Frans Hals: 27 tonos de negro y una gran sonrisa

La antológica organizada por el Rijksmuseum de Ámsterdam recupera al pintor del barroco holandés cuya pincelada suelta sedujo al impresionismo

'Banquete de los oficiales de la Guardia Cívica de San Jorge' (1616), óleo sobre lienzo de Frans Hals.Museo Frans Hals

El museo nacional de arte e historia de Países Bajos, Rijksmuseum, ha extendido una alfombra y varias paredes azules para recibir a Frans Hals (1582-1666). El pintor del barroco holandés, de los 27 tonos de negro y de las sonrisas del siglo XVII, es objeto de una ambiciosa muestra que retrata a la sociedad de la época. Hay hombres serios y poderosos, con nombre y apellido, captados con precisión de orfebre. Y hay ...

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El museo nacional de arte e historia de Países Bajos, Rijksmuseum, ha extendido una alfombra y varias paredes azules para recibir a Frans Hals (1582-1666). El pintor del barroco holandés, de los 27 tonos de negro y de las sonrisas del siglo XVII, es objeto de una ambiciosa muestra que retrata a la sociedad de la época. Hay hombres serios y poderosos, con nombre y apellido, captados con precisión de orfebre. Y hay gente anónima cuyos gestos parecen guiar cada pincelada con un estilo ágil y realista que entusiasmó a los impresionistas. Después del éxito de la retrospectiva dedicada el año pasado a Vermeer, el museo acoge por primera vez a Hals, un vanguardista del arte europeo del momento.

Los 27 tonos de negro sobre negro sobre negro del artista los vio Vicent van Gogh. Dada la pasión con que este abordaba su oficio, es posible que hasta los contase uno por uno. “Es significativo, porque el color no es lo que más resalta en los trabajos dedicados a Hals por los historiadores del arte. Pero a colegas como Van Gogh, Monet y Manet les maravillaba”, dice Friso Lammertse, conservador de pinturas del siglo XVII, del Rijksmuseum. “Todo el mundo iba de negro en la sociedad pudiente y los trabajados vestidos de sus cuadros están llenos de matices”, añade.

El color bruno compite también con el dorado en óleos como Retrato de Catharina Hooft con su niñera (1619). Era una niña de tres años que se casó a los dieciséis con Cornelis de Graeff, estadista, diplomático y uno de los alcaldes más influyentes de la capital holandesa. El oro del vestido de la pequeña parece dominar la escena hasta que el espectador repara en su sonrisa y la de su aya. “Es como si Hals fuera capaz de anticipar el cambio de expresión de sus modelos, y también el movimiento, y eso no había pasado antes”, dice Lammertse.

'Retrato de Catharina Hooft con su enfermera' (1619-20), óleo sobre lienzo de Frans Hals.Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie

Plantado frente al Retrato de Willem van Heythuysen (1625), el experto explica el porqué de la diferencia de postura de las damas y caballeros que recorren la exposición. Van Heythuysen fue un comerciante de hilos que posa como un aristócrata: de cuerpo entero, con un pie adelantado y una espada. “Los hombres podían hacerlo todo y querían ver reflejada en el lienzo la etiqueta de la época. Ellos no tenían cortapisas y ellas estaban dentro”, apunta el conservador. Entre el desfile de señoras elegantes con sus manos juntas o separadas, pero siempre recatadas, destaca el Retrato de Cunera van Baersdorp (1625). Era la hija del alcalde de la ciudad holandesa de Leiden, y se cree que es la única mujer en la obra de Hals que posa con un brazo apoyado en la cintura. Parece poco, pero es casi una declaración de principios.

