Fernando Cuadri: “No he sido un buen ganadero y necesitaría tres vidas para conocer al toro de lidia” (I)

El afamado criador onubense, “un animalista convencido”, analiza al protagonista de la fiesta

El ganadero Fernando Cuadri, ante una de las corridas señaladas para 2022.PACO PUENTES (EL PAIS)

Fernando Cuadri (Trigueros, Huelva, 1949) se define a sí mismo como un animalista convencido. No en vano ha dedicado su vida a la crianza de canarios, gallinas enanas, gallos de pelea en su día, y el toro bravo.

Es animalista y hombre de campo, de esos que miran cada mañana al cielo para escudriñar el paso de las nubes, y se extasía cada anochecer ante las distintas fases de la Luna, convencido de su poderosa influencia en la vida de animales y seres humanos.

Pero Fernando Cuadri ha alcanzado la ‘gloria terrenal’ como ganadero de reses bravas. A ellas ha estado dedicado durante 4...

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Fernando Cuadri (Trigueros, Huelva, 1949) se define a sí mismo como un animalista convencido. No en vano ha dedicado su vida a la crianza de canarios, gallinas enanas, gallos de pelea en su día, y el toro bravo.

Es animalista y hombre de campo, de esos que miran cada mañana al cielo para escudriñar el paso de las nubes, y se extasía cada anochecer ante las distintas fases de la Luna, convencido de su poderosa influencia en la vida de animales y seres humanos.

Pero Fernando Cuadri ha alcanzado la ‘gloria terrenal’ como ganadero de reses bravas. A ellas ha estado dedicado durante 46 años, hasta que en noviembre de 2019 decidió pasar el testigo a un hijo y tres sobrinos. Ahora trabaja en proyectos profesionales como ingeniero industrial, carrera que ha tenido aparcada a causa del toro, pero sin perder de vista la pasión de su vida.

La cita es en Comeuñas, la finca onubense donde pastan los toros de la familia. Fernando mantiene su porte campero, las manos endurecidas por el trabajo, la tez tostada, la sonrisa franca, la naturalidad como espejo y un innato sentido de la humildad que pretende restar importancia a los conocimientos que le han granjeado su contrastada fama de sabio del toro.

Afirma sin rubor que no ha sido un buen ganadero, que necesitaría tres vidas para conocer al toro bravo, que no sería taurino si no hubiera conocido al toro en el campo, que ese animal privilegiado es un auténtico misterio… y reflexiona sobre la genética, la fuerza de la naturaleza, la importancia del instinto animal, la escasa influencia del ganadero en el comportamiento del toro en la plaza, y sobre el estrés y su relación con la supuesta homosexualidad en el ganado bravo.

“Un ganadero debe tener los animales que le quepan en la cabeza, no en la finca”

Sentado en el amplio salón de la casa, junto a una chimenea y rodeado de cabezas de cuadris célebres y estanterías cargadas de trofeos, Fernando comienza a hablar de toros, y lo primero que apunta, sin que se le pregunte, es que no ha sido un buen ganadero.

“Me gusta el campo y la naturaleza, y estudiar la conducta del toro”, comenta. “Creo, no obstante, que el ganadero de lidia debe estar más en el despacho que en el campo, ser un estudioso de las reatas (familias) y de la consanguinidad. Debe poseer memoria, mucha memoria, y cuando sale una vaca a la plaza de tientas debe tener media faena hecha porque conoce las cualidades y defectos de su familia para exigirle más o menos en fuerza, en genio, temperamento… Y yo no he tenido esa capacidad. Digo más: un ganadero debe tener los animales que le quepan en la cabeza, no en la finca. A mí me ha fallado mucho la memoria y no he sido un estudioso de la ganadería. He sido más de campo, sin duda”.

Pregunta. ¿Y qué ha aprendido usted en el campo?

Respuesta. Quizá, lo que tengo más claro es que la influencia del ganadero en el comportamiento del toro en la plaza no pasa del 25% o el 30%. El resto es instinto, y en este participan las condiciones medioambientales, los vientos, las lluvias, los viajes, el descanso, las fases de la luna, el estrés… Del criador solo depende, de verdad, la presentación del toro”.

Un ejemplar de Cuadri lidiado en Las Ventas en la feria de San Isidro de 2017.Joaquin Arjona

Fernando Cuadri defiende un singular análisis sobre el estrés y su ascendencia en la conducta del toro.

“¿Ha oído usted que los toros ‘mariquitas’ protagonizan una buena lidia?”, pregunta. Y ante el asombro del interlocutor, expone su teoría:

“Toros ‘mariquitas’ no hay; los hay más nobles, a los que todo les da igual, y más violentos. Lo normal es que cuando un animal monta a otro que está comiendo, este se gire y se lo quite de encima al instante. Pero hay otros, más tranquilos, que no se vuelven tan rápido, y transcurre el tiempo suficiente para que haya un superficial contacto sexual, de modo que el resto de la manada cree que es una hembra, y lo persiga por el campo con tanta ansiedad que al toro no le queda más remedio que aceptar que los demás se le suban encima”.

P. ¿Y?

R. Esa reacción no la ha provocado la homosexualidad del animal, sino su nobleza y su tranquilidad. Ese toro sufre menos en los corrales y en los viajes, y sale al ruedo con el depósito lleno. El animal que se altera en los cajones del camión ejercita unos músculos que le llegan a producir agujetas durante la lidia. El animal que se trastorna con la contaminación, el ruido, que no descansa ni come, sale al ruedo en reserva, y creo que, por lo general, no desarrolla lo que lleva dentro.

Asegura Cuadri que esta teoría la tiene “más que demostrada”, y cuenta la historia de Aragonés, cuya cabeza cuelga en una de las paredes del salón. “Era un toro tan tranquilo que parecía un burro. Estuvo en 2009 como sobrero en Sevilla, y viajó a Madrid para una corrida en la que solo pudimos lidiar cuatro reses. Las tres primeras pasaron desapercibidas, y solo quedaba en los corrales Aragonés; y recuerdo que yo le decía a mi mujer ‘vámonos, que esto va a ser un desastre’. Y no nos fuimos porque en la fila de atrás estaba la peña taurina de Trigueros y nos dio vergüenza. Salió el toro, y fue tan bueno que le concedieron el premio al mejor de la feria de San Isidro. ¡Y yo lo tenía en el banquillo…! La conclusión que saqué es que no me había enterado de nada”.

“El toro bravo es un misterio; cuando más avanzas, menos sabes”

P. También se podría concluir que el toro es un misterio…

R. Para mí, sí. Y los motivos son variados. Primero, que el instinto es fundamental en su actuación y depende de muchos factores; por otro lado, crías un toro sin un modelo. Nadie te dice qué tipo debes perseguir. Estás manejando bravura, casta, temperamento, nobleza, genio, y desconoces cuál debe prevalecer sobre las demás. Y, por último, procuras que predomine el afán de lucha, que es una condición antinatural. ¿Le parece poco misterio?

P. A ver…

R. El misterio del toro consiste en que cuanto más avanzas, más variables aparecen y menos sabes. Estoy convencido, por ejemplo, de que si se eliminara la selección de una ganadería durante 60 años, el toro dejaría de embestir; se defendería, pero no atacaría. La ley natural tiende a proteger a las especies, y al toro no lo puede proteger porque los ganaderos fomentamos una condición que va en contra de su existencia, que es la bravura y la casta.

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