Vega graba la banda sonora de su sufrimiento
La cantante publica ‘Mirlo blanco’, un disco descarnado donde habla de su bipolaridad, su delgadez, la presión que tuvo que soportar en ‘Operación Triunfo’ y de su conflictiva relación con una industria musical que, dice, no ha soportado su condición de mujer independiente
Estaba derrotada tanto física como psicológicamente. Bajones emocionales, dolores de cabeza, pérdida de peso… Harta, tomó una decisión: someterse a un estudio exhaustivo. Estuvo ingresada dos semanas en noviembre de 2020. Análisis de sangre, evaluaciones psíquicas, estudios de corazón, prueba de tiroides, más análisis. Salió de allí con un diagnóstico: persona PAS (altamente sensible), cociente intelectual superdotado, bipolar y migraña hemipléjica crónica. Peso: 44 kilos. ...
Estaba derrotada tanto física como psicológicamente. Bajones emocionales, dolores de cabeza, pérdida de peso… Harta, tomó una decisión: someterse a un estudio exhaustivo. Estuvo ingresada dos semanas en noviembre de 2020. Análisis de sangre, evaluaciones psíquicas, estudios de corazón, prueba de tiroides, más análisis. Salió de allí con un diagnóstico: persona PAS (altamente sensible), cociente intelectual superdotado, bipolar y migraña hemipléjica crónica. Peso: 44 kilos. Luchadora tenaz, Vega comenzó entonces a componer uno de los discos más descarnados que ha dado el pop español en los últimos tiempos, donde trata estos sufrimientos y otros de sus 20 complicados años de carrera musical.
Mientras armaba Mirlo blanco, que así se llama el álbum que acaba de editar, acudió a terapia, se medicó y logró encontrar un equilibrio que pone ahora a prueba en unos directos de alto voltaje emotivo. “Hace poco en Zaragoza la lie pardísima”, dice sonriendo. “Son presentaciones donde tocamos cuatro canciones en acústico. Con banda me siento arropada, pero cuando voy sola veo que el avión empieza a bajar y que se va a romper contra el suelo. Me puse a llorar cantando Casa-Madrid y luego con Mirlo blanco me vine abajo. Se me atragantó. Tuve que terminarla de espaldas al público porque no podía. Este disco me va a poner a prueba en cada concierto y no puedo decir a día de hoy que lo tenga controlado”, cuenta mientras se toma un refresco en un bar del centro de Madrid, la ciudad donde vive.
Mercedes Mígel Carpio Vega (Córdoba, 43 años) exhibe un rostro de rasgos duros. Su pelo largo luce algunas canas. Es la misma melena que ha pintado su hija de cinco años, Noa, en un retrato de su mamá que ella ha colocado en la funda de su teléfono móvil. Y es la misma cabellera que se rapó con rabia como respuesta a lo que los directivos de una compañía de discos le exigieron: “Tú eres la niña de la cara bonita, la melena y una guitarra, y esto va a ser así”. “Y una mierda”, pensó ella.
Vega fue un verso suelto en la segunda edición de Operación Triunfo. Hablamos de 2002, cuando el programa lo seguían seis millones de españoles cada semana. La exposición era insoportable. Ella se convirtió en un elemento incómodo para unos productores que escribían el guion que debían seguir los concursantes. Si alguien pretendía reescribirlo, asegura ella, se le daba la espalda. “Acabé muy tocada de la experiencia de OT. Me plantearon un disco con canciones comerciales. Querían que me pusiera una especie de disfraz de mono y que llevara bailarines. No lo acepté y me dijeron: ‘Te vas a estrellar’. Entonces decidí irme a mi casa”. Seis meses más tarde que sus compañeros de concurso, y tras un tira y afloja con el programa, publicó su primer disco a su gusto, India (2003).
Ella componía, escribía los textos, tenía las ideas claras y se resistía a lo que le imponían. Pero el panorama varió poco cuando fichó por una compañía multinacional. A pesar de una carrera ascendente, seguían las exigencias, las zancadillas… No era una excepción, pero el estigma del fenómeno OT y la defensa férrea de sus ideales la convertían en una artista molesta. En Mirlo blanco, tema estrella de su nuevo disco, describe episodios oscuros de aquella época, principios de los años 2000: “Cuando digo en la canción ‘Me sacaron las plumas a tiras’, me refiero a que me lo hizo la industria de la música; y cuando canto ‘soy mujer, digo no, y es un no’… Bueno, creo que ahí está toda la información. Entrar en más detalles... Creo que son cosas que quiero explicarle antes a mi hija cuando sea más mayor. Quiero que ella lo sepa la primera, cuando lo pueda comprender”. Y añade: “Me decían constantemente: ‘Tienes que estar sexy, guapa’. Me ha pasado tantas veces que he maldecido mi cara y me la quería afear. Eso, cuando tienes veintipocos años, es jodido”.
