CONVERSACIONES A LA CONTRA

Pedro Bravo: “Hoy si estás callado parece que molestas”

El periodista y escritor ha publicado ‘¡Silencio!’, un sosegado ensayo contra todo el ruido que nos rodea

Pedro Bravo, el 8 de febrero en el 'coworking' Espíritu 23, en Madrid.Álvaro García

Periodista, guionista y autor de ensayos, ficción y podcasts, no es precisamente Pedro Bravo (Madrid, 51 años) de los que se callan y, sin embargo, acaba de publicar ¡Silencio! Manifiesto contra el ruido, la inquietud y la prisa (Debate), una sosegada reflexión contra el ruido que invita hablar menos y escuchar más. No se trata, como advierte su contraportada, de un libro de autoayuda, aunque gracias a su estilo ameno y su vocación divulgativa sí puede servir de tabla...

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Periodista, guionista y autor de ensayos, ficción y podcasts, no es precisamente Pedro Bravo (Madrid, 51 años) de los que se callan y, sin embargo, acaba de publicar ¡Silencio! Manifiesto contra el ruido, la inquietud y la prisa (Debate), una sosegada reflexión contra el ruido que invita hablar menos y escuchar más. No se trata, como advierte su contraportada, de un libro de autoayuda, aunque gracias a su estilo ameno y su vocación divulgativa sí puede servir de tabla de salvación en estos tiempos en los que el follón que nos rodea apenas nos permite escucharnos a nosotros mismos. Él reconoce que le ha tentado quedarse callado. “Pero me pareció oportuno plantear cuestiones que sirven para darse cuenta de que hay otra forma de pasar por la vida”.

Pregunta: ¿Por qué no hacer como John Cage con 4′33′' y dejar el ensayo en blanco?

Respuesta: El ejercicio de John Cage sigue siendo muy válido. Lo que hizo con esa obra, dejar la partitura en blanco y que no se oyese nada más que el sonido ambiente durante ese tiempo, no solo demuestra que el silencio absoluto es imposible, también lo que nos cuesta enfrentarnos al reto de la pausa, del vacío. El libro, aunque breve, está lleno de texto, claro, pero lo que intento con él es demostrar que el silencio es beneficioso. Callar, parar, observar, escuchar es sano; ahora mismo, más que nunca.

P. Dice que la quietud es una forma de moverse, de ser nosotros. ¿El movimiento nos roba la identidad?

R. Nos decimos a nosotros mismos que, como especie, estamos hechos para movernos, para descubrir, para avanzar y, sin embargo, lo que más nos cuesta es la quietud y el silencio. Mi tesis es que ese silencio y esa quietud son acciones de resistencia y, por tanto, son una forma de movimiento. Y que, si las ponemos en práctica, quizá descubramos otra forma de ser nosotros mucho más armónica y equilibrada.

P. Sus reflexiones sobre el silencio le llevan inevitablemente a volver una y otra vez al ruido. ¿Qué es el ruido para usted? ¿Podemos vivir sin él?

R. El ruido son esos sonidos de baja fidelidad que soportamos cada día en las ciudades, y a veces también en el campo, y que nos enferman y nos impiden apreciar un montón de cosas que nos reconcilian con nuestro ser. Son los pensamientos que nos inquietan y nos hacen distorsionar la realidad. La velocidad inhumana y la ansiedad que impone el modelo económico. Los contenidos diseñados para engancharnos que nos sueltan las empresas de la industria de la atención. ¿Podemos vivir sin el ruido? Si queremos vivir más tranquilos, yo diría que sí.

P. Señala que las redes sociales nos han convertido en personas-marca que ven en los demás a la competencia. ¿Eso no da un poco de miedo?

R. Bueno, no son solo las redes sociales. La evolución del modelo económico nos ha llevado a ser cada vez más individualistas y narcisistas. Con el surgimiento de las redes y de otras armas de la economía de la atención, ese proceso se ha acelerado. Ahora somos miles de millones de yoes incapaces de escuchar y tratando de sobresalir unos por encima de otros. No solo da miedo, además es aburridísimo.

Con el surgimiento de las redes y de otras armas de la economía de la atención, ahora somos miles de millones de yoes tratando de sobresalir unos por encima de otros

P. ¿Las ciudades se han convertido en un sitio inhabitable?

R. Para mucha gente, sí. Crece la desigualdad, la exclusión, y aumentan el ruido, la inquietud, la ansiedad. Pero no solo en las ciudades. Lo que llamamos el campo, lo rural, también está dominado por el modelo que se impone desde la ciudad, trabaja para él en las mismas condiciones de explotación. Se está poniendo complicado vivir bien, que para mí es sinónimo de vivir tranquilo.

P. ¿Es el silencio una ideología anticapitalista?

R. El silencio es una herramienta de resistencia. Para mí es algo mucho más disruptivo, transversal, profundo y complejo, siendo al mismo tiempo un concepto muy simple. ¿Es anticapitalista? Ahora mismo, yo diría, parafraseando a Eskorbuto, que es anti-todo. Al menos anti-todo lo que no es natural y, por lo tanto, humano.

P. ¿Ha llegado a sentir esa discriminación que sufren los introvertidos de la que habla en el libro?

R. No sé si discriminación, pero sí incomodidad. Hoy uno tiene la sensación de no ser entendido, de ir contracorriente, de estar molestando precisamente por estar callado. Buena parte de nuestras sociedades han ido tendiendo a la exhibición y la cháchara y excluyendo a quien, por temperamento, no es así. Ocurre en las escuelas, en los trabajos, en el ocio… Dejar a la gente ser como es, escucharla, es una estupenda forma de aprender cosas nuevas.

Dejar a la gente ser como es, escucharla, es una estupenda forma de aprender cosas nuevas

P. El libro dice cosas como que la obsesión humana por encontrar soluciones es una parte del problema, pero a la vez hace un gran esfuerzo por no caer en el fatalismo. ¿Podemos ser optimistas?

R. Lo que sostengo es que el optimismo es una especie de imposición, una doctrina de la religión económica que nos impide desviarnos de la ruta marcada. Creemos que vamos por el mal camino pero estamos convencidos de que, como en los relatos de ficción, vendrá alguien o algo a salvarnos. Algo o alguien salido del mismo sistema que nos ha traído hasta aquí. Quizá la única forma de ser optimista sea empezar siendo pesimista, es decir, no negar lo evidente

P. Tras la lectura del libro dan ganas de salir huyendo, hasta que te das cuenta de que tampoco sabes bien a dónde huir. ¿Dónde hay que ir?

R. Como primer paso, al silencio, a la pausa, a la calma, a la observación, a la escucha. A la atención. Y, de ahí, a lo que esta nos descubra.

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