Fernando Robleño, sublime torería

El torero madrileño pierde la puerta grande al no rubricar con la espada una faena excepcional a un toro de suprema calidad de José Escolar

Fernando Robleño torea al natural al cuarto toro de la tarde.Alfredo Arévalo

Fernando Robleño ha firmado en Las Ventas una faena para el recuerdo, una lección magistral, sublime, desbordante de armonía y belleza, propia de un catedrático del toro, de una figura consagrada, aunque no lo reconozca así su agenda vacía.

La tarde del torero madrileño ha sido excepcional y meritísima de principio a fin, y su labor ante el toro cuarto, del hierro de José Escolar, de calidad suprema en el...

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Fernando Robleño ha firmado en Las Ventas una faena para el recuerdo, una lección magistral, sublime, desbordante de armonía y belleza, propia de un catedrático del toro, de una figura consagrada, aunque no lo reconozca así su agenda vacía.

La tarde del torero madrileño ha sido excepcional y meritísima de principio a fin, y su labor ante el toro cuarto, del hierro de José Escolar, de calidad suprema en el tercio final, ya está catalogada como una de las faenas de año.

La Puerta Grande lo esperaba abierta de par en par, con todo merecimiento, pero al artista exquisito se le nubló la vista en la suerte suprema, y el sentimiento de profunda decepción de toda la plaza se escuchó calle Alcalá arriba cuando pinchó y comenzaba a esfumarse lo que estaba llamado a ser un triunfo de época.

Robleño, perteneciente a la estirpe de toreros modestos, poco valorado en las ferias y olvidado por las empresas, -la de hoy era su cuarta corrida esta temporada-, embelesó a Las Ventas, la cautivó y la entusiasmó con un toreo eterno, clásico, de profunda hondura, artista…

La faena fue corta, como manda la ley, de cuatro tandas, dos primeras con la mano derecha y dos más con la zurda, todas ellas precedidas por un toreo por bajo de muchos quilates que puso a los tendidos sobre aviso.

El toro de Escolar, que había acudido sin ganas al caballo, y propició el lucimiento en banderillas de Iván García y Fernando Sánchez, ofreció en la muleta un derroche de calidad por templada acometividad, prontitud, fijeza, transmisión, nobleza, humillación y alegre embestida.

Y allí había un torero de una pieza que se fundió con su oponente y entre ambos dibujaron, primero, pinceladas sublimes con la muleta en la derecha, las zapatillas asentadas, cruzado, en el terreno justo, el trazo largo y el olé profundo que brota ante el toreo auténtico.

A continuación, el plato fuerte, el toreo al natural, grande, grande, templadísimo, adelantado el engaño, toreado el toro en el largo recorrido, encelado en la muleta… Y los naturales surgieron emotivos, hermosos, magníficamente abrochados con una trincherilla, un pase del desprecio y el obligado y largo de pecho. Y así, dos tandas para el recreo absoluto de los sentidos. Hasta dos vueltas al ruedo dio a la muerte del animal, pero, poco a poco, llorosa, se cerró la Puerta Grande, que esperaba al torero con lágrimas de alegría.

Pero pasó lo que pasó y volvió a demostrarse que nadie es perfecto cuando es la perfección la que llamó a la puerta de Fernando Robleño.

Épico, heroico y solvente se mostró Robleño con el áspero y bronco primero, de Hoyo de la Gitana, que lo miraba de mala manera en cada cite, y al que el torero jamás le perdió el sitio. Fue la suya una lección de madurez, de confianza en sí mismo y conocimiento. Se jugó los muslos ante un animal de muy feo estilo, y así se lo reconoció el público asistente.

Abrió la tarde un torero menos conocido, Luis Gerpe, de Seseña (Toledo), para confirmar una alternativa que había tomado en 2015.

Maneja con gracia y soltura el capote y así lo demostró en los cuatro toros que recibió, y tiene oficio, soltura y buen gusto con la muleta en las manos. Sus naturales al toro de la confirmación, de Escolar, fueron ceñidos, desprendieron buen sabor y llevaron el sello de un buen concepto torero. Su actuación fue muy digna. Después, se encontró con tres sobreros, y, por fin, pudo lucirse de nuevo con un toro noble y blando de Montealto con el que volvió a demostrar decisión y entrega, que posee sentido del temple y desprende buen aroma. Junto a él, destacaron con los palos los hombres de cuadrilla de a pie: Jesús Herrero, J. Pedro Da Silva y Francisco Javier Tornay.

El tercero de la terna, Miguel Tendero, bailó con la más fea, el lote más infumable. Su primero, de Hoyo de la Gitana, se negó a embestir, y se sentó un par de veces en la arena en señal de protesta; y el segundo, de Escolar, muy descastado y sin celo, no le permitió mostrar el más leve atisbo de toreo.

La tarde llevaba la firma de Fernando Robleño, quien lamentará toda su vida haber pinchado la que, sin duda, ha sido la faena soñada por todo aquel que tiene la dicha de vestir el traje de luces.

De la Gitana-Escolar/Robleño, Tendero, Gerpe

Tres toros de Hoyo de la Gitana, -primero -devuelto-, segundo y tercero-, bien presentados, mansurrones, bronco el segundo y muy descastado el tercero; y tres de José Escolar, bien presentados, descastado el primero, mansurrón y de calidad suprema en la muleta el segundo, y muy descastado el tercero. Sobrero, corrido en sexto lugar, de Couto de Fornilhos, devuelto por inválido; segundo sobrero, de Casa de los Toreros, devuelto por inválido, y tercer sobrero, de Montealto, mansurrón, blando y noble.

Fernando Robleño: pinchazo y estocada (vuelta); dos pinchazos y estocada (dos vueltas al ruedo).

Miguel Tendero: tres pinchazos y estocada (silencio); media baja (silencio).

Luis Gerpe, que confirmó la alternativa: estocada (vuelta); estocada (vuelta).

Plaza de Las Ventas. Desafío ganadero. 18 de septiembre. Más de un cuarto de entrada (5.658 espectadores, según la empresa).

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