Cansada de pelear con empresas discográficas, Vega rompió su contrato en 2011 cuando grababa La cuenta atrás, un trabajo que fue nominado a los Grammy Latinos en la categoría de Mejor Álbum Pop/Rock. Decidió crear su propia compañía, La Madriguera Records. A partir de entonces, no más peleas. Pero otros reveses estaban en camino. Edita discos de pop-rock viscerales tanto en las baladas como en las piezas desbocadas, sus directos son convincentes, colabora con Elvis Costello, grupos indies como Sidonie se declaran fans… Pero no consigue avanzar. “Todavía se sigue pensando en mí como un personaje de la segunda edición de OT. Ni se molestan en escuchar ni en ver los conciertos. Y por ser mujer presuponen que seré más blandita”. Sigue hablando de la industria: los medios escritos, las radios, los programadores de festivales… Su música y su actitud tampoco encajan en el circuito donde se mueven los compañeros de generación de OT: Manuel Carrasco o Mai Meneses, de su promoción, o Bisbal y Bustamante, de la anterior.
Agotada de no avanzar y de lo difícil que resulta enfrentarse a las estructuras musicales desde la independencia, decide retirarse. Será en octubre de 2019, después de un concierto en la madrileña Joy Eslava. No se lo dice a nadie, ni siquiera a su pareja. La sala, llena de sus apasionados fieles, parece intuir la intención de la artista: aquello se convierte en un horno repleto de emociones. Suben al escenario para hacer dúos con ella Eva Amaral, Andrés Suárez, Budiño… “Estaba muy quemada. Llevaba 18 años de carrera y no sentía que las cosas fueran más fáciles y tampoco veía capacidad para crecer. No era una ambición personal, sino de mejorar los sueldos de los músicos, invertir en el espectáculo… El 5 de octubre de 2019 iba decidida a dar mi último concierto”, explica. Pero la respuesta del público (“eso no se paga con dinero”) fue tan rendida que decidió darse otra oportunidad.
Fiel a transitar por caminos empedrados, la cantante encaró su obra más compleja en su etapa más convulsa. “Sí, parece que me gusta complicarme la vida”, se ríe. En 2020 convivió con picos de ansiedad, paralización de parte del cuerpo y con unas secuelas de la covid que la dejaron con alopecia y con una bajada de peso alarmante. “Siempre he pesado poco, 52-54 kilos, pero me puse en 47 después de la covid. Comía pero no engordaba. Sigo sin ganarlo [44 en la actualidad] y no sé muy bien por qué. Lo único que me dicen es que para recuperar el peso tengo que parar, porque ahora lo que como lo quemo. O sea, me recomiendan que no lleve una vida tan intensa. Y claro, les digo a los médicos que yo y una vida poco intensa es incompatible. Este disco es el máximo impedimento para que coja peso”, señala con una sonrisa.
Efectivamente, un álbum donde visibiliza su enfermedad mental (una canción se llama Bipolar) y donde cuenta los golpes que ha recibido. “Nunca es tarde para ser 100% libre, para respetarse y hacerse respetar. Una no nace empoderada”, señala. En Un golpe habla de la pena, la frustración, el dolor, el miedo, la desidia y el hastío. Del suyo. En Mortal describe la espiral destructiva por amor. Contigo es una pieza donde apoya a su pareja, que ha perdido a varios seres queridos en los últimos tiempos. Otra se titula Sobrevivir. “Tengo un doctorado en la vida en materia de supervivencia”, afirma. En todas se desnuda con valentía para quien las quiera escuchar. Muchos lo están haciendo y se lo hacen saber en las presentaciones del disco, en unos conciertos especiales en acústico antes de la gira. “Sé que no es bueno para mi salud, pero somatizo el dolor ajeno. Me llevo unas grandes mochilas a casa después de lo que me cuentan. Siento la responsabilidad de responderlos. Primero, indicándoles dónde tienen que ir para tratarse”.
Vega es una ávida consumidora de música. Habla de Portishead, Guns N’ Roses, Elvis Costello (que le pidió que adaptase canciones suyas al castellano con un resultado sorprendente) o de Triana, principal influencia para la pieza que cierra el disco, Patria, una reivindicación mística de su tierra, Andalucía.
Afirma que ahora, y después de iniciar una terapia y de dar con los analgésicos adecuados, tiene las herramientas adecuadas para controlar la ansiedad y los picos de estrés. Es consciente de que es algo por lo que tiene que pasar para ir como a ella le gusta, a pecho descubierto.