Rubén Blades: “Yo siempre he sido parte del público”

El músico panameño actúa el sábado en el festival Cruïlla en el Fòrum de Barcelona

Ruben Blades, en la gala en Las Vegas donde recibió un homenaje en 2021.Ethan Miller (AFP)

El próximo sábado, el Parc del Fòrum en Barcelona acogerá el regreso de Rubén Blades. El astro panameño se presentará en el festival Cruilla con la Big Band de Roberto Delgado, la misma que le ha acompañado en los últimos años y con la que grabó su celebrado disco Salswing! merecedor del último de los 10 premios Grammy (más otros 13 Grammy latinos) que ha conseguido a lo largo de su ya larga y prolífica carrera profesional. Rubén Blades (Ciudad de Panamá, 1948) atiende a est...

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El próximo sábado, el Parc del Fòrum en Barcelona acogerá el regreso de Rubén Blades. El astro panameño se presentará en el festival Cruilla con la Big Band de Roberto Delgado, la misma que le ha acompañado en los últimos años y con la que grabó su celebrado disco Salswing! merecedor del último de los 10 premios Grammy (más otros 13 Grammy latinos) que ha conseguido a lo largo de su ya larga y prolífica carrera profesional. Rubén Blades (Ciudad de Panamá, 1948) atiende a este diario desde Nueva York vía Zoom. Locuaz como de costumbre bajo su ya emblemático sombrerito negro y desplegando su sonrisa perpetua que solo se altera, mucho, al hablar de política panameña.

El concierto barcelonés será la única actuación europea que ofrecerá este verano. “Estoy haciendo la serie Fear The Walking Dead”, comenta, “y a finales de julio empezamos a filmar. Este será el único show en Europa y quiero aclarar que en el festival nos concedieron tiempo extra, o sea que vamos a tocar dos horas por lo menos, no será eso de llegar y ya nos vamos. Y después me iré para Savannah, en Georgia, para la octava temporada que dicen que será la final, no sé, veremos...”

Pregunta. El concierto está anunciado todavía dentro del Salswing Tour!, pero sus dos últimas grabaciones le asocian con el grupo brasileño Boca Livre y cantando en portugués, lo que convierte sus clásicos en algo totalmente diferente.

Respuesta. Esa es la idea. Uno aprende de lo que otro ve en tu obra que tú no has visto, eso me interesa mucho. Cuando hice el álbum Agua de luna [1987] sobre un cuento corto de García Márquez lo que originalmente quería hacer era el disco con Gabo. Él escribía canciones, aunque mucha gente no lo sabe, le gustaba escribir hacerlo. Muchos de esos vallenatos que andan por ahí seguro que los escribió él, simplemente que no recibió el crédito o no lo quiso. Me dijo que no quería hacer el disco porque no lo terminaríamos nunca: “Tú vas a estar viajando y yo viajando y nunca vamos a acabar, estaremos devolviéndonos cosas y eso no funciona. Hazlo tú solo”. Yo no quise hacer una adaptación del cuento en una canción y expliqué lo que me provocó la lectura del cuento. Eso le interesó mucho a él. El escritor escribe, suelta el escrito y cada cual lo ve a su forma. Por eso, nunca quise hacer video de Pedro Navaja, nunca dije si era gordo, flaco, alto, negro, blanco, ... Yo no lo describo, tú te lo imaginas en tu mente. Y por eso lo que ha hecho Boca Livre me gusta, hicieron algo desde su óptica y ese tratamiento me ha enriquecido descubriendo algo que yo ignoraba de mi propio trabajo.

P. ¿La versión brasileña de Pedro Navaja es un buen ejemplo de la evolución imparable de la música latina?

R. Siempre ha sido así, aunque hay gente que se resiste, generaciones pasadas que ven como un atentado que se altere la memoria que tienen de algo que sirvió como banda sonora para algún momento importante de su vida. Sienten que eso impide la identificación emocional, no quieren que nadie lo toque.

P. ¿Qué le aporta como intérprete regresar todas las noches a sus clásicos ineludibles?

R. La reacción de la gente. Eso siempre me anima y otra cosa importante: yo siempre creí en lo que escribía. Nadie me lo dio machacado para que me lo comiera. No, eso lo escribí yo y, en cierta forma, cada vez que me subo al escenario, regreso a los 24 años.

P. ¿Y cómo fue a los 24 años dar con ese tipo de temas que no eran habituales, no ya en la salsa neoyorquina sino en toda la música latina?

R. Escribía pensando que si esto tiene interés para mí, va a tener interés para otros. Nunca pensé que yo estoy acá y el público allá, yo siempre he sido parte del público. Yo también soy fan de gente, como Bobby Darin o Rafael Ithier del Gran Combo. Quería expresar algún tipo de proposición que hiciera que la gente que estaba pasando por un problema se sintiera menos sola. De ahí surge Pablo Pueblo que fue mi segunda canción como escritor.

P. ¿La segunda? ¡Dio en plena diana!

R. Porque es honesta. No estaba pensando en ser popular, por eso no tenía escribía sobre el amor que era lo que llevaba a las grandes estrellas a serlo. En realidad describía gente y el público se identificaba. Y nunca con una intención comercial. Para mí resulta incomprensible como yo terminé siendo una figura pública, cantante, actor y envuelto en política, cuando toda mi vida hasta los veinte y pico de años mi deseo era pasar desapercibido, poder entrar a un lugar sin que nadie se diera cuenta. .

