El luto por Marília Mendonça revela el poderío del ‘country’ brasileño

La muerte de la cantante, fallecida a los 26 años en un accidente aéreo, conmociona Brasil. Introdujo el feminismo en el sertanejo, el género que triunfa en el país del samba

Marília Mendonça durante un concierto el 30 de octubre de 2021.Cortesía

Brasil está de luto por la muerte de una de sus cantantes más populares. Y eso en este país donde la música nunca deja de sonar y escucharla es como respirar son muchas decenas de millones de seguidores. Persisten la conmoción y la incredulidad ante la súbita desaparición de Marília Mendonça el viernes 5 de noviembre al estrellarse el avión en el que viajaba para dar un concierto. A sus 26 años, tenía una carrera consolidada como cantante y c...

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Brasil está de luto por la muerte de una de sus cantantes más populares. Y eso en este país donde la música nunca deja de sonar y escucharla es como respirar son muchas decenas de millones de seguidores. Persisten la conmoción y la incredulidad ante la súbita desaparición de Marília Mendonça el viernes 5 de noviembre al estrellarse el avión en el que viajaba para dar un concierto. A sus 26 años, tenía una carrera consolidada como cantante y compositora. Encumbrada como la reina del sertanejo, el country brasileño, su fallecimiento ha colocado el foco en el género que en la última década se ha convertido en el mayor éxito musical en el país del samba, Chico Buarque y Roberto Carlos.

Seguidores Marília Mendonça durante uno de sus últimos conciertos, en octubre de 2021.Cortesía

Las melodías sobre pasiones, sufrimiento, amores y desamores nacidas en el Brasil de los granjeros de sombrero y botas vaqueras salieron con fuerza del interior para triunfar en el resto del país. Y puntualmente, más allá. En 2011, una pieza cantada por Michel Teló, con un pegadizo estribillo que decía “Nossa, nossa, Asim você me mata” (Señor, señor, así me matas), se convirtió en un fenómeno internacional después de que Neymar y Cristiano Ronaldo la bailaran para festejar sus goles.

Los festivales en torno a los rodeos, YouTube y Spotify impulsaron al sertanejo a horizontes desconocidos. Hasta que el coronavirus se llevó todo por delante, el festival de Barretos, el mayor del género, reunía en el interior de São Paulo a un millón de espectadores cada año. Y entre la infinidad de géneros musicales alumbrados por Brasil, triunfa como el más escuchado en el teléfono móvil. Ganó dos Grammys Latinos al mejor álbum de sertanejo y este año era candidata.

La madre de Marília Mendonça , Ruth Moreira Dias, junto al féretro de la cantante.MATEUS BONOMI (Getty Images)

La voz potente y ronca de Mendonça era una de las mejores de la música contemporánea brasileña, pero la joven destacó además como innovadora. Lideró a un puñado de mujeres que revolucionaron el sertanejo —y ampliaron el mercado— con su mera presencia sobre el escenario y canciones con mensaje feminista, con letras que dejaron de hablar de las mujeres como seres sumisos, que reflejaban los anhelos de las eternas secundarias, que las animaban a ser libres. “Te estoy echando de mi corazón / asume las consecuencias de esta traición”, cantaba en Infiel, con la que conquistó la fama. Ahora estaba volcada en el proyecto Patroas (Patronas), junto al dúo Maiara y Maraisa, que alienta a resistirse a la violencia machista, a exigir la igualdad salarial, a disfrutar con las amigas…

Asuntos revolucionarios en un género tradicionalmente conservador y machista monopolizado hasta hace no tanto por dúos masculinos en el que estrellas como Chitaozinho & Xororó perduran durante décadas.

