes bélicas que se experimenta hoy en la televisión, según él. “Tengo una manera de trabajar que no es compartida por otros directores. Siento las cosas en las entrañas, no las pienso. No empiezo a una mesa donde coloco ideas porque las he escuchado, la actualidad las cuenta o tienen tirón. Es justo al revés”, defendió ante la prensa. Pero la película lo sostiene durante un tramo. Luego, prefiere dedicarse al melodrama entre sus personajes. Y a una narración plana y previsible de la tragedia. Aceptable para una sala comercial. Pero una “muestra internacional de arte cinematográfico” exige más.
También a The Order. Entre otras cosas, porque Kurzel puede ofrecerlo. En su Macbeth, el australiano regaló un espectáculo visual, creó una atmósfera agobiante usando todas las herramientas del cine y dejó alguna secuencia para el recuerdo. De tantos destellos en The Order quedan los planos amplios de paisajes. Y su interés por episodios violentos, como en Los asesinos de Snowtown o Nitram. “Vivimos tiempos de mucha división. La película trata sobre una ideología peligrosa y cómo puede germinar. Quienes se sienten invisibles pueden fácilmente ser reclutados”, apuntó el director ante la prensa.
A su lado, el menú repleto de estrellas del festival de este año proponía a Jude Law. En el filme, interpreta al detective del FBI empeñado en acabar con la secta y su líder, al que encarna Nicholas Hoult. Para fomentar la enemistad entre sus personajes, ambos actores se mantuvieron apartados durante las primeras “cuatro o cinco” semanas del rodaje. Solo aquí en el Lido Hoult ha descubierto que Law se pasó incluso un día siguiéndole a escondidas, como habría hecho su agente. Basada en el libro de 1989 La hermandad silente, de Kevin Flynn y Gary Gerhardt, la película construye el caso poco a poco. Un robo a un banco aquí. Una explosión allá. Hasta que el investigador ata los cabos: se trata de un plan coordinado. Seis fases, copiadas de las que describe la novela supremacista Los diarios de Turner, de William Luther Pierce. Hasta el exterminio total de los no blancos.
Resulta aterradora la secuencia en que una iglesia entera grita, cada vez más encendida, “¡Poder blanco!”. Aunque quizás, todavía más, la frase que un reverendo fundamentalista le dice al líder terrorista para invitarle a ralentizar su revolución: “En 10 años tendremos miembros en el Congreso y en el Senado”. “Tristemente, su relevancia habla sola. Siempre es interesante encontrar una obra del pasado que tiene una relación significativa con el presente”, señaló Law. Con protagonistas tan extremos, la película también peca de escasa sutileza. Se limita a contar lo sucedido. Correctamente. Con tensión. Sin ideas sorprendentes. Difícil imaginar a The Order o Campo de batalla en el palmarés. Pero ambas pueden tener legítimas ambiciones comerciales. Quizás, además, recordar tantas pandemias cree anticuerpos. Para vacunar el futuro.