P. Su entrada fue un éxito inmediato y cambió muchos de los planteamientos de la salsa.

R. Sucedió porque yo tenía la razón, lo que no pensé es que llegara a tanta gente. Era un sentimiento que iba mucho más allá de la política. Tenía mucho cuidado en no convertirme en un escritor panfletario, ideológico. Siembra le llegó al tipo de izquierda igual que al de derecha, a la señora, a la vieja, al viejo, al joven, a la joven, al trabajador, al patrón ... porque hablaba de cosas que todos conocían. “La vida te da sorpresas”, todo el mundo se identifica con eso. “Se ve la cara pero nunca el corazón”, cierto. De pronto la gente empezó a ponerle más atención a la letra que a los pies. Eso fue lo que pasó, básicamente, pero lo que no esperábamos fue la gran explosión. Cuando Willie [Colón] y yo lo hicimos, eso fue como los Beatles y a nosotros nos sorprendía.

P. ¿Cree que ha quedado esa marca en la música Latina? Porque ahora cosas como el reguetón parecen ir en otra dirección.

R. Es complejo definirlo, pero en este momento con canciones como las que hace René [Pérez, alias Residente] el reguetón tiene otra dimensión, ya no es esa misoginia, de ataque, de burla a las personas por su condición sexual. Se ha ido corrigiendo. Toda la música evoluciona. Ahora mismo hay grupos de salsa en muchos países que hacen cosas que ignoramos.

P. ¿Podemos seguir hablando de salsa o ya es un término histórico?

R. Yo lo seguiría utilizando aunque nunca me gustó porque es muy frívolo. Muy de baile: ¡dame salsa! En el contexto actual me parece más acertado hablar de música urbana.

P. ¿Concluyó ya las memorias que estaba escribiendo?

R. Saldrán en 2024. Lo que estoy tratando es ser lo más honesto posible y aclarar ciertas cosas. Por ejemplo, por qué me fui de Panamá en 1964, por qué cambié de abogado a músico, qué fue lo que pasó con mi separación de Willie Colón,... Si no aclaras esto queda la narrativa de otro que no estuvo allí y no sabe lo que pasó.

P. ¿Quién saldrá peor parado: algún patrón de la salsa o algunos políticos panameños?

R. Cuando hablo de política nunca pongo un nombre propio porque la culpa, en una forma u otra, la tenemos todos. Se ha de responsabilizar no solamente a políticos, sino a los pueblos que permiten, a través del clientelismo político, que estos corruptos, lleguen al poder. A estos tipos no los puso en el poder un marciano, no. En Panamá ahora mismo el que está el número uno en las encuestas para ser presidente en 2024 acaba de ser denunciado como corrupto por sus hijos que están presos en Estados Unidos. Fue beneficiario de los sobornos de Odebrecht. ¿Cómo es posible que se esté postulando como número uno? ¿De quién es la responsabilidad? Nuestra.

P. ¿Va a participar en las elecciones presidenciales de 2024 en Panamá?

R. No puedo hablar definitivamente y, por lo general, no respondo a esta pregunta, porque no le quiero dar el gusto a mi enemigo político de saber si voy a ir o no pero, para ser honesto, no lo estoy considerando. No veo las condiciones para que una persona como yo encuentre un respaldo al punto de poder cambiar la realidad de un país que necesita un cambio. Se necesitaría la participación masiva del pueblo y, ahora mismo, el pueblo pone de primero a un corrupto...

P. ¿Por qué?

R. Creo que es una falta de confianza en la capacidad de alterar un destino. Mi libro comienza con una sentencia: los destinos se hacen, brother. La gente se acostumbra al dedismo político: tú votas por mí y yo te doy esta migaja, este trabajito que no sirve para nada, pero cógelo, aunque no estés capacitado para hacerlo. Con el tiempo se pierde la autoestima, la voluntad de hacer, consideras que eres como una especie de clown de una realidad que en tu opinión no puedes cambiar. Y te acostumbras. Eso de que vale más malo conocido que malo por conocer es un absurdo.

P. ¿Qué le quedó de su periodo de cinco años como ministro?

R. La certeza de que puedes cambiar las cosas favorablemente desde el Gobierno si hay voluntad de hacerlo. Yo no salí decepcionado, salí convencido de ello, lo que se necesita es más gente que participe. Me decían: “La política es una mierda”. Es una mierda porque dejamos que la mierda la controle, vamos a sustituirlos. Ha de entrar más gente, pero nadie quiere sacrificarse. Yo dejé de cantar y hacer cine por cinco años, pero me hizo mejor persona, mejor panameño, mejor todo; sin embargo, mucha gente no quiere salir de su comodidad para irse a arreglar algo que vive criticando. En Panamá no hay ningún partido político, con la excepción de los partidos en formación que todavía no han tenido oportunidad de gobernar, que merezca nuestra confianza. Yo dije: en mi ministerio no va a haber corrupción y, en efecto, no la hubo.

P. Es una opinión muy extendida que en casi todos los países, que el nivel de los políticos está bajando críticamente.

R. Es por la impunidad. En mi tiempo, si hacías una cagada en el barrio, nadie te ayudaba. Los políticos, en cambio, se sienten impunes e inmunes. Por suerte no todo es igual: Mujica en Uruguay fue presidente y no robó. Hizo su trabajo y después se fue para su casa. ¿El poder corrompe? No, el poder desenmascara, ¡por favor! Por eso Mujica no se corrompió. Ahora, lo que yo sí estoy haciendo es dándoles mi opinión y mis argumentos a los independientes, qué necesitan para enfrentarse al cinismo, la apatía, la indiferencia y entusiasmar a la gente para que reaccionemos y podamos recobrar al país de la corrupción.

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