Christine Sun Kim, la artista que transforma el eco en imágenes

La estadounidense expone por primera vez en España algunos de sus creaciones sonoras, en las que visibiliza las trampas comunicativas que deben sortear las personas sordas

La artista estadounidense Christine Sun Kim, el 9 de noviembre en La Casa Encendida.estudio perplejo

Con ayuda de un poco de interpretación, el título aparentemente opaco de la exposición de la californiana Christine Sun Kim en La Casa Encendida de Madrid —Una sucesión de trampas de eco— se entiende perfectamente. La propia artista lo aclaró durante la presentación de la muestra, abierta hasta el 8 de enero de 2023 (después podrá verse otra vez, entre el 24 y el 26 de febrero, coincidiendo con las fechas de Arco). Sorda durante toda su vida, ella se expresa con los ges...

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Con ayuda de un poco de interpretación, el título aparentemente opaco de la exposición de la californiana Christine Sun Kim en La Casa Encendida de Madrid —Una sucesión de trampas de eco— se entiende perfectamente. La propia artista lo aclaró durante la presentación de la muestra, abierta hasta el 8 de enero de 2023 (después podrá verse otra vez, entre el 24 y el 26 de febrero, coincidiendo con las fechas de Arco). Sorda durante toda su vida, ella se expresa con los gestos de la lengua de signos estadounidense. Acto seguido, una de las dos intérpretes que la acompañan, sentadas en frente, traslada sus movimientos al inglés, que después otra traductora, colocada en un lateral de la sala, convierte al castellano. En esta explicación en tres actos, la introducción resulta más que elocuente: la artista estira una mano mientras la otra se dirige hacia ella en perpendicular hasta que los dedos chocan en la palma, evocando la imagen del sonido que se estampa contra un muro de silencio y rebota.

“La vida de los sordos está llena de ecos, llena de repeticiones. Aquí lo vemos en la intérprete que repite lo que yo digo, en este caso con un doble eco, porque luego hay otra intérprete”, abunda. “Por eso, gran parte de mi trabajo se centra en esa idea: me pregunto qué ocurre cuando ese eco queda atrapado”. De esa reflexión nació el vídeo de animación que da título a la exposición, A String of Echo Traps, pieza por la que la autora, cuyos trabajos de arte sonoro se exhiben por primera vez en España, recibió recientemente el XLVIII premio PIAC de la Fundación Prince Pierre de Mónaco.

El vídeo de Christine Sun Kim 'A String of Echo Traps'.galerna

Todo el trabajo de Kim, que reside en Berlín, gira en torno a conceptos como el sonido, la música y el lenguaje. Algo que, obviamente, tiene mucho que ver con su propia historia, con su experiencia y las dificultades a las que se enfrenta, pero que a la vez quiere trascender para hablar de algo más grande. Por un lado, como explica, su trabajo alude a la comunidad sorda, “a su historia de opresión y trauma y a cómo se trata de una experiencia hereditaria, que se repite generación tras generación”, pero, al mismo tiempo también quiere cuestionar “una sociedad capacitista [término que se refiere a los prejuicios contra las personas discapacitadas] e inflexible, que siempre vuelve una y otra vez sobre la misma idea”.

Igual de diáfano que aquel gesto del sonido que choca contra el muro de su mano, su vídeo expresa estas ideas de una manera transparente, algo de suma importancia para una artista que reconoce sentir un miedo permanente “a no comunicarse bien”. Sobre un fondo negro, unas motas centelleantes, como un ruido blanco dibujado, conviven con otras figuras más grandes, de formas fluctuantes, que se expanden, colisionan contra los bordes de la pantalla y vuelven a contraerse en un loop infinito. Es el eco atrapado entre cuatro paredes. Las imágenes están acompañadas de música, pero, subraya Kim, el amigo al que hizo el encargo no la compuso hasta que estuvo listo el vídeo. Es decir, que el sonido está supeditado a la imagen, y no a la inversa.

Vídeo de la actuación de Christine Sun Kim en la Super Bowl de 2020.galerna

Cada vez más reconocida en los círculos artísticos, Kim experimentó una especie de 15 minutos de fama justo antes de que estallara la pandemia. En realidad, fueron solo unos segundos, suficientes para cambiarlo todo. En 2020 recibió la invitación de la Asociación Nacional de Sordos de EE UU para participar en la Super Bowl, un acontecimiento deportivo televisado que siguen decenas de millones de espectadores. Mientras sonaba el himno nacional, con la ayuda de las indicaciones de su intérprete, la artista lo representó —de una manera tan sentida como la cantante en directo— en lengua de signos. El hecho de que la retransmisión de su actuación se cortara en apenas unos instantes generó un efecto de bola de nieve por las quejas sobre la falta de visibilidad de las personas sordas que acabó con The New York Times ofreciéndole la oportunidad de publicar un editorial. Ahora, la grabación en iPhone de aquella performance es la segunda de sus piezas que puede verse en La Casa Encendida. “Tengo que admitir que al principio fui un poco ingenua porque pensaba que iba en representación de mí misma, no de la Christine Sun Kim artista. Pero la reacción del mundo del arte me hizo darme cuenta de que todo lo que hago tiene que ver con mi práctica”, explica la creadora, que a pesar de sus reticencias iniciales a participar en un acontecimiento eminentemente republicano, masculino y blanco (ella es hija de inmigrantes asiáticos) acabó encantada con la experiencia: “Sin duda, volvería a hacerlo”.

Mural de la artista en La Casa Encendida de Madrid.galerna

La tercera obra de Kim expuesta en La Casa Encendida es un mural pintado en una de las paredes del hall. Se trata de una trasposición de gran formato de uno de sus dibujos, unas notas musicales superpuestas entre las que se leen las palabras “notación” y “transcripción”. “Es una idea relacionada con mi experiencia con intérpretes: cuando cuentan con más información de antemano, su trabajo se enfoca menos en interpretar en tiempo real y más en traducir, que es la misma diferencia que existe entre la notación musical y la transcripción”, ilustra.

Las dos mujeres que ahora la acompañan —una le traduce del inglés al lenguaje de signos y la otra devuelve sus palabras en lenguaje de signos al inglés— empezaron a trabajar con ella en Berlín, a donde se mudó después de “enamorarse”, primero de la ciudad y luego del que hoy es su marido, con quien forma “una familia de tres miembros”. “De niña siempre dibujaba, pero nunca pensé que podría dedicarme al arte”, agrega sobre su trayectoria, íntimamente ligada al activismo, aunque reconoce que su capacidad para cambiar el mundo es limitada. “He visto a personas transformadas por mi trabajo, y si uno de ellos se convierte en abogado y lucha por nuestros derechos, bienvenido sea”. A ella esa inspiración le llegó al ver que había quienes “podían dedicarse al arte sin tener otros trabajos paralelos”, lo que la animó a estudiar y después a empezar a abrirse camino como profesional en Nueva York. “Ahí me di cuenta de que, del mismo modo que utilizo la pintura acrílica o el óleo para pintar, podía usar el sonido como medio. No es fácil y tuve un montón de crisis mentales en el proceso. Pero eso está bien”, sonríe. “A veces me gusta llorar”.

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