‘Aftermath’, una rareza sonora

El disco, incluido en la colección ‘Rolling Stones’, sirvió a Jones para experimentar con numerosos instrumentos

Brian Jones, de los Rolling Stones, en un concierto en el Forest Hills Stadium (EE UU), en 1966.Walter Daran (getty)

Muchos lo califican como un disco raro por su particular sonido. Aftermath (1966) fue un trabajo de experimentación para los Rolling Stones, o más bien para uno de sus componentes, el guitarrista Brian Jones, que incluyó instrumentos muy poco comunes que dieron al álbum una variedad estilística y singular, aunque sin perder sus referencias al blues. El disco, que alcanzó el número 1 en Reino Unido y 2 en Estados Unidos, llega este domingo a los quioscos con EL PAÍS como parte de ...

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Muchos lo califican como un disco raro por su particular sonido. Aftermath (1966) fue un trabajo de experimentación para los Rolling Stones, o más bien para uno de sus componentes, el guitarrista Brian Jones, que incluyó instrumentos muy poco comunes que dieron al álbum una variedad estilística y singular, aunque sin perder sus referencias al blues. El disco, que alcanzó el número 1 en Reino Unido y 2 en Estados Unidos, llega este domingo a los quioscos con EL PAÍS como parte de la colección Rolling Stones, que también está disponible en la página de Colecciones.

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Publicado dos años antes de iniciar su trío de gloria con Beggars Banquet, este disco ha quedado un tanto olvidado, siendo un trabajo relevante en la carrera de los Stones. Aftermath supuso la consolidación de Mick Jagger y Keith Richards como compositores, pues por primera vez todos los temas que publicaron eran de cosecha propia, sin versiones de otras canciones.

Además, Jones demuestra aquí su genialidad musical. No cantaba, pero podía tocar un sinfín de instrumentos sin importar lo extraños que fueran. En Aftermath se atreve con un koto japonés, un instrumento tradicional de cuerda familia de las cítaras; el sitar, un clavicordio o un dulcémele de los Apalaches, también de cuerda y con orígenes misteriosos.

Y como olvidar que, en la edición estadounidense, la que recoge la colección Rolling Stones, este es el disco de canciones como la popular Paint It Black y las muy juveniles Stupid Girl y It’s Not Easy, que traen a la cabeza las imágenes de los Stones tocando en una televisión en blanco y negro y bailando contenidamente dentro de unas formales camisas.

También es el álbum de Flight 505, con una autorreferencia en la apertura de piano a su gran y reciente éxito Satisfaction; Lady Jane, la provocadora Under My Thumb, Doncha Bother Me, Think, High And Dry, I Am Waiting y Going Home. Esta última cierra el álbum marcando otra singularidad: su longitud. El tema supera los 10 minutos, muy poco habitual en la época y mucho antes que Hey Jude, de los Beatles y algo más corta, o Echoes, de Pink Floyd.

Como escribió el productor de los Stones Dave Hassinger, el grupo “nunca va por el camino fácil” y no lo hicieron tampoco en este disco que, si bien pertenece a una etapa poco madura del grupo, no es menos relevante. Como apuntó Hassinger, “en este negocio de dudosa calidad” los Stones, “al contrario de las innumerables burlas de los comediantes mediocres de todo el mundo, son verdaderos profesionales”.

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