Feria de Bilbao: danza ecuestre

Anodino espectáculo de rejoneo en el que Pablo Hermoso y Lean Vicens pasearon orejas sin peso

Pablo Hermoso de Mendoza pasea la oreja de su primer toro.Luis Tejido/Efe

Aunque pueda parecer un argumento repetido y cansino, cierto es que los espectáculos de rejoneo son cada vez menos emocionantes, y el toreo a caballo ha sido sustituido por una exhibición ecuestre de magníficos ejemplares espectacularmente domados ante una selección de toros escogidos de hierros muy señalados que no presentan, en apariencia, dificultad alguna para caballeros y amazonas que andan por el ruedo como por el patio de su casa.

Si no hay toro, no hay emoción; existe el riesgo, pero no la sensación de peligro. Se nota a leguas que los toreros a caballo no necesitan esforzarse, ...

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Aunque pueda parecer un argumento repetido y cansino, cierto es que los espectáculos de rejoneo son cada vez menos emocionantes, y el toreo a caballo ha sido sustituido por una exhibición ecuestre de magníficos ejemplares espectacularmente domados ante una selección de toros escogidos de hierros muy señalados que no presentan, en apariencia, dificultad alguna para caballeros y amazonas que andan por el ruedo como por el patio de su casa.

Si no hay toro, no hay emoción; existe el riesgo, pero no la sensación de peligro. Se nota a leguas que los toreros a caballo no necesitan esforzarse, ni pasan apuros, y toda su labor bien parece un juego o un entrenamiento con público, que suele resultar bonito, pero que no dice nada.

Se acusa, y con razón, a las figuras del toreo a pie, su desmedida exigencia para enfrentarse a ganaderías comerciales y con contrastado pedigrí de nobleza, pero más acusado es, quizá, el pecado en esta variedad taurina. Rara vez se anuncia un espectáculo de rejoneo con reses más allá de las dos o tres ganaderías conocidas y repetidas hasta la saciedad: toros con las fuerzas muy justas, desbordante nobleza y movilidad ajustada a la necesidad de lucimiento de los caballos. A los de Fermín Bohórquez, nacidos y criados para no molestar y ser colaboradores impenitentes, les faltó la chispa imprescindible en el toreo.

Bohórquez/Hermoso, Vicens, Hermoso

Toros reglamentariamente despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, -el sexto, devuelto por inválido-, correctos de presentación, bonancibles; cuarto, quinto y el sobrero, parados

Pablo Hermoso de Mendoza: rejón contrario (oreja); rejón trasero y caído (oreja).

Lea Vicens: dos pinchazos, rejón en lo alto y un descabello (silencio); rejón en lo alto (oreja).

Guillermo Hermoso de Mendoza: rejón atravesado y trasero, seis descabellos y el toro se echa (ovación); pinchazo, rejón atravesado, pinchazo y otro rejón atravesado (ovación).

Plaza de Vistalegre. 20 de agosto. Primera corrida de la Semana Grande.  Media entrada. 

Así, Hermoso de Mendoza, padre, se encontró en primer lugar con un merengue con el que se entrenó sin despeinarse. Su maestría y experiencia bastaron para andar por el ruedo sin exponer un alamar. El cuarto tenía menos intención de colaborar, se paró a mitad de faena, y el caballero no llegó a entenderse con uno de sus caballos —o el caballo con él—, de modo que abusó de las pasadas en falso en banderillas y todo quedó un poco descafeinado. Lo curioso es que paseó una oreja de cada toro cuando la impresión existente es que no había mayoría de pañuelos en los tendidos, accidente que el exigente presidente, Matías González, pasó por alto.

Otro apéndice paseó del quinto Lea Vicens por idénticos motivos que su compañero: estuvo correcta, sin exponer en demasía, como es habitual en ella. En el segundo, templó bien ante un animal tan generoso como los demás, pero mató mal y se quedó sin trofeo; no se salvó, sin embargo, de un susto al ser arrollada por el toro en un arreón antes de doblar, sin mayores consecuencias.

Y no cortó orejas Guillermo, lo cual es noticia. Ciertamente, es un joven rejoneador muy aventajado y con cualidades innatas para el toreo a caballo. Fue más espectacular que sus compañeros ante el tercero, el de mayor movilidad de la tarde, se lució con las hermosinas a lomos de Berlín, y quebró con acierto en banderillas con Ecuador. A pesar de que enardeció a la plaza con un buen par de banderillas cortas a dos manos, el pésimo manejo del verduguillo redujo su balance a una ovación al revés; es decir, salió al tercio para que lo ovacionaran. El sexto era un manso y descastado toro con el que no desentonó y volvió a matar mal.

En fin, que alguien debería pensar en elegir otros ejemplares para que el rejoneo recupere la emoción perdida; si no es así, el que se perderá será el toreo a caballo, o quedará reducido a una lucida danza ecuestre, como la que ha estrenado esta feria de Bilbao.

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