Trofeos que saben a poco

Ginés Marín y Pablo Aguado cortan una oreja cada uno a una desigual corrida de Juan Pedro Domecq con la que Morante no tuvo opciones

Ginés Marín pasea la oreja que le cortó al segundo toro de la tarde.Raúl Caro Efe

Ginés Marín y Pablo Aguado torean muy bien y, por momentos, parece que van a alcanzar la cima de su alto concepto artístico, pero no llega. Es como si les costara un mundo salir de lo que pudiera ser su ‘zona de confort’.

El primero tuvo escenas sublimes con su primer toro, un noble y encastado animal, y el sevillano también dejó destellos de su mejor tauromaquia ante el tercero de la tarde, un bendito, que le ofreció las orejas por si el torero tenía a bien cortarlas. Pero Aguado se conformó con una.
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Ginés Marín y Pablo Aguado torean muy bien y, por momentos, parece que van a alcanzar la cima de su alto concepto artístico, pero no llega. Es como si les costara un mundo salir de lo que pudiera ser su ‘zona de confort’.

El primero tuvo escenas sublimes con su primer toro, un noble y encastado animal, y el sevillano también dejó destellos de su mejor tauromaquia ante el tercero de la tarde, un bendito, que le ofreció las orejas por si el torero tenía a bien cortarlas. Pero Aguado se conformó con una.

Vamos a ver: si Pablo Aguado no ha sido capaz de formar un alboroto y poner la Maestranza boca abajo con ese nobilísimo animal, es que tiene un problema. Estaba en Sevilla, la tierra que lo encumbró a la gloria, volvía después de una desigual temporada, le toca en suerte un merengue y se limita a pasear un trofeo… Desencanto total.

Y estuvo bien, quede claro. El toro metió la cara en el caballo y el picador se limitó a señalar el puyazo dada la muy escasa pujanza de los dos anteriores. Persiguió en banderillas, y llegó a la muleta buscando una muleta a la que obedecer con dulzura. Y allí estaba Aguado, por bajo, primero, por alto, después, un garboso molinete y muletazos a media altura, todo muy suave, todo muy frío. Tan helador era su toreo que, a continuación, dibujó tres grandes naturales, y dos más tras sufrir un desarme, y la plaza ni se inmutó. Una buena tanda posterior con la mano derecha levantó los ánimos, y aún se gustó en unos naturales de frente y una garbosa trincherilla. Bonito, sí, pero faltos de pasión y arrebato. Ese generoso toro merecía más, mucho más.

Con ese corto ánimo se enfrentó al sexto, descompuesto y de áspera embestida, y Aguado anduvo por allí sin decir nada; mejor dicho, dispuesto a seguir donde está.

No es que el caso de Ginés Marín sea el mismo; es un buenísimo torero que aún no ha dado el golpe definitivo para erigirse en la figura que apunta desde sus inicios. Manejó el capote con mucho gusto, tanto a la verónica como por chicuelinas, y demostró en su primer toro que atraviesa un momento dulce. Ese animal, blando también, que perdió las manos al salir del caballo sin ser picado y en un quite, llegó a la muleta con unas ínfulas de buena casta que hicieron presagiar lo que se pudo ver: un toro notabilísimo por transmisión, prontitud y fijeza. Marín lo muleteó con mucha soltura y hondura por el pitón derecho, el mejor del animal, y le robó naturales estimables a lo largo de una labor que fue ganando en intensidad sin que llegara a alcanzar el objetivo soñado. Otra oreja cuando debieron ser dos. El quinto no era tan franco y humillaba menos, de modo que el torero se dedicó a pegar pases en lugar de torear, y el personal se aburrió.

Y Morante dio una media verónica, sin venir a cuento, como quien pasaba por allí, entre las dos entradas al caballo del cuarto toro, que fue todo un prodigio de armonía. Y no hubo más. Le tocó el peor lote: inválido el primero y muy desfondado el segundo. A este le recetó un feo bajonazo que hizo guardia. Nadie es perfecto…

Acabó la feria de San Miguel, y es, precisamente, la faena de Morante al toro cuarto del pasado viernes lo que quedará en el recuerdo por mucho tiempo.

Domecq/Morante, Marín, Aguado

Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados, pasaron de puntillas por los caballos, blandos e irregulares en el tercio final; encastado el segundo y muy noble el tercero.

Morante de la Puebla: media estocada atravesada y un descabello (silencio); bajonazo que hace guardia y un descabello (silencio).

Ginés Marín: media estocada atravesada (oreja); dos pinchazos y casi entera (silencio). 

Pablo Aguado: estocada baja y trasera (oreja); estocada tendida (silencio).

Plaza de La Maestranza. Tercera y última corrida de la Feria de San Miguel. 25 de septiembre. Lleno.

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