Miley Cyrus escribe una carta de amor propio en el intransferible ‘Endless Summer Vacation’
La estadounidense edita un disco donde se desprende de influencias y es más ella que nunca
“Qué buen momento para ser fan de Miley Cyrus”, escribió el columnista de Rolling Stone Rob Sheffield hace un par de días ante la perspectiva del nuevo trabajo de la estadounidense. Tan solo se había dado a conocer Flowers, el suave tema disco donde Cyrus se muestra resiliente para superar una relación insana (hola, Liam Hemsworth), pero solo con esos tres minutos y ...
“Qué buen momento para ser fan de Miley Cyrus”, escribió el columnista de Rolling Stone Rob Sheffield hace un par de días ante la perspectiva del nuevo trabajo de la estadounidense. Tan solo se había dado a conocer Flowers, el suave tema disco donde Cyrus se muestra resiliente para superar una relación insana (hola, Liam Hemsworth), pero solo con esos tres minutos y 20 segundos ya se auguraba algo importante. Y Endless Summer Vacation es un buen trabajo, el más intransferible de Cyrus (es ya el octavo), el que define a una artista pop total.
Cyrus cumplió el pasado noviembre 30 años; lleva desde los 13, cuando se metió en la piel de la preadolescente country Hannah Montana, en un escaparate mediático que no tiene voluntad de mostrarse indulgente. Seguramente Cyrus se ha visto forzada a gestos exagerados para quitarse sambenitos que le adjudicaron: la chica Disney, la ídolo adolescente de la América blanca, la hija del hortera Billy Ray Cyrus. Se fijó en modelos de mujeres poderosas y los intentó seguir: quería ser Joan Jett, Lana del Rey, Dolly Parton o Courtney Love. Con su primer álbum en tres años (Plastic Hearts se publicó en 2020), Endless Summer Vacation, por fin es ella.
No es casualidad que el disco se abra con Flowers y se cierre con Wonder Woman, dos canciones que apelan al amor propio femenino para demoler clichés y superar situaciones adversas. Habla de las suyas y lo canta con profundidad. “Es una mujer maravillosa, sabe lo que le gusta y nunca muestra que está rota, solo cuando llora”, entona en Wonder Woman. La primera parte del disco continúa con Jaded, un refrescante medio tiempo donde estalla la voz macarra de Cyrus en un gran estribillo. Una canción que fusiona fuerza y retorcida ternura. Rose Colored Sense es directamente indie-pop, un tema que le robaría Taylor Swift para su nueva etapa. Thousand Miles (junto a Brandi Carlile) empieza como una balada convencional, pero transmuta en una psicodelia de baja intensidad. You suena hermosa, con un piano que acompaña una voz que arranca melosa para luego exhibir el tono chuleta de Cyrus.
A pesar de la versatilidad estilística, las canciones se suceden con temple y ligazón. En la segunda parte se apela al pop de sintetizadores de los ochenta (una referencia recurrente en muchos artistas actuales de éxito), caso de River, pizpireta y adherente. Sin embargo, Muddy Feet, junto a Sia, resulta cabreada y áspera: “No sé con quién demonios te crees que te estás metiendo. / Vete a la mierda, vete de mi casa con esa mierda”. Wildcard apela a la electrónica épica, y funciona. Cierre el disco con Wonder Woman, un derroche vocal de sensibilidad y garra. Hay una coda, un regalo, una versión musicalmente austera de Flowers.
Son 43 minutos en los que Miley Cyrus se reivindica como autora de fuste y subraya una personalidad ya lejos de forzados exhibicionismos más o menos efectistas. Bien por ella.