ENTREVISTA

José Luis Gómez: “La pandemia ha sido una ocasión de oro de ir hacia adentro”

El actor y director, fundador del Teatro de La Abadía, reflexiona sobre la educación o los efectos del coronavirus en la sociedad y reclama una lucha más intensiva contra la desigualdad

Jose Luis Gómez, en su casa de Madrid el pasado 20 de enero.Santi Burgos

Ha sido Pascual Duarte, Miguel de Unamuno, la Celestina y ahora es también el Mío Cid. En estos tiempos de pandemia va hacia adentro, en busca del José Luis Gómez que nació en Huelva hace 80 años y que amoldó su personalidad hasta ser uno de los grandes actores de su época. Ahora que ...

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Ha sido Pascual Duarte, Miguel de Unamuno, la Celestina y ahora es también el Mío Cid. En estos tiempos de pandemia va hacia adentro, en busca del José Luis Gómez que nació en Huelva hace 80 años y que amoldó su personalidad hasta ser uno de los grandes actores de su época. Ahora que el inventor de La Abadía y académico de la lengua reflexiona, en el estudio que tiene en su casa, rodeado de los mitos que ha interpretado, parece que responde hacia adentro mientras escucha las preguntas del periodista sobre las distintas tormentas de la vida.

Pregunta. ¿Cómo se ha portado este tiempo con usted?

Respuesta. Pandemia, nevada, consecuencias derivadas… Ha sido una ocasión de oro de ir hacia adentro. Cuando el tiempo es muy clemente y todo parece que va sobre ruedas, uno no presta atención a cosas esenciales. O sí, algunos son capaces de hacerlo. En mi caso, el viaje ha sido así. No puedo sino agradecer esta ocasión que ha habido; estaba en el camino, pero no hubiera sido de esta manera si no hubiera sido impulsado por estas circunstancias. Ha sido una ocasión para pensar y sentir cosas, porque no solo hay que pensar sintiendo y sentir pensando, como diría Don Miguel. Me ha servido para crecer, si no en altura, que eso es imposible, pero sí quizá en profundidad. Ser más consciente, más atento. Más paciente. Aguantar la inconveniencia, aceptar que todo cambia permanentemente, lo que decía Heráclito. Una ocasión de oro. Cambiar hábitos, tendencias. Tomar nota de nuestra inmensa fragilidad.

P. ¿Qué defectos le ha revelado en usted esa autocrítica?

R. Impaciencia, mucha impaciencia. Sobre todo eso, impaciencia. He aprendido a ser más paciente, más consciente de mi total dependencia de los demás y de la dependencia que, de alguna manera, otros tienen de mí. Y que tengo que ser justo y hacer honor a esa dependencia. No era yo consciente años atrás. Y ahora también he tomado aún más conciencia de la desigualdad que existe. Es una de las tareas más urgentes que tenemos, paliar esa desigualdad. Me he leído la ley Celáa. Me han asustado las protestas en contra. Con todo el respeto a los que las expresan, pienso que propugna la igualdad de oportunidades. Hay que hacer todo lo posible para que tengamos una educación pública generalizada y accesible a otros. Lo que hace la ley es simplemente reducir el apoyo a la concertada. Muchas personas, muy afortunadas por la vida, consideran que eso que reciben es insuficiente. Me parece que están en un grave error. La desigualdad es una de las tareas más graves que tenemos ante nosotros. Lo vemos continuamente en el mundo. Seguramente, lo que ha ocurrido en Estados Unidos es también fruto de la creciente desigualdad, y lo que ocurre en otros sitios. Urgente necesidad de atajar la desigualdad.

He aprendido a ser más paciente, más consciente de mi total dependencia de los demás y de la dependencia que, de alguna manera, otros tienen de mí.

P. ¿Cómo ha afrontado este país este año de miedo?

R. Nos ha transmitido una información real de lo que somos. Quizá no somos tanto como creíamos, ni tan capacitados, aunque tampoco estamos poco capacitados. Pero hay muchas urgencias que paliar en nuestro Estado. Si queremos ser mejores tenemos que trabajar en ello. El Gobierno tiene que hacer su tarea, y los ciudadanos la nuestra: trabajar para ser mejores en todo, en ciudadanía, en comportamiento, en ayuda mutua.