Marília Mendonça llenaba estadios y, tras hibernar en YouTube durante la pandemia, estaba retomando los conciertos en directo. Este mes salía de gira por Europa con paradas en Londres, Bruselas, Lisboa y Oporto. También era una artista 2.0, de las que relatan su día a día en redes sociales. Su última publicación impresiona porque incluye imágenes difundidas cuando su vuelo despegaba. Se la ve caminar hacia el aerotaxi con una maleta y su guitarra, elegante, con un traje de cuadros blanquinegros con toques de color y gafas de sol. Sentada junto a la salida de emergencia, bromea sobre la dieta que sigue. Cuando se confirmó el óbito, la artista sumaba 36 millones de seguidores en Instagram (ahora son 41 millones). Al día siguiente de su muerte, superó a Adele y Taylor Swift como la cantante número uno en Spotify.

Familia y fans la velaron en Goiania, una ciudad a 200 kilómetros de Brasilia, que es epicentro de la millonaria industria del sertanejo. Desde allí, el cantante Vitor Zara, de 33 años, cuenta por teléfono que la conocía de cuando ella era una compositora que ofrecía sus canciones a cantantes profesionales en la esperanza de que triunfaran y le abrieran las puertas del escenario. Al final, ella se convirtió en una estrella mientras él aún persigue el éxito en el oficio en el que debutó a los diez años. De niño, Vitor Zara iba a la escuela y por las noches cantaba al amor en clubes de pequeñas ciudades bajo la atenta mirada de su padre.

Marília Mendonça, durante un concierto en el municipio brasileño de São José dos Campos, el pasado 25 de septiembre.Will Dias (AP)

Está convencido de que el legado de Mendonça será duradero en la música vaquera, que muchas jóvenes transitarán la senda que abrió: “Innovó en el escenario y la música. (En su música), la mujer también sufría por amor. Ya no estaba feo que sufriera en un bar, o junto a un hombre, como amigos”, explica. Estos días se ha recordado como rompedor que a veces cantara cerveza en mano.

Goiania concentra decenas de estudios convertidos en auténticas factorías de hits. El sertanejo bebe de fuentes musicales originales mezcladas con el country de Estados Unidos y, en los últimos años, el pop. Se enorgullece de la viola caipira, instrumento que suena junto a la guitarra. Y está estrechamente vinculado con el mundo de los rodeos. Sí, los vaqueros brasileños también montan reses. “Había mucho prejuicio hacia nosotros, nos veían como pueblerinos. Pero como hoy el agronegocio triunfa en la economía brasileña, ya miran al agro y a nosotros de otra manera”, explica el cantante de sertanejo. Existe un renacer del orgullo de campo. Cree que el género triunfa “porque es música positiva, para relajarse, y bailar con la novia”. También, dice, porque “se identifica con el pueblo brasileño, con todos los brasileños”. Cuenta que una vez fue a cantar ante unos indígenas en el río Xingú “y todos se sabían las letras”.

Un camión del Departamento de Bomberos lleva el ataúd de la cantante Marília Mendonça seguido de docenas de autos en Goiânia, Brasil. Weimer Carvalho (EFE)

La élite musical brasileña los solía mirar por encima del hombro por su origen rural y sus valores conservadores (es un caladero bolsonarista), pero a medida que se han convertido en un fenómeno de masas los guiños se multiplican. Al dar el pésame, Caetano Veloso recordó las menciones a Mendonça que incluyó en una canción y Gal Costa, una colaboración reciente. Bolsonaro, poco dado a ensalzar artistas brasileños, ni siquiera cuando fallecen, se apresuró a alabar su legado.

Todavía se desconocen las causas del accidente en el que murieron otras dos personas de su equipo y los dos pilotos. Se sabe que el aerotaxi estaba a punto de aterrizar en Caratinga (Minas Gerais) cuando, según testigos, chocó con el tendido eléctrico. Los especialistas apuntan a que el piloto intentó un aterrizaje de emergencia en un río porque el terreno es montañoso, pero el impacto fue mortal. Terminaba abruptamente la carrera de una cantante que conquistó el corazón de sus compatriotas.

Una de las presentaciones de Marília Mendonça.

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