BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA

La bailaora María Moreno soprende en la Bienal de Sevilla con una obra estructurada sobre un solo baile

En su cuarto trabajo en solitario, la artista de un salto en su carrera con un trabajo centrado en la soleá

María Moreno, en un momento de su espectáculo 'o../o../.o/o./o. (soleá)'.Claudia Ruiz Caro

¿Se puede construir un espectáculo con un único baile? Ciertamente sí, como nos ha venido a demostrar la bailaora gaditana en la Bienal de Flamenco de Sevilla, donde ha estrenado este domingo su nuevo espectáculo, que lleva el curioso título de o../o../.o/o./o. (soleá). El estilo no podía ser otro que el de la soleá, el favorito de tantas mujeres y, muy en concreto, de María, que recibió en la pasada edición de la cita sevillana el Giraldillo al ...

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¿Se puede construir un espectáculo con un único baile? Ciertamente sí, como nos ha venido a demostrar la bailaora gaditana en la Bienal de Flamenco de Sevilla, donde ha estrenado este domingo su nuevo espectáculo, que lleva el curioso título de o../o../.o/o./o. (soleá). El estilo no podía ser otro que el de la soleá, el favorito de tantas mujeres y, muy en concreto, de María, que recibió en la pasada edición de la cita sevillana el Giraldillo al Momento Mágico «por el arranque de su baile por soleá». Dos años después, Moreno ha vuelto a ella, pero de muy distinta manera. Su trabajo es un inédito ejercicio de estudio, una investigación dancística, musical y rítmica que es el vehículo sobre el que se desarrolla un gran trabajo de danza. En él se encuentran contenidos todos los elementos del estilo con toda su complejidad, un universo especial dentro del arte flamenco.

El propio programa de mano adelanta que el espectáculo está basado en la estructura tradicional de la soleá: “Introducción de la guitarra, ayeo de salida, cante de preparación, falseta, cante valiente, escobilla y soleá por bulería”. Y es cierto, durante el desarrollo de la obra se recorren todas esas fases de un baile que es exigente como pocos. Un círculo de tiza blanco iluminado domina la escena como metáfora del canon, que parece contener un carácter de exclusividad al que no es fácil acceder. Una vez dentro, lo primero que se aborda es el ritmo, el difícil compás de 12 tiempos, que machaconamente ejerce su dictadura (un, dos, un dos, tres, cuatro, cinco, seis…). La bailaora batalla con la percusión y se somete a él, desplegando la fuerza de sus pies, hasta terminar por doblegarlo, aunque una voz se encarga de recordarle que es como una condena para «toda la puta vida».

La llegada de la guitarra con su cromatismo y musicalidad difumina las férreas líneas del círculo. No se trata, además, de una falseta al uso, es un toque por soleá personalísimo con rango de concierto. Los movimientos de la bailaora, liberados por la bendición de la música, se vuelven lentos y dibujados. El vestuario contribuye al propósito. Llegará por fin el cante con toda su verdad y hay que recibirlo de frente para empaparse de él. La zanfoña con su sonido antiquísimo y zumbón llega para poner el contraste y anteceder a la guitarra, que vuelve en una clave más clásica y da entrada al cante valiente. María va componiendo con él bellas y pausadas figuras de danza. Y de nuevo la zanfoña, añadiendo densidad en el tramo final. Concentración o duda dentro de un cierto ensimismamiento que da pie a la escobilla, que refuerza la guitarra. El clímax es, sin embargo, efímero. Al final, con todos los músicos dentro, la bailaora sale por fin del círculo. Hay algo de rebelión en el movimiento, un tanto de comicidad en sus gestos. Pero llega el caos y la artista se enfrenta a su destino de soledad/soleá, bajo el canto de Vivaldi que entona la cantaora.

En su cuarto trabajo en solitario, María Moreno ha dado un salto cualitativo en su carrera, escapando de los parámetros por los que se la conoce y valora y afrontando un reto complejo. Para él ha vuelto a contar con el director operístico Rafael R. Villalobos, con el que parece haber encontrado un entendimiento más que positivo. También repite con el vestuario de Palomo Spain, se puede decir que con mejores resultados que en la anterior obra, y renueva toda la faceta musical componiendo un tapiz sonoro fundamental —cante, guitarra, percusión y zanfoña—, que arropa y refuerza sus intenciones. La dirección musical de Pablo Martín Caminero se adivina fundamental en este insólito trabajo, que tanto tiene de análisis de un baile tan icónico como es la soleá. Su aparente desestructuración, lejos de desnaturalizarlo, crea universos paralelos para cada uno de sus elementos. La sucesión de ellos transmite una belleza que pellizca y emociona.

o../o../.o/o./o. (soleá)

Compañía María Moreno. María Moreno: baile. Eduardo Trassierra: guitarra. Raúl Cantizano: zanfoña y espacio sonoro. Ángeles Toledano: cante. Manu Masaedo: percusión. Antonio Valiente: iluminación: Ángel Olalla: sonido. Dirección artística: María Moreno y Rafael R. Villalobos. Coreografía: María Moreno. Dirección de escena: Rafael R. Villalobos. Dirección musical: Pablo Martín Caminero. Composiciones: Pablo Martín Caminero, Eduardo Trassierra, Manu Masaedo, Raúl Cantizano. Stabat Mater RV 621: I. Largo: Antonio Vivaldi. Diseño de vestuario: Palomo Spain. Teatro Central de Sevilla. Estreno absoluto. Domingo 25 de septiembre de 2022.  

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