Puerta del Príncipe para Guillermo Hermoso

Muere el caballo ‘Máximo’ de Andrés Romero al ser corneado por el primer toro de la tarde

Guillermo Hermoso de Mendoza, a hombros por la Puerta del Príncipe.PACO PUENTES

La tarde no pudo comenzar de peor manera. A poco de salir al ruedo el primero de la tarde, y cuando Andrés Romero trataba de pararlo en los medios, su caballo, Máximo, lusitano y de capa albina, resbaló y sufrió una cornada de nueve centímetros en el abdomen. Fue trasladado con urgencia a una clínica veterinaria, pero el animal murió en el curso de la intervención a la que fue sometido.

Comenzó mal y tarde el festejo, —los clarines tocaron por vez primera 15 minutos después del inicio del espectáculo gracias a la pachorra de un presidente al servicio de la rejoneadores, que pasea...

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La tarde no pudo comenzar de peor manera. A poco de salir al ruedo el primero de la tarde, y cuando Andrés Romero trataba de pararlo en los medios, su caballo, Máximo, lusitano y de capa albina, resbaló y sufrió una cornada de nueve centímetros en el abdomen. Fue trasladado con urgencia a una clínica veterinaria, pero el animal murió en el curso de la intervención a la que fue sometido.

Comenzó mal y tarde el festejo, —los clarines tocaron por vez primera 15 minutos después del inicio del espectáculo gracias a la pachorra de un presidente al servicio de la rejoneadores, que pasean y pasean hasta la extenuación e indican al palco el cambio de tercio—, y acabó bien, pues Guillermo Hermoso de Mendoza salió a hombros por la Puerta del Príncipe tras cortar tres orejas.

No fue una actuación para tal premio, pero se le debe reconocer que es un rejoneador en franca y positiva progresión, que transmite seguridad y conocimiento, y trata de hacer un toreo elegante y clásico.

Y no lo fue, a pesar de sus muchos aciertos, porque los toros de San Pelayo, tan exigidos por las damas y caballeros a caballo, son tan nobles, generosos y blanditos, tan colaboradores los pobrecitos, que dan más lástima que respeto. Los rejoneadores no lidian a un animal fiero y encastado, aunque tenga los pitones cortados, sino a un borrego que anda por allí como un alma en pena pidiendo socorro.

A sus dos faenas, pues, les faltó la emoción del toro. Dicho lo cual, su actuación tuvo pasajes interesantes: paró a sus dos oponentes en un palmo de terreno, templó a la perfección a dos bandas, y se lució con las hermosinas y los pares de banderillas cortas que colocó en ambos toros. Mató de un rejón fulminante a su primero, y la plaza y el palco se le rindieron a un tiempo. Y hubiera paseado otras dos orejas del sexto si no falla en primera instancia con el rejón de muerte.

San Pelayo/Romero, Vicens, Hermoso

Toros despuntados para rejoneo de San Pelayo, correctos de presentación, nobles y blandos.

Andrés Romero: pinchazo, rejón trasero y tres descabellos (ovación); pinchazo hondo bajo y trasero y un descabello (vuelta).

Lea Vicens: rejón bajo y muy trasero y dos descabellos (ovación); dos pinchazos, rejón, dos descabellos _aviso_ y cuatro descabellos (ovación).

Guillermo Hermoso de Mendoza: rejonazo fulminante (dos orejas); pinchazo y rejón bajo (oreja). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.

Plaza de La Maestranza. 26 de septiembre. Octava corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada sobre un aforo del 60 por ciento.

¿Salva la actuación de Hermoso una tarde deprimente? Sea que sí, pero este espectáculo clama a voces una regeneración para evitar la desbandada final del público.

El toro de rejoneo no es un oponente serio, y debe serlo, porque en su casta reside la emoción del festejo.

Es inadmisible que la presidencia permita una tardanza desesperante mientras los actuantes se pasean por el ruedo como si aquello fuera una exhibición ecuestre; los cambios de tercio debe decidirlos el palco y no los rejoneadores, y habría que evitar los muchos y tediosos tiempos muertos.

Todo ello lo convierte es un espectáculo aburrido hasta la extenuación; y más aún cuando Andrés Romero y Lea Vicens no estuvieron a la altura requerida.

Se ve que Romero es hombre apasionado, que parece más ocupado en pedir aplausos que en el toreo. Su actuación fue tan correcta como fría, un poco tosca, también, y de toda ella habría que destacar los quiebros a lomos del caballo Guajiro en ambos toros. Muy lamentable la muerte de su caballo, no imputable a su dueño.

Lea Vicens, por su parte, sigue siendo mejor caballista que rejoneadora; su elegancia no la salva de su irregular colocación de las banderillas, aunque templó bien pegada a tablas.

Se abrió la Puerta del Príncipe, que siempre es una buena noticia; mejor sería que alguien se sentara a pensar alguna innovación en el llamado arte del rejoneo antes de que desaparezca por inanición.

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