Jaime Figueroa, ventrílocuo: “Con un muñeco en la mano puedes decir cosas políticamente incorrectas e incluso regodearte”

Especialista también en magia cómica, es uno de los pocos renovadores de una disciplina en decadencia que hizo furor el siglo pasado

El mago y ventrílocuo Jaime Figueroa posa con uno de sus muñecos en la platea del Teatro Circo Price, el 16 de marzo.Foto: ÁLVARO GARCÍA

Dos de las personas más famosas en los años setenta y ochenta en España eran los ventrílocuos Mari Carmen y José Luis Moreno. Hoy, sin embargo, son muy pocos los artistas que cultivan el arte de hablar entre dientes. Jaime Figueroa (Madrid, 36 años) es uno de ellos y se ha propuesto renovar la disciplina con sofisticados espectáculos en los que no solo conversa con muñecos, sino también con objetos, insectos o voces del más allá. Hasta se atrevió a representar a Hamlet charlando con su calavera en el ...

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Dos de las personas más famosas en los años setenta y ochenta en España eran los ventrílocuos Mari Carmen y José Luis Moreno. Hoy, sin embargo, son muy pocos los artistas que cultivan el arte de hablar entre dientes. Jaime Figueroa (Madrid, 36 años) es uno de ellos y se ha propuesto renovar la disciplina con sofisticados espectáculos en los que no solo conversa con muñecos, sino también con objetos, insectos o voces del más allá. Hasta se atrevió a representar a Hamlet charlando con su calavera en el Festival de Teatro Clásico de Almagro de 2017. Hoy, jueves, estrena en el Circo Price de Madrid su nuevo trabajo, Ventrílocuo, hasta el domingo, 26, en el que rinde homenaje a los hermanos Wenceslao y Felipe Moreno, que fueron grandes estrellas en los años cincuenta del siglo pasado, además de tíos del citado José Luis Moreno. Wenceslao tiene hasta una calle con su nombre en Nueva York.

Pregunta. ¿Qué ha pasado para que la ventriloquía se vea hoy como una disciplina desfasada?

Respuesta. Precisamente por la desaparición de aquellos dos referentes que eran José Luis Moreno y Mari Carmen. Coparon la disciplina y posiblemente la agotaron. Si hubiera habido otros como ellos o gente que lo hubiera hecho de otra manera, posiblemente hoy habría más ventrílocuos. Tiene que ver también con la tradición. En Latinoamérica y Estados Unidos hay muchos más referentes y la ventriloquía se mantiene muy viva.

P. Y a usted, ¿por qué le dio por dedicarse a esto tan pasado de moda?

R. Por la magia. Como a la mayoría de los niños, cuando era pequeño me fascinaba. Pero solo unos pocos seguimos enganchados cuando nos hacemos mayores. No sé si porque somos más locos o quizá por idealismo. A eso se unió otra obsesión: me encantaban las marionetas. Y como en el mundo de la magia es bastante común la ventriloquía y además yo opté por la magia cómica, todo acabó confluyendo.

P. ¿Cuántos ventrílocuos profesionales hay ahora en España?

R. Se pueden contar con los dedos. Hay pocos lugares donde podamos actuar, ya casi ni siquiera en salas de fiestas. Y en el circo te sueles encontrar números sueltos, pero no espectáculos completos como los que yo hago.

P. Si se piensa bien, eso de hablar con muñecos es muy loco. ¿Por qué hace tanta gracia?

R. Porque es un juego irresistible. Hasta la persona más insensible o que lleve 40 años sin jugar se deja llevar si le ponen con su nieto o su nieta a hablar con un peluche. En el fondo, es una forma de comunicarnos con los demás. Los seres humanos estamos programados para encontrar al otro incluso en sitios donde no está el otro.

P. Aquellos muñecos de José Luis Moreno y Mari Carmen soltaban tacos, insultaban y decían burradas. ¿La ventriloquía es una buena manera de decir cosas políticamente incorrectas sin que nadie se ofenda?

R. Absolutamente. Y con más impunidad que cualquier otro cómico, porque el ventrílocuo suele asumir el papel de censor del muñeco. A cualquier persona tú le pones en la mano una marioneta y lo primero que se le ocurre es decir alguna barbaridad.

P. ¿Por qué?

R. Porque las marionetas y los títeres son máscaras que te dan la posibilidad de ser otro. Y no es una máscara que te pongas directamente sobre la cara, que sería lo evidente, sino que es una máscara más sofisticada que extrapola una parte de ti. Y entonces se produce una sinceridad artística y una poética que el público acepta y premia. Con un muñeco en la mano puedes decir cosas políticamente incorrectas e incluso regodearte en ello.

P. O sea, ¿no hay límites para un ventrílocuo?

R. Yo todavía no los he encontrado. Mis preocupaciones tienen más que ver con crear momentos divertidos y potentes. De hecho, yo hablo poco con muñecos. Trabajo más con objetos, voces que vienen de lejos, voces interiores, situaciones… Es más minimalista.

P. ¿Es una manera de poner al día la disciplina?

R. Es algo más bien cíclico. Fíjate: aunque hoy la imagen que tenemos de un ventrílocuo siempre va asociada a un muñeco, lo cierto es que el matrimonio entre ventriloquía y muñeco es relativamente reciente. Así que, paradójicamente, lo que se lee ahora como contemporáneo es lo que se hacía hace 200 años, cuando los ventrílocuos iban solos a los teatros y hablaban con voces que salían de otra habitación o imitaban animales, por ejemplo.

P. ¿Por ahí va el futuro de la ventriloquía?

R. En realidad, un arte popular nunca se queda viejo. Se quedan viejas las formas. O sea, la imagen de la sala de fiestas, de la lentejuela. Pero si lo vistes de otra manera, con un lenguaje actual, el humor y los problemas de hoy, pues es plenamente contemporáneo. Lo que pasa es que como no hay escuelas ni academia, no hay revisión. La hacemos unos pocos de manera aislada, por eso parece que somos gente desfasada.

P. Pero admita que un personaje como el cuervo Rockefeller de José Luis Moreno, por ejemplo, sería hoy difícil de tragar.

R. Es interesante pensar en ello. ¿Ha cambiado tanto la sociedad como para que no pudiera existir un personaje como ese? Yo creo que no. Porque para empezar, siempre estaba el ventrílocuo censurándolo. Y además, la esencia de Rockefeller es que era un libertario. Se metía con el poder y era muy crítico. Yo creo que tendría su lugar. Cambiaría un poco en la forma, pero no en el fondo.

P. ¿Hay que tener habilidades especiales para ser ventrílocuo?

R. Físicamente, ninguna. Lo de no mover los labios es una cosa que se entrena. Casi todas las palabras se pueden decir sin abrir la boca. Las más difíciles son las bilabiales: mamá, biblioteca. Pero inténtalo con esta frase: “Tengo cistitis”. ¿A que es fácil? Invito a los lectores a hacer la prueba.

P. Entonces, ¿qué es lo difícil?

R. Lo difícil es inventar buenos diálogos, situaciones cómicas y personajes interesantes. Por eso es muy importante el manejo de la voz. Tienes que crear una comunidad de voces y formas de expresión que puedan convivir en un espectáculo.

P. ¿Se inspira en voces de personas reales?

R. Es una de mis técnicas. Me fijo en cómo habla gente que conozco y que me hace gracia. Pero no son imitaciones, son puntos de partida.

P. Y a usted, ¿qué le dicen cuando cuenta que es ventrílocuo?

R. Ah… ¿pero eso todavía existe?

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