Una panda de jubilados

Los toros de Fuente Ymbro, pasados de edad y peso, mansos, descastados y deslucidos, dieron al traste con el festejo

Roca Rey, en una ceñida bernadina al quinto toro de la tarde.Juanjo Martín Efe

Los toros de Fuente Ymbro formaban una panda de jubilados, más proclives para dar un paseo por el parque, jugar la partida de dominó con los amigos, sopita y buen vino a la hora de comer y una siestecita reconfortante que para competir como atletas de élite en la primera plaza del mundo.

Téngase en cuenta que el más joven de los seis cumplía seis años en diciembre -el más veterano, en el mes de julio-, y el más delgadito pesó 576 kilos, algunos menos que el gordinflón de la tarde, el cuarto, con 615 kilos. En fin, que...

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Los toros de Fuente Ymbro formaban una panda de jubilados, más proclives para dar un paseo por el parque, jugar la partida de dominó con los amigos, sopita y buen vino a la hora de comer y una siestecita reconfortante que para competir como atletas de élite en la primera plaza del mundo.

Téngase en cuenta que el más joven de los seis cumplía seis años en diciembre -el más veterano, en el mes de julio-, y el más delgadito pesó 576 kilos, algunos menos que el gordinflón de la tarde, el cuarto, con 615 kilos. En fin, que reglamentariamente estaban aptos para el servicio -se pueden lidiar hasta un día antes de cumplir los seis años-, pero era evidente que no estaban en la flor de la vida, que pertenecían a la tercera edad, y que estaban a punto de recibir la carta de la Seguridad Social en la que se les comunica la cuantía de la pensión.

Curiosamente, mantenían el tipo de salida, con buena pinta, maqueados, limpios y como recién afeitados, pero pronto se les vio que la edad no perdona. Y algo peor: que no llevaban dentro nada de toros bravos y encastados; solo fachada y escasamente duradera. Así las cosas, los toros dieron al traste con una corrida de expectación, con el cartel de ‘no hay billetes’ en las taquillas y una terna de categoría. Pero los tres toreros se estrellaron ante animales sueltos y distraídos de salida, mansos en los caballos, muy desiguales en banderillas y deslucidos y desfondados en el tercio final.

Urdiales quedó inédito a pesar de su voluntarioso y, a veces, excesivo esfuerzo. Insistió una y otra vez ante su inservible primero en un intento de justificarse más que otra cosa. Y no le quedó más remedio que abreviar ante el imposible cuarto. Un inválido de libro resultó ser el tercero, y Ginés Marín -que había sido recibido con una cariñosa ovación por su gesto de pundonor torero del pasado 15 de mayo al resultar herido y permanecer en el ruedo hasta finalizar la lidia-, no tuvo más opción que abreviar; lo intentó de veras en el sexto, otro toro soso, de engañosa embestida, con la cara alta, al que le robó algunos muletazos estimables.

Pero estaba también Roca Rey, un torero que tiene la facultad de conectar al momento con los tendidos, que ha caído de pie en esta plaza, que desata la euforia y provocó un desmadre casi colectivo. Muy dispuesto ante inútil segundo, si llega a matar a la primera al quinto de la tarde le crea un serio problema al palco, porque le hubieran pedido con fuerza las dos orejas, y el asunto es que no las merecía.

Quede constancia, no obstante, que busca el triunfo con auténtica ansiedad, que es valiente a carta cabal y sabe vender muy bien su producto. Tras la huida despavorida del manso a raíz del primer muletazo, Roca Rey consiguió embeberlo en la muleta y trazar dos primeras y sorprendentes tandas de muletazos con la mano derecha. La gente se volvió loca, y él, que inteligente debe ser, dio dos pases cambiados por la espalda en la siguiente, y los tendidos se convirtieron en un manicomio. Tanto es así que mientras la mayoría, puesta en pie, vitoreaba al torero, un grupo de exigentes aficionados tocaban palmas de tango, y se armó la marimorena.

Roca, consciente de la situación, hizo lo imposible por retener al toro, ya rajado y en tablas, trazó algún natural estimable y otro pase cambiado, previo a unas ceñidas bernadinas que provocaron el grito casi unánime de “torero, torero”. Lo dicho: si mata, se crea un problema. Y habría que preguntarle al presidente cuántos Padrenuestros rezó para que pasara el amargo cáliz de conceder o no las dos orejas.

Y, para su fortuna, pasó. Roca falló con el estoque y la euforia se desinfló; pero no, no merecía las dos orejas a pesar de su entrega, porque, fundamentalmente, su labor no pasó de muy valiente y efectista, con vibrantes destellos en algunos pasajes, pero nada más.

Fuente Ymbro/Urdiales, Roca, Marín

Toros de Fuente Ymbro, bien presentados, astifinos, mansos, desfondados, blandos y descastados. Todos a punto de cumplir los 6 años, y pasados de peso.

Diego Urdiales: metisaca en los bajos (silencio); metisaca, media atravesada y un descabello (silencio).

Roca Rey: gran estocada (ovación); pinchazo _aviso_ pinchazo y estocada (gran ovación).

Ginés Marín: gran estocada (palmas); estocada _aviso_ (ovación).

Plaza de Las Ventas. 25 de mayo. Decimoctava corrida de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).

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