Los forillos, el último resto de la artesanía del cine

Las imágenes digitales sustituyeron los telones que durante décadas recrearon fondos en la gran pantalla

Clara Nuño
Madrid -
Almacenes de la empresa de forillos Readecor, dirigida por la cuarta generación de una familia dedicada a ese negocio.VICTOR SAINZ

Tan solo son láminas. Láminas largas que cuelgan tras una ventana y se convierten en vistas de una ciudad. O en un paisaje. O en el interior de una nave espacial. O, quizá, en un planeta lejano. Es el caso de los forillos, los fondos de los decorados del Hollywood clásico que dieron vida a las secuencias que, durante décadas, han poblado el imaginario colectivo. Más de medio siglo después, muchos de ellos han desaparecido o yacen bajo una capa de polvo en los almacenes. De ellos podría decirse que son los grandes olvidados del cine, unas pinturas impresionantes diseñadas para ser invisibles. L...

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Tan solo son láminas. Láminas largas que cuelgan tras una ventana y se convierten en vistas de una ciudad. O en un paisaje. O en el interior de una nave espacial. O, quizá, en un planeta lejano. Es el caso de los forillos, los fondos de los decorados del Hollywood clásico que dieron vida a las secuencias que, durante décadas, han poblado el imaginario colectivo. Más de medio siglo después, muchos de ellos han desaparecido o yacen bajo una capa de polvo en los almacenes. De ellos podría decirse que son los grandes olvidados del cine, unas pinturas impresionantes diseñadas para ser invisibles. Los forillos, las maquetas imposibles y las miniaturas fueron los protagonistas a la sombra del séptimo arte hasta los años sesenta, cuando todo cambió en la industria.

Según Eduardo Hidalgo, director artístico de películas como Balada triste de trompeta (2010) o Las 13 rosas (2007), la escenografía cinematográfica nace de la teatral: “Era una cosa un poco naíf eso de los forillos pintados. Forman parte de un cine maravilloso que era puro teatro”. Para Hidalgo, hoy no es tan fácil engañar al espectador. Se consume audiovisual constantemente y el público es exigente en la parte técnica.

Fotograma de 'Sonrisas y lágrimas', con un fondo pintado.

Aquello de los forillos era como sumergirse en un cuadro. Todos estaban pintados a mano, con un extremo cuidado en la textura y el tipo de pigmento utilizados, teniendo siempre en cuenta el tipo de iluminación que fuera a aplicarse sobre ellos. Este punto era de especial relevancia, puesto que, en función de la luz empleada, el aspecto de un forillo varía.

Y se reutilizaban, por supuesto. Un ojo avizor podría percatarse de que el fondo urbano de rascacielos que se percibe desde las ventanas de El manantial (1949) es sospechosamente similar a los decorados de series de televisión posteriores como Los Jefferson (1975) o Felicity (1998). Eran un recurso muy habitual que dejó numerosas anécdotas: en Siete novias para siete hermanos (1955) usaron forillos para emular los fondos de cielos y montañas y, para dar mayor verosimilitud, soltaron pájaros en el plató. En un plano se ve a uno, despistado, chocar con el cielo falso del fondo.

Hoy los forillos son apenas residuales. Y los que se usan son fotográficos, no pintados. Salvo excepciones. En España, una serie ha recurrido de nuevo a los pinceles: El Ministerio del Tiempo. ”Fue en el primer capítulo. Queríamos hacer una recreación de los estudios que había en el franquismo, e hicimos un forillo pintado a mano”, cuenta Jorge de Soto, director de arte. La intención, dibujar el fondo nevado de la Rusia de la División azul: “Estábamos enseñando lo que era el mundo del cine en aquella época y, al mismo tiempo, escarbando en nuestra historia; quisimos hacerlo a la antigua usanza”.

Arquitectura efímera

Un decorado es una arquitectura efímera. En cambio los forillos aguantan, aunque en España, solo alguna empresa como la veterana Readecor los conservan, en su mayoría para teatro, para alquilar a diferentes producciones. Pero localizarlos, a veces, es imposible. “Para El Ministerio del Tiempo intenté encontrar un forillo de otra película en la que estaba de atrezzista. Era algo así como un mantón con un abanico. Lo busqué por todas partes. Pero no existe el hábito de guardar estas cosas”, dice De Soto.

“Tiene que estar en alguna parte”, afirma Nacho S. Cavada, ayudante de producción en películas como Carmen y Lola (2018) o Altamira (2016) y que redactó un hilo de Twitter, que se volvió viral, sobre el tema. “Investigando me di cuenta de que hay gente y empresas que los coleccionan”, apunta en referencia a la empresa J. C. Backings, presidida por Lynne Coakley, cuya familia lleva generaciones con forillos en Hollywood y que ha donado parte de su colección al sindicato de directores de arte estadounidense.

Entre esa colección destacan fondos tan icónicos como el exterior de la mansión en Sonrisas y lágrimas (1965) o el Monte Rushmore de Con la muerte en los talones (1959). O incluso la recreación de la antigua Roma, que se usó por primera vez en Ben-Hur (1959) y que los hermanos Coen reutilizaron en la actual Ave, César (2015), apunta Cavada. Los forillos llamaron su atención desde la primera vez que trabajó en un rodaje, hace seis años: “En un plató me di cuenta de que detrás de las ventanas estaban esos vinilos, unas fotos gigantes”. Para él los forillos constituyen algo artesanal “que se nota”, en contraposición al CGI (imágenes generadas por ordenador). “En Tenet han explotado un avión. Les salía más barato reventar un Boeing 747 y, claro, te lo planteas. Yo no lo haría”. Se tira antes que se recicla, justo el espíritu opuesto al de los forillos.

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