P. Conoce desde Pascual Duarte a La Celestina, al Quijote o a Unamuno… ¿Eso ayuda a conocer España también?

R. A veces creo que somos un país que, en muchísimos aspectos, muestra una capacidad solidaria altísima, extraordinaria. Sin embargo, esa es una capacidad solidaria hacia unos y otros, pero en el trabajo común esa solidaridad no se manifiesta con una eficiente educación para la ciudadanía. Siempre me viene a la memoria aquella ley que derogó el ínclito ministro Wert. ¡En qué estaría pensando! Somos un país solidario, que hace que el vivir pueda ser grato entre humanos, pero con una deficiente organización para la cooperativa y el comportamiento humano.

Aquí sigue siendo un sueño el laicismo. Por eso la relación con Europa es esencial.

P. Este tiempo subraya la importancia de estar en Europa…

R. Me he sentido muy europeo antes de tiempo, de muy joven, valorando países en los que he aprendido. Somos Europa. La Ilustración llega aquí muy tarde, no penetra la reforma luterana, y esta reforma ha sido muy buena para todo el continente y para toda la humanidad porque la Iglesia católica, con mi respeto, no iba por un buen camino. La religión es un tema aparte, pero a muchas personas les moldea la vida y la huella católica pesa todavía en la historia española. Aquí sigue siendo un sueño el laicismo. Por eso la relación con Europa es esencial. Y aprender sus lenguas también nos ayudaría a ver que el sufrimiento que nos trae esta pandemia es el padecimiento que también tienen ellos. Cualquier aventura o desvarío que lleve a sentir que estaríamos mejor sin Europa es un puro disparate.

P. Es una época de miedo. ¿Tiene usted razones para el miedo?

R. No. Tengo cierta sorpresa de por qué no me he contagiado. He rodado una película con muchísima gente, he ensayado con mis compañeros de trabajo. Estoy dispuesto a aceptar lo que sea, pero no tengo miedo.

P. Hace diecisiete años interpretó El rey se muere de Ionesco y le dijo aquí a Andrea Aguilar: “Trabajar sobre la muerte nos ha dado mucha vida”.

R. Sí, evidentemente. Trabajar para entender eso se ha convertido en una tarea urgente, saco un tiempo del día para dedicarlo a eso. No podría vivir de otra manera ya. Incluso cuando estoy en periodos llamados de descanso me retiro al campo. Allí practico mi relación con las cosas, con el jardín, todo me trae recuerdos vivos, y todo va tejiendo una extraordinaria alfombra de gratitud, compacta, por lo que no sé si tan merecidamente la vida me ha dado. Muchas veces estoy sobrepasado por la gratitud. Personas, objetos. Todo viene a través de las personas.

Toda una búsqueda se concentra en quién soy, qué soy. Una inmensa fortuna que haya podido llegar este momento.

P. Durante años a los entrevistadores nos hablaba de la gratitud a sus padres. Ha abierto el espectro.

R. Los padres, la puerta de entrada a la vida. Afortunadamente, en el curso de los años esto ha formado una enorme bola de nieve cálida de gratitud. Me conmueve nombrarlo.

P. A lo largo de la vida ha hecho un viaje en busca de los personajes. Ahora parece estar en busca de una persona que se llama José Luis Gómez.

R. Decididamente sí. Toda una búsqueda se concentra en quién soy, qué soy. Una inmensa fortuna que haya podido llegar este momento. Es curioso: cuando se mira la vida con 80 años y se llega con una situación razonablemente agradable uno lo tiene que ver como un don.

P. Un don apacible.

R. Sí, es un don. Y sentir otra vez el sentimiento de gratitud, que es de las mejores cosas que uno puede sentir, porque hace tanto bien a los demás, a las circunstancias de la vida, que han venido casi siempre de la mano de otras personas.

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