Raquel Andueza, soprano: “Los ‘talent shows’ pueden hacer mucho daño”
Cantante de un grupo de barroco con el que prepara su octavo disco, escribe un libro sobre el cuidado de la voz y es aficionada a buscar en viejos archivos música que aún no ha sido interpretada para darle vida
La dulce voz de Raquel Andueza te conforta cuando habla. La soprano pamplonesa encabeza desde 2010 el grupo de barroco Raquel Andueza y la Galanía, con el que prepara su octavo disco, mientras escribe “un libro sobre la importancia de la voz y de su cuidado”. Lo dice quien casi perdió la suya hace siete años en un accidente de tráfico que le giró la laringe. Dos profesoras en Italia, Lisa Paglin y Marianna Brilla, la ayudaron a recuperar su canto. Andueza...
La dulce voz de Raquel Andueza te conforta cuando habla. La soprano pamplonesa encabeza desde 2010 el grupo de barroco Raquel Andueza y la Galanía, con el que prepara su octavo disco, mientras escribe “un libro sobre la importancia de la voz y de su cuidado”. Lo dice quien casi perdió la suya hace siete años en un accidente de tráfico que le giró la laringe. Dos profesoras en Italia, Lisa Paglin y Marianna Brilla, la ayudaron a recuperar su canto. Andueza es presidenta de la Asociación de Grupos Españoles de Música Antigua (GEMA) y directora artística de la Semana de Música Antigua de Estella (Navarra), que lleva 53 ediciones.
Pregunta. ¿Por qué se ha dedicado a la música antigua?
Respuesta. Desde pequeña tuve inclinación por ese repertorio sin saber lo que era. Le pedía a mi hermana pianista que tocara “el libro azul”, que era Bach; cantaba en una escolanía y me gustaba el renacentista Cancionero de Palacio. Y cuando escuché El lamento de la ninfa, de Monteverdi, tuve claro que quería dedicarme a eso.
P. ¿Cómo definiría esa música?
R. Es difícil porque abarca del siglo VIII al XVIII. Yo lo que más hago es de la primera mitad del XVII y música italiana, en la que priman los afectos y cada canción es casi una ópera en sí misma. Es contar más que cantar. Una música directa, sin mucha sofisticación, que la hace conectar con la gente.
P. Usted también busca partituras en bibliotecas y archivos.
R. Se conserva música en archivos, bibliotecas y palacios que no ha sido interpretada. Es mi labor de reivindicar ese patrimonio, una música que necesita de nosotros para cobrar vida. No la valoramos igual que una catedral o unos tapices, cuando es la banda sonora de ese patrimonio. Además, hay algo de romanticismo en esa labor de búsqueda, el olor del manuscrito, el tacto…
P. También da clases.
R. Enseño a la gente a usar su voz de la manera más eficaz y saludable posible, tanto para cantar como para hablar, porque al final la mecánica de fonación es la misma.
P. ¿Por eso dice que la base de cantar es hablar de una manera normal?
R. Como dicen mis maestras, cantar es hablar legato, un término que significa unido, pegado. Cuando hablamos, las sílabas, que son notas musicales, están “desordenadas”, pero se convierten en música en el momento en que las unimos. [Y entona]: Que-las-unimos, que-las-unimos. ¿Lo ves? Estamos todo el día cantando sin saberlo.
P. ¿Cómo ha afectado la pandemia a nuestras voces?
R. En febrero de 2021 vi en la BBC que los cantantes de la English National Opera daban clases gratis a personas con problemas de respiración en la pandemia, así que me dije que iba a hacer lo mismo, altruistamente. Coloqué un anuncio en Twitter para un taller y en minutos estaba lleno y con lista de espera. Se trata de enseñar a gestionar el aire, y ante la continuidad que ha tenido decidí abrir en Pamplona el Centro Integral de la Voz y la Respiración (Civyr).
P. ¿Qué alimentos y bebidas son buenos o malos para nuestra voz?
P. También está lo que respiramos… la contaminación. Nos viene muy mal el aire acondicionado y las calefacciones por aire, reseca muchísimo. Evidentemente, el tabaco. Los lácteos, que producen mucosidad. Y viene bien dormir bien, no gritar, no hablar por encima de otros y no enfadarse, porque produce tensión.
P. Se muestra crítica con los programas de televisión para nuevos talentos.
R. Cuando veo a niños y niñas de cinco años rompiéndose la voz intentando cantar como si tuvieran 25, no soy capaz de verlo. Me sale decirles: “¡Ay, cariño, cállate!”. Tienen que sonar a niños de cinco años, como un bajo de 22 tiene que sonar a esa edad y no a uno de 47… Tenemos que ser coherentes con el tamaño de nuestro cuerpo y la dimensión de nuestras cuerdas vocales.
P. ¿Y sobre lo que dicen los jurados de esos espacios?
R. Estamos instalados en la cultura del grito, en la moda de cantar como si nos tuviéramos que desgañitar, así que es difícil pensar de otra manera. Pero no puedo aplaudir sus comentarios porque con los niños se parte de una base errónea, ponerlos fuera de su condición natural. Los talent shows pueden hacer mucho daño. Además, ofrecen una fama acelerada que no se sostiene en el mercado porque no hay cabida para tantos artistas.
P. ¿Esa “cultura del grito” está también en los profesionales?
R. En el pop, en la ópera… hacemos un esfuerzo sobrehumano porque todo tiene que ser fuerte, abrir mucho la boca con gestos que producen tensión. También sucede en el día a día, cuando vamos a un restaurante con música, a una tienda de ropa con música… tenemos que hablar por encima del ruido, vivimos en ciudades con mucha contaminación acústica.
P. Hay estrellas que suenan igual porque usan autotune.
R. Hay cantantes que intentan imitar a otros que graban con autotune. Las voces naturales imitando a las máquinas. Es aberrante. Todo se robotiza y se pierde la esencia de la voz. Entonces, ¿qué hace falta, solo una cara bonita que baile y el robot hace el resto?
P. ¿Entonces en un estudio de grabación hasta una grulla afónica puede cantar bien?
R. Tú puedes emitir una nota y el autotune te sube y baja en la escala musical, es como un lifting vocal.
P. Cuando escucha a alguien, ¿qué le dice su voz?
R. La voz define quiénes somos y cómo estamos, si una persona es tímida, si está triste… Podemos mentir de muchas formas, pero con la voz es difícil. Las frecuencias de la voz tienen forma de onda y chocan con el receptor, así que de manera invisible nos tocamos con la voz, acariciando o pegando a esa persona. Es algo precioso e íntimo.