Otra devaluada Puerta del Príncipe para Tomás Rufo
Meritoria tarde del torero toledano, con Manzanares por debajo de sus toros y el lote menos lucido para Pablo Aguado
Da la impresión de que el primero que ha devaluado el prestigio de La Maestranza es el palco presidencial. Este jueves, le ha concedido a Tomás Rufo las dos orejas de su encastado y codicioso primer toro, y una hubiera sido suficiente; y no porque el torero no estuviera digno, que lo estuvo y mucho, pero no a la altura exigida por ese animal que se comía la muleta y derrochó una raza desbordante que superó a su lidiador. Además, la estocada cayó desprendida. Pero ese no es el caso: el asunto es que la Puerta del Príncipe ...
Da la impresión de que el primero que ha devaluado el prestigio de La Maestranza es el palco presidencial. Este jueves, le ha concedido a Tomás Rufo las dos orejas de su encastado y codicioso primer toro, y una hubiera sido suficiente; y no porque el torero no estuviera digno, que lo estuvo y mucho, pero no a la altura exigida por ese animal que se comía la muleta y derrochó una raza desbordante que superó a su lidiador. Además, la estocada cayó desprendida. Pero ese no es el caso: el asunto es que la Puerta del Príncipe es la justa recompensa a la excelencia, a la matrícula de honor, pero no para un notable.
Y Tomás Rufo, que tiene por delante un extraordinario futuro, que se entrega de principio a fin, que intenta torear con hondura y mata con enorme decisión, no protagonizó en ese toro una actuación para los máximos trofeos. Y la culpa, en este caso, es única y exclusivamente del presidente.
Quede claro que nunca estuvo por debajo de su oponente, pero claramente no le ganó la partida. Trazó buenas verónicas en el inicio, comenzó el tercio de muleta de rodillas y dibujó después dos tandas con la mano derecha muy dignas, pero en las que sobresalió la codicia del animal; a continuación, otra de largos naturales y, a partir de ahí, el toro siguió embistiendo y la tauromaquia de Rufo se difuminó. Está claro que domeñar la casta es una empresa harto dificultosa, y el comportamiento de ese toro lo evidenciaba. Con la estocada dentro tomó el camino de los medios y allí se derrumbó.
Andrés Revuelta y Fernando Sánchez saludaron tras banderillear al sexto, un nobilísimo animal tullido en el tercio de muleta. Rufo supo mantenerlo en pie, lo muleteó con elegancia y hondura en algunos momentos, y aunque a la faena le faltó intensidad, sobresalieron las buenas maneras del torero toledano, escenificadas al final por un enorme pase de pecho. No importó que la espada cayera algo caída. Se lo llevaron a hombros, y esta es la segunda vez que ve el río Guadalquivir desde La Maestranza, pues el año pasado también alcanzó este honor en su debut sevillano.
Quede claro que hace tiempo que Tomás Rufo huele a torero grande, y lo será con la suerte que se le desea, pero la Puerta del Príncipe debe ser guardada para ocasiones muy especiales, y hoy no ha sido el caso.
No llegó Manzanares con ese sueño triunfal; al menos, no lo demostró en la lidia de sus dos toros, en los que se le vio sin ideas claras, abotargado, desinflado, con el aire de la derrota en su semblante. Su primero también desarrolló casta y codicia, y por allí anduvo Manzanares en tandas muy cortas, incapaz de amoldar su toreo a la embestida. Era un toro molesto, como todos los encastados, y el torero no escondió su disgusto. El cuarto era blando en exceso y no pasó nada.
Como tampoco ocurrió en el lote de Aguado. El buen corte de este torero no le sirvió de nada ante el rajado, apagado y deslucido sobrero. Con airosas verónicas recibió al quinto, brindó al público, comenzó por ayudados muleta en mano, un molinete con sabor después y derechazos anodinos. El animal se apagó pronto y todo se redujo a la nada.
Lo más sobresaliente es que se ha abierto por cuarta vez en esta feria la puerta de los sueños, y solo una de ellas, la de ayer, protagonizada por Morante, estaba justificada. El asunto debe llamar a la reflexión.
Jandilla/Manzanares, Aguado, Rufo
Toros de Jandilla-Vegahermosa -el segundo, devuelto, y sustituido por otro del mismo hierro-, bien presentados, mansurrones, blandos, nobles y con clase, a excepción del sobrero, deslucido y rajado
José María Manzanares: estocada -aviso- (ovación); cuatro pinchazos y estocada (silencio).
Pablo Aguado: estocada atravesada y desprendida (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Tomás Rufo: estocada desprendida (dos orejas); estocada (oreja). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
Plaza de La Maestranza. 27 de abril. Undécima corrida de abono. Más de tres cuartos de entrada en tarde de mucho calor.