La novelista Delphine de Vigan: “El campo político está infectado de telerrealidad”
La escritora francesa regresa a la ficción con ‘Los reyes de la casa’, un ‘thriller’ sobre los peligros y las carencias que esconde la sobrexposición de la intimidad en las redes
El desenlace de la primera edición del programa televisivo Le Loft, —la versión francesa de Gran Hermano— fue seguido con máxima atención por la familia al completo de Mélanie Claux, mientras que Clara Roussel logró verlo casi a escondidas, cuando sus padres, una pareja unida y curtida en los movimientos de protesta y manifestaciones, trataban de boicotear el programa y de liberar a los concursantes. Este es el punto de partida de las dos protagonistas de Los reyes de la casa (Anagrama), la novela de ...
El desenlace de la primera edición del programa televisivo Le Loft, —la versión francesa de Gran Hermano— fue seguido con máxima atención por la familia al completo de Mélanie Claux, mientras que Clara Roussel logró verlo casi a escondidas, cuando sus padres, una pareja unida y curtida en los movimientos de protesta y manifestaciones, trataban de boicotear el programa y de liberar a los concursantes. Este es el punto de partida de las dos protagonistas de Los reyes de la casa (Anagrama), la novela de Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, 56 años) en la que, más de una década después de aquel hito televisivo, el destino de la detective policial Clara se cruza con el de Mélanie, una madre convertida en estrella de Youtube y de las redes sociales cuya hija de seis años es secuestrada. “Yo no era adolescente, como estos personajes, sino adulta cuando se estrenó Le Loft, y me fascinó cómo fabricaban la realidad, vi todos los capítulos. Salió mientras yo terminaba Días sin hambre y tenía la idea de escribir algo en torno al programa. Esa tensión entre verdad y ficción es algo que recorre todos mis libros”, explicaba la autora el viernes en la sede del Instituto Francés de Madrid. De Vigan alta y reservada, lleva unas gafas de montura retro moderna y viste una camisa vaquera. Cabe recordar una frase teñida de ironía que incluye en su nuevo libro: “Hasta en los dramas más terribles, las apariencias cuentan”. Pero esta entrevista poco tiene de dramática, y esta autora está bien curtida en lo que a encuentros con periodistas se refiere.
En su primer libro, Días de hambre —firmado inicialmente con pseudónimo, aparecido en Francia en 2001 y en España en 2013, en Anagrama como todos sus libros en castellano—, De Vigan se adentraba en el brutal relato de la anorexia, un trastorno que ella misma padeció, y abría una veta, la de la novela con tintes biográficos, que excavaría con ahínco en Nada se opone a la noche, al narrar la enfermedad mental y el suicidio de su madre. Desde otro ángulo más intrigante y lúdico, jugaba con detalles de su vida en Basada en hechos reales, su novela llevada al cine por Roman Polanski. El libro sobre su madre acaba de ser ahora adaptado al teatro en la Comédie Française, comenta, y ahí por fin sale a relucir su particular sentido cómico, un componente que nunca falta en sus libros por trágica que sea la historia que contengan. “El humor significa que hemos tomado la distancia correcta”, estimaba.
La fama, el ansia de exhibición de la vida propia, o el delirio al que abocan las redes sociales que nos llevan a confundir la realidad y la ficción, son algunos de los temas que aborda en la trama de Los reyes de la casa, un libro en el que De Vigan retoma también temas clásicos en su repertorio, como el espinoso asunto de las familias y las relaciones materno-filiales o la delgada línea que separa la cordura de la demencia. “Las consecuencias de la fama es uno de los asuntos del libro, sí”, responde escueta. ¿Cómo explica que los lectores a menudo busquen el rastro de realidad en las novelas, pero los consumidores de telerrealidad obvien la vida real fuera de las cámaras de los protagonistas de esos programas? “Todo esto forma parte de nuestro voyerismo. Pero en la televisión, además, se produce ese espejismo que hace que la gente quiera pensar que lo que ve es real”, asegura Vigan, que compara con sorna en la novela la salida de los concursantes del programa con la noche electoral de la victoria de Chirac. “El campo político está infectado de la gramática de la telerrealidad. Esa forma de grabar y narrar ha irrumpido y conquistado la información política, y crea dramaturgia donde no la hay”, subraya.
