‘Midnights’: Taylor Swift encandila en el relato a pesar de las manazas de Jack Antonoff
Presentado como una colección de 13 temas alrededor de la noche, el nuevo álbum de la artista anda y habla solo. Su canción ‘You’re on Your Own, Kid’ es simplemente perfecta
La historia de Taylor Swift es la historia de una artista en busca de dominar el relato. El de su carrera musical, el de su vida personal, el del tiempo que le ha tocado vivir, el de sus aliados, el de sus enemigos. Y el resultado ha sido casi siempre favorable a ella, incluso cuando una pandemia asoló el planeta, y parecía que la carrera de Taylor Swift también podría contabilizarse entre la población de riesgo. Esa forma de deambular por el mundo y sus circunstancias han hecho que casi todos sus discos sean reactivos. Sw...
La historia de Taylor Swift es la historia de una artista en busca de dominar el relato. El de su carrera musical, el de su vida personal, el del tiempo que le ha tocado vivir, el de sus aliados, el de sus enemigos. Y el resultado ha sido casi siempre favorable a ella, incluso cuando una pandemia asoló el planeta, y parecía que la carrera de Taylor Swift también podría contabilizarse entre la población de riesgo. Esa forma de deambular por el mundo y sus circunstancias han hecho que casi todos sus discos sean reactivos. Swift casi siempre da respuestas, casi nunca plantea cuestiones. La primera vez que logró hacer las dos cosas fue con Folklore, y poco después con Evermore. Puede que sean sus mejores discos —afirmar eso confirma al emisor como varón blanco de más de 40 años con, al menos, dos discos de Springsteen en casa—, o tal vez no, pero sí es cierto que son con los que mejor logró ir más allá de sí misma y, por ende, de su base de fans. Pocas veces se ha visto un giro estilístico y metafísico tan exitoso. Ganó millones de seguidores nuevos sin apenas perder ninguno de los viejos. El Neil Young que hizo tecno pop y los Rolling Stones que se abandonaron a la música disco la observan perplejos. Este nuevo Midnights, que acaba de lanzar, se presenta como una prueba de senectud para todos aquellos que la odiaban antes de Folklore y cayeron rendidos ante la majestuosidad de aquel disco. ¿Te gusta realmente Taylor Swift? Ahora vamos a averiguarlo.
Midnights puede que sea el primer disco de Taylor Swift con un relato elaborado como acción y no como reacción. Hay poca venganza, solo un poco de novio, mucha demolición de tópicos y una cantidad enorme de resiliencia, autoafirmación e incluso sentido del humor (en 2022 si escribes una canción sobre el karma y no quieres sonar a cuñao debes echarle, como hace ella, guasa y retranca al asunto). Presentado como una colección de 13 temas alrededor de la noche, del insomnio y armado estéticamente alrededor de una imagen que remite a los años setenta, o más bien, al concepto de los setenta que desarrollaron el cine y la música indie en los noventa, este álbum anda y habla solo. Propone y dispone. Aaron Dessner, el miembro de The National que colaboró con Swift en sus dos discos pandémicos, desaparece de la ecuación, y al mando de la nave quedan ella y Jack Antonoff, un tipo ubicuo, capaz de lo mejor y de lo peor y al que es inevitable culpar de los momentos en los que este Midnights se trastabilla y está a punto de caerse.
Atrás queda el folk pop de sus dos anteriores referencias. Swift vuelve al pop, pero lo hace como si aquel par de álbumes hubiese sido su primera referencia. Midnights suena a primer experimento con los sintetizadores de alguien que jamás pensó que podría hacer música sin una guitarra colgada del hombro. Y eso es buenísimo. Porque, si bien Swift abandonó el country y entró en el pop para recintos enormes con nombres de bancos o aseguradoras dando la sensación de que se sabía ya todos los trucos, Midnights es más dubitativo, más empático, mucho más agradable al tacto y al oído. El sonido es más electro clásico, y cuando se acerca a la actualidad, lo hace a través de dos formas de entenderla que ya tenemos asimiladas, pero no tan metabolizadas como para no querer repetir. La Billie Eilish de su primer disco y la Lorde de Melodrama aparecen aquí en cortes como Maroon o Vigilante Shit (esta, de las mejores). A la primera la invitó Swift y a la segunda, Antonoff.
Lavender Haze, en la que colabora en la letra Zoe Kravitz, es de las pocas veces a lo largo del disco en que Swift se lanza de cabeza al pop expansivo con alma de éxito. En realidad, el tema no es nada del otro mundo, pero está escrito, arreglado y producido con tal confianza y autoestima que termina convenciéndote, hasta el punto de que sabes que el martes que viene ya será tu tema favorito del disco. Eso sí, es altamente probable que de aquí un par de años, cuando vuelvas a Midnights, te saltes esta canción tras 30 segundos. Los otros tres aspirantes a hit del disco son menos tramposos y bastante más satisfactorios. Anti-hero es synth pop ochentero, una suerte de revisión de la Swift de 1989, pero menos bombástica. Karma es la canción que deberían poner en cualquier clase de análisis del estilo compositivo de Swift. Tal vez es previsible, pero también era previsible ayer que hoy fuera viernes, y no por eso deja de gustarnos que hoy sea viernes. Pues eso es Karma. La mejor del cuarteto es Bejewelded, como un taladro que te pega al suelo y, cuando te tiene clavado, muta en algo que te pide bailar. Y luego en algo que te pide cantar. Y luego en algo que te lía y ya no sabes qué estás cantando. Podría durar una semana.
Pero son los temas más expansivos y menos pop los que verdaderamente parecen armar el relato de este álbum. Snow on the Beach, en la que colabora Lana del Rey, es justo esa balada perfecta que cabía esperar, aunque la presencia de Del Rey es excesivamente secundaria como para poder calificar esto de dueto. You’re on Your Own, Kid, es, simplemente perfecta. Recuerda sobremanera aquellos momentos en Evermore en que la vieja Swift entraba en la cabaña del bosque, encendía todas las luces y se ponía a buscar sus zapatos de tacón. Sweet Nothing es una delicia. Poco más que decir. Es Taylor en modo Taylor. El disco termina con Mastermind, que es aquella canción que jamás lograron terminar de escribir Chromatics para convertirse en la mejor banda del siglo XXI.
A las 3 de la madrugada hora de Nueva York, Swift añadía siete temas a este Midnights. La versión 3 a.m., en la que sí se incluyen tres canciones escritas junto a Aaron Dessner, y que, como en el caso de Evermore, ahora suenan un poco a descarte, pero es muy probable que algunas, como la prometedora Paris, se conviertan en pequeños clásicos más pronto que tarde.
Midnights es un disco y es un proyecto. Es un relato perfectamente armado que en momentos como Midnight Rain, Question… o Labyrinth topa con la incapacidad de Antonoff para proponer salidas coherentes. Porque el talento compositivo de Swift ha llegado a tal punto de excelencia que, si algo suena anémico, repetitivo, aburrido, demasiado desesperado por gustar, debe de ser culpa de alguien más, no de ella. Imposible.