¡Diluvio en Pamplona!

Un monumental aguacero obliga a la suspensión de la novillada inaugural tras la muerte del segundo novillo

La plaza de Pamplona, convertida en una piscina a causa del fuerte aguacero que cayó tras la muerte del segundo novillo.(Imagen cedida por Onetoro)

Una monumental tromba de agua que comenzó hacia las nueve menos cuarto de la noche obligó a la suspensión de la novillada inaugural de la feria de San Fermín antes de la salida del tercer novillo. El festejo estuvo detenido durante unos diez minutos a la espera de que amainara la lluvia, pero la presidencia decidió la suspensión a la vista del estado del ruedo, convertido en una auténtica piscina, y de la persistencia del agua.

Después de un día caluroso en la capital navarra, las primeras gotas comenzaron a cae...

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Una monumental tromba de agua que comenzó hacia las nueve menos cuarto de la noche obligó a la suspensión de la novillada inaugural de la feria de San Fermín antes de la salida del tercer novillo. El festejo estuvo detenido durante unos diez minutos a la espera de que amainara la lluvia, pero la presidencia decidió la suspensión a la vista del estado del ruedo, convertido en una auténtica piscina, y de la persistencia del agua.

Después de un día caluroso en la capital navarra, las primeras gotas comenzaron a caer cuando Alejandro Chicharro muleteaba a su primer astado, pero la lluvia arreció cuando los areneros trataban de alisar el ruedo antes de que se anunciara la salida del tercero. No hizo falta, porque el aguacero obligó a todos los presentes a buscar cobijo bajo las gradas y andanadas, y el único que permaneció en el ruedo fue el siguiente espada, Samuel Navalón, que hacía señales al palco para que ordenara la continuación del festejo.

Con buen criterio, el presidente no le hizo caso y decidió esperar con la esperanza de que cesara la lluvia y pudiera reanudarse la lidia; pero no fue posible, el agua caía cada vez con más fuerza, el ruedo se tornó impracticable y pasadas las nueve de la noche se anunció la suspensión del festejo.

Hasta entonces, se habían lidiado dos novillos, justos de presentación, de muy desigual juego en los caballos, muy nobles ambos, con movilidad y escasa calidad.

Jarocho había llegado a Pamplona precedido de una lógica expectación tras su salida a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas el pasado San Isidro, y, ciertamente, volvió a demostrar que le adornan meritorias cualidades toreras con capote y muleta, aunque no fuera capaz de emocionar a los tendidos en ningún momento de la lidia. Recibió a su oponente con una larga cambiada de rodillas en el tercio y airosas verónicas, que repitió, después, en un quite. Comenzó la labor de muleta con ayudados por alto de buen gusto, y en tres tandas con la mano derecha dijo que le adornan maneras toreras, aunque la faena no levantó el vuelo por el poco celo del noble novillo. Alargó Jarocho la faena, lo que dio lugar a que el animal se viniera arriba y mostrara mejor clase por el pitón izquierdo, lo que no fue aprovechado por el torero como la ocasión merecía. Después, dio un mitin con la espada y lo emborronó todo.

También se hincó de rodillas Alejandro Chicharro para recibir con un farol al segundo de la tarde, que no fue picado y salió suelto de la suerte. Muy decidido, el novillero inició el tercio final también de hinojos en el centro del ruedo, y allí aguantó la codicia del novillo en tres derechazos violentos que acabaron en un desarme. Chicharro es novillero con oficio, hecho, quizá, para la alternativa, y tampoco acabó de romper con una labor técnica y fría ante un animal repetidor. En un intento de levantar los ánimos del público, pretendió finalizar una tanda sacándose al novillo por la espalda, lo que le supuso una espectacular voltereta de la que salió ileso de milagro. También falló con la espada cuando había llamado la atención del público con unas ajustadas bernadinas, y todo quedó en silencio.

Para entonces, ya había comenzado a llover y las nubes negras amenazaban un tormentón de categoría, como así ocurrió.

El tercer espada de la tarde, Samuel Navalón, solo tuvo la oportunidad de soltar los nervios en un quite por caleserinas en ese novillo; sus insistentes ruegos a la presidencia no pudieron ser atendidos por un elemental sentido común, y tanto él como todas las cuadrillas se pusieron calados hasta los huesos, como era lógico ante el gran diluvio que cayó a esa hora en Pamplona.

Pincha / Jarocho, Chicharro, Navalón

Dos novillos de Pincha, justos de presentación, desiguales en varas, nobles, con movilidad y de escasa clase. 

Jarocho: tres pinchazos, dos estocadas atravesadas que hacen guardia -aviso- y un descabello (silencio).

Alejandro Chicharro: pinchazo, bajonazo y tres descabellos (silencio). 

Samuel Navalón  

Plaza de Pamplona. 5 de julio. Primer festejo de la Feria de San Fermín. La presidencia ordenó la suspensión a la muerte del segundo novillo a causa de un fuerte y persistente aguacero. Tres cuartos de entrada. 


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