Más allá de la desesperada búsqueda de la fama y la exposición pública de la intimidad que consume al personaje de Mélanie en su nueva novela, ¿cómo ha manejado eso De Vigan en su carrera? “La fama de un escritor hoy no es la de una estrella de las redes. En Francia, los autores son más bien discretos y yo he sido prudente en mi exposición mediática, fuera de la promoción de los libros. He tenido que responder a algunas preguntas incómodas, pero, en general, no me arrepiento de casi nada de lo que he escrito”, explicaba. “Hay muchas cosas que no he contado en mis libros y no pongo al mismo nivel lo que cuelgan en las redes quienes exhiben su vida con lo que yo he hecho, porque he intentado hacer literatura con ello y tener un alcance universal”.
De Vigan menciona un documental sobre su familia materna que había sido estrenado en la televisión francesa y que ella citó tal cual en su libro sobre su madre. Muchos lectores lo buscaron —”di pistas reales con nombres y fechas”, afirmaba— y es algo que lamenta. Siempre ha insistido en que sus libros son novelas, porque da su versión de los hechos y no trata de arrogarse la autoridad de ser la única que cuenta la verdad. “La ficción tiene todo el derecho a fabular, no se cuestiona”. Todo lo relativo a sus hijos ha sido una línea roja que no ha traspasado —a diferencia de la protagonista de Los reyes de la casa, que encuentra en ellos la forma de alcanzar la fama—, pero las dudas éticas al escribir sobre personajes reales de su familia no le han sido ajenas. “No quería hacerles daño a los hermanos de mi madre, pero sí tratar temas que eran dolorosos, así que de alguna forma rehice a los personajes”.
La autoficción, que ha atestado las librerías en los últimos años, ¿es un camino agotado? “En Europa, siento que todo tipo de corrientes literarias conviven y no hay una dominante. En mis libros he tratado de liberarme de etiquetas y con cada novela he buscado un contrapunto respecto de la anterior, porque lo que me interesa es abolir las fronteras entre los géneros. Por ejemplo, fundir la autoficción y el thriller psicológico en Basada en hechos reales”. ¿Tienen hoy más libertad las mujeres escritoras que los hombres para describir determinadas situaciones o personajes? “Más bien creo que empezamos a tener la misma libertad porque se ha logrado salir de la mal llamada literatura femenina”, afirma. Desde su admirada Marguerite Yourcenar hasta Colette, abundan los ejemplos de escritoras que rebasaron el estereotipo de los libros de mujeres, pero Vigan subraya que esa categoría seguía vigente en el imaginario colectivo.
Los reyes de la casa parte de la resolución del secuestro de una niña para abordar una reflexión más amplia y proyectarse al futuro, en busca de las secuelas que dejará esa sobreexposición en las redes. “La investigación policial es un pretexto para indagar en nuestra época. Esos códigos y normas de la novela policiaca me guían y a la vez los sobrepaso”, apunta. “Me interesaba ese afán de reconocimiento de Mélanie que surge de carencias íntimas y familiares, pero también de un mandato social, y cómo fabrica un imperio con la exposición de sus hijos, pensando que lo hace por el bien de ellos”. Con el reconocimiento de sus seguidores y los likes trata de paliar otras carencias afectivas. ¿Hay algo de eso en el impulso de escribir? ¿Con los libros se busca afecto? “Escribo para intentar entender, no lo hago para que me quieran, aunque me gusta la idea de que lo que escribo despierte ese sentimiento. Delante de la página, eso sí, me olvido de que alguien la vaya a leer”.