‘La Celestina’, al día

La pandemia que ensombrece el mundo no es solo una catástrofe, sino también un disparate: no es razonable

'La Celestina (La tuerta)' (1904), de Picasso.

Omnia secundum litem fiunt

No espero que muchos compartan tal percepción, pero en mi sentir la pandemia que ensombrece el mundo no es solo una catástrofe, sino también un disparate: no es razonable, no es seria. ¿A qué cabeza pudo ocurrírsele, qué motor poner en marcha semejante desastre? Solo cabe asumir que es un dato más de una realidad que ha existido eternamente, como el Universo.

Fernando de Rojas, en el prólogo no a la Comedia, sino a la Tragicomedia de Calisto y Melibea (o sea,...

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Omnia secundum litem fiunt

No espero que muchos compartan tal percepción, pero en mi sentir la pandemia que ensombrece el mundo no es solo una catástrofe, sino también un disparate: no es razonable, no es seria. ¿A qué cabeza pudo ocurrírsele, qué motor poner en marcha semejante desastre? Solo cabe asumir que es un dato más de una realidad que ha existido eternamente, como el Universo.

Fernando de Rojas, en el prólogo no a la Comedia, sino a la Tragicomedia de Calisto y Melibea (o sea, La Celestina), la describe espléndidamente al arrimo de Heráclito y Petrarca. “Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla... En verdad así es, y así todas las cosas de esto dan testimonio... Los adversos elementos unos con otros rompen pelea, tremen las tierras, ondean las mares, el aire se sacude, suenan las llamas, los vientos entre sí traen perpetua guerra, los tiempos con tiempos contienden y litigan entre sí uno a uno y todos contra nosotros”.

A esa descripción, y en particular a la frase que la remata, se ajustan espléndidamente el teatrillo de nuestro Congreso de los Diputados y todo el escenario en que manotea, gesticula y berrea gran parte de los políticos españoles.

También ahora Rojas les hace justicia en el prólogo, al volverlos ojos a “los hombres a quien todo lo sobredicho es sujeto: ¿Quién explanará sus guerras, sus enemistades, sus envidias, sus aceleramientos y movimientos y descontentamientos?”. O todavía en el epílogo, cuando la sociedad se le ofrece como “un laberinto de errores, un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro” cantando que comerán ensalada, “como comen los señores”. Vale la pena leer de nuevo La Celestina, volver a nuestros clásicos.


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