Encima de unos zancos, en un banco o una gran plaza: la danza contemporánea ocupa la calle

Compañías como la valenciana Maduixa y festivales como el canario Cuadernos Escénicos conquistan al público con espectáculos en espacios singulares

Un momento de la representación de 'Mulïer' en la Fira de Tàrrega en 2016.Xavi Santesmasses

Cinco mujeres bailan subidas a unos zancos. La altura permite verlas desde casi cualquier rincón. Narran con sus cuerpos siglos de represión y abordan nuevos movimientos condicionados, o posibles, según se mire, por las plataformas a las que van subidas. El espectáculo, Mulïer, fue concebido para representarse en la calle y se estrenó en 2016, pero mantiene una intensa agenda que lo lleva en volandas por rincones de dentro y fuera de España. “No sabría decirte dónde radica el éxito, pero las intérpretes hacen ...

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Cinco mujeres bailan subidas a unos zancos. La altura permite verlas desde casi cualquier rincón. Narran con sus cuerpos siglos de represión y abordan nuevos movimientos condicionados, o posibles, según se mire, por las plataformas a las que van subidas. El espectáculo, Mulïer, fue concebido para representarse en la calle y se estrenó en 2016, pero mantiene una intensa agenda que lo lleva en volandas por rincones de dentro y fuera de España. “No sabría decirte dónde radica el éxito, pero las intérpretes hacen un trabajo muy complejo y admirable que emociona muchísimo al público”, explica Joan Santacreu, director e ideólogo de la compañía Maduixa, abanderada de esta obra que visitará Madrid el 25 y 26 de agosto dentro del festival Veranos de la Villa. Antes, la agrupación valenciana pasa este mes por distintas localidades de su comunidad como Foios, Vinaròs, Valencia, Benifaió y Sagunt, además de por otras catalanas como Cornellà, Badalona, Mataró y Torelló con un montaje reciente, Migrare (2021), también sobre zancos.

Un momento de la pieza 'Migrare', de la compañía Maduixa.Juan Gabriel Sanz

“Cuando tenía seis años, una compañía australiana con un espectáculo sobre zancos visitó Sueca, mi ciudad. Me hipnotizó, me fascinó y desde siempre he tenido la idea de andar sobre dos palos”, rememora Santacreu. Con coreografías de Cristina Fernández (Migrare) y Mamen García (Mulïer), estos dos trabajos señeros en la identidad del colectivo han despertado curiosidad y admiración allí por donde pasan. También lágrimas. “Sucedió en Honduras, se bailaba Mulïer y era la primera vez que se representaba una obra de danza contemporánea en la calle. La gente, muy emocionada, hizo grandes colas para abrazar a las bailarinas”.

Fue en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado cuando la danza conquistó las calles, las de Nueva York por aquel entonces. La obra Street Dance (1964), de Lucinda Childs, aparece en manuales de historia como la primera que abandonó el escenario. También Twyla Tharp, que puso a un grupo de bailarines a moverse en los tejados de Nueva York o incluso a trepar por las paredes, ataviados con el material necesario, fue pionera de lo que se llamó danza posmodernista americana. “La importancia de estas piezas radica en el hecho de que todas ellas están diseñadas para conquistar lugares que hasta el momento habían sido impensables para el ejercicio de la danza”, afirma la investigadora de artes escénicas y profesora de Estética y Teoría de las Artes Victoria Pérez Royo en su libro ¡A bailar a la calle! Danza contemporánea, espacio público y arquitectura (Ediciones Universidad Salamanca, 2008). Es una manera también de dar más visibilidad a la disciplina.

“No podría afirmar que la danza en la calle genere un nuevo público que luego vaya a los teatros, pero al tratarse de trabajos cortos, de unos 15 minutos, hay más oportunidades de conexión entre las creaciones y el público. Puede ser una primera puerta de acceso para disfrutar de la danza”. Lo dice Natividad Buil, directora y programadora de Trayectos, uno de los festivales de danza en paisajes urbanos más notables de España, cuya última edición se celebró a finales del pasado junio en Zaragoza. ¿Y cómo se programa para actuaciones en la calle? “Tengo la ciudad, Zaragoza, todo el año en la cabeza, fotografías de plazas, rincones, edificios… que me ayudan a hacer el match con las piezas. Generamos un contexto para que la obra brille más y se subrayen ciertas cosas. Por ejemplo, un año programamos Wimbledon o la gran desilusión, del creador Javier Guerrero, en una pista de tenis. La danza en la calle puede ser muy vulnerable y la arquitectura la arropa”.

Lugares de encuentro para artistas y ciudadanía donde lo cotidiano convive con lo artístico, espacios en los que artistas y público disuelven líneas divisorias, son preceptos que han ido configurando el discurso de la danza en la calle. En Garachico, edén canario con un rico patrimonio arquitectónico y natural, al norte de Tenerife, es habitual contar con hasta 800 espectadores por obra, de los cuatro mil habitantes que hay en la localidad.

Cada mes de julio, desde hace 11 años, el festival Cuadernos Escénicos congrega a gente del pueblo alrededor de plazas, piscinas naturales y conventos. “La danza tiene el don de transformar los lugares y en esta localidad, sus habitantes la esperan y la arropan”, explica Roberto Torres, su director. “Mujeres de 80 años se acercan tras un espectáculo para contarte lo que les ha parecido e incluso compartir su criterio”. Un museo en el que se molía el trigo, un bosque y un invernadero de plataneras en el que los músicos del lugar que acompañan la pieza tratan de sacar sonidos de sus troncos son algunos de los lugares donde se desarrolla esta muestra canaria, que se celebra hasta el 17 de julio. “Es la danza transformada en una experiencia”.

Tanto Trayectos como Cuadernos Escénicos forman parte de la red Acieloabierto, una plataforma nacional que agrupa a 22 festivales en espacios menos ortodoxos, por los que giran unas 10 piezas en cada edición, entre abril y noviembre. “La calle, el espacio público, es un emplazamiento de todas las personas, un lugar democrático para la convivencia”, explica Buil. “Y en ese sentido se da una especie de comunión a través de la danza, hay ganas de comulgar con algo”.

'Nasenda', de Elvi Balboa.COMPAÑÍA ELVI BALBOA

Sobre esta unión trabaja la coreógrafa y bailarina Elvi Balboa, que ha centrado su trayectoria en pensar la calle a la hora de montar un espectáculo. Tenerla en cuenta más allá de ser un lugar en el que bailar; hacerla suya hasta que se empasta con la propia obra. “Es muy importante cómo el cuerpo se sitúa delante de la gente, sin caja negra, sin apenas división”, cuenta. “La manera de relacionarte con el espacio y con los espectadores es muy del aquí y ahora, de lo irrepetible y lo efímero”. No hay imprevisto que no sirva como elemento coreográfico, ni público inesperado que cambie el curso de la obra. “En la pasada edición del festival Trayectos, las alumnas del taller que impartí debían mostrar una obra final itinerante. Una de las bailarinas tenía un solo en un banco que de repente fue ocupado. Se puso nerviosa. ‘¿Qué hago ahora?’, se preguntaba. Yo le dije que introdujera a esas personas en su coreografía. Y así lo hizo. Con mucho cuidado, comenzó a bailar en una esquina del banco haciéndolas partícipes. Fue muy respetuoso por ambas partes y muy bonito. Eso es la esencia de bailar en la calle”. Tras girar con el espectáculo Am I What? por la red Acieloabierto, Balboa mostrará el 22 de agosto su trabajo Nasenda en el Festival C de Santiago de Compostela.

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