Sí hay un elemento que altera en cierto modo la quietud impuesta a burguesas y aristócratas por las normas sociales. Es la cofia que llevan todas. El artista no siempre fechaba sus cuadros, y la evolución de la moda de este adorno ha sido muy útil para acertar con el año en que fueron ejecutados. “Cambiaban como pasa ahora con otras prendas, sin parar, cada poco tiempo. Y hemos podido fechar óleos en un lapso de cinco años gracias a la evolución de los tocados femeninos”. Entre las 48 telas reunidas para la exposición hay cofias blancas grandes y pequeñas, todas erizadas de puntillas. Solo una está adornada con una cenefa rosa y aparece en un Retrato de pareja (1622), de los novios Isaac Massa y Beatrix van der Laen. Ella pone su mano sobre el hombro de él y ambos miran felices.

Dos retratos de Frans Hals, en la exposición del Rijksmuseum.Albertine Dijkema (Rijksmuseum)

Frans Hals nació en Amberes cuando la ciudad formaba parte del Reino de España. Su familia emigró al norte, a los actuales Países Bajos, y se instalaron en Haarlem, donde cuenta hoy con un museo dedicado en exclusiva a su obra. Se casó dos veces, tuvo al menos 14 hijos y vivió hasta los 84 años. Empezó su carrera con los tradicionales retratos de grupo de las milicias cívicas ―similares a La ronda de noche, de Rembrandt― y quedó clara enseguida su maestría para el retrato. En la muestra hay tres ejemplos de esta clase y el rostro de cada uno de los oficiales está trabajado como si fuese una pieza suelta. “Eran unos temas muy populares en el arte holandés, y Hals es el primero que consigue un efecto natural en los sujetos pintados. Pero también plasmaba a gente de la calle, y debía pasear por Haarlem a menudo en busca de modelos”, asegura Lammertse. Y aquí es donde aparecen las sonrisas.

La espontaneidad de la pincelada está a la altura de las risas de niños al aire libre. Ocurre en Joven pescador (1638) y Joven pescador riendo (1630); el segundo, candidato seguro para una ortodoncia en el siglo XXI. Hals pinta su sonrisa irregular de manera atractiva y empática, y pasa lo mismo con el rostro feliz de Niño riendo (1630). La muestra destaca El alegre bebedor (1629), y es la que recibe al visitante, con sus mejillas enrojecidas, la mano derecha saludando y una copa de vino blanco en la otra. Si bien domina el amarillo de la casaca, el sombrero negro llama la atención. “Tanto este cuadro como los de niños y mujeres anónimos eran piezas de género. Los modelos no podían comprarlas, pero a los ricos les gustaban mucho”, señala el mismo experto.

'Malle Babbe' (alrededor de 1640), óleo sobre lienzo de Frans Hals.Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie

En una de las salas cuelgan otros dos ejemplos de estos trabajos: Malle Babbe (1640) y La bohemia (1632). La primera es una mujer mayor que pudo haber sido bebedora o padecer una enfermedad mental. De ahí su apelativo: Barbara (Babbe) la Loca (Malle). En realidad, se llamaba Barbara Claes y la tomaban por desequilibrada dados sus problemas. Su mueca contrasta con la expresión del otro cuadro, con una muchacha en plenitud. Lleva el cabello suelto y una blusa escotada, y la atención se centra en su busto, que muestra con pícara naturalidad.

Hals tenía un estudio y cinco de sus hijos pintaban también. La obra del padre ronda los 200 cuadros, aunque no hay consenso sobre la cifra exacta. También hay diferencias en la calidad de algunos lienzos, y eso supone un problema de atribución en algunos casos porque apenas firmaba. La muestra ha viajado desde Londres, donde debutó en 2023, y Taco Dibbits, director del Rijksmuseum, hace esta distinción entre los tres grandes maestros holandeses: “Rembrandt es la emoción de la condición humana. Vermeer, la quietud. Frans Hals, el movimiento, y acabas sonriendo ante la libertad de su pincelada”. Abierta hasta el 9 de junio en Ámsterdam, la exposición viajará después a la Gemäldegalerie alemana, en Berlín.

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