Pablo Aguado, al natural
El diestro sevillano triunfa con un noble toro de Jandilla, premiado con la vuelta al ruedo
Pablo Aguado triunfó al natural con un buen toro de Jandilla en la decimocuarta y penúltima corrida de la Gira de Reconstrucción. Corroboró lo que ya se sabía, que es un torero dueño de la naturalidad, el empaque y la gracia para convertir en algo bello su presencia ante el toro. Y ante ese tercer toro, nobilísimo, con las fuerzas justas y suficiente movilidad, trazó naturale...
Pablo Aguado triunfó al natural con un buen toro de Jandilla en la decimocuarta y penúltima corrida de la Gira de Reconstrucción. Corroboró lo que ya se sabía, que es un torero dueño de la naturalidad, el empaque y la gracia para convertir en algo bello su presencia ante el toro. Y ante ese tercer toro, nobilísimo, con las fuerzas justas y suficiente movilidad, trazó naturales largos, de esos que parecen eternos y permanecen en la retina.
JANDILLA/AGUADO, SERNA
Pablo Aguado: estocada (silencio); media y estocada (dos orejas).
Rafael Serna: estocada contraria (oreja); tres pinchazos -aviso- y estocada ('silencio'). Plaza de Ubrique (Cádiz). 13 de marzo. Decimocuarta corrida de la Gira de Reconstrucción. Setecientos sesenta y cinco espectadores.Fue una faena de muleta hilvanada, templada, preñada de gusto, en la que toro y torero se fundieron en ráfagas de preciosismo artístico que no se prodiga en una plaza. Añádasele unas garbosas chicuelinas y una media estocada en lo alto para rematar su reaparición en los ruedos tras un año de paro forzoso.
Bien para ser la primera corrida del año… pero la labor del sevillano Aguado supo a poco. Brilló el buen tono de su toreo, pero no hubo entusiasmo, y la emoción fue una visitante pasajera.
Al toro, de nombre Jaramago, se le dio la vuelta al ruedo, pero no fue un referente de la casta, ni de la fortaleza, ni de la bravura. Fue un animal nobilísimo, y poco más. Pero fue el primero tras un largo desierto y el torero dio la talla.
Bueno, en realidad fue el segundo; su primero, otro toro agradabilísimo y más bueno que el pan, pasó desapercibido. Y así fue porque el torero no se sintió. Sufrió dos desarmes, dio muchos pases y no dijo nada. Fue una labor larga y aburrida, cuajada de brochazos incoloros y fríos.
Aguado estuvo acompañado por su paisano Rafael Serna, poco placeado, que ofreció la mejor versión de sí mismo. Acelerado con su primero, se asentó ante el último, protestado por inválido, que acudió con nobleza a la templada muleta de un torero con menos prisas y largo trazo en hondos naturales. El fallo con el estoque no emborronó el bueno gusto del también sevillano.