La laringitis que amenaza a ‘La bestia’ del ‘heavy metal’ español

El cantante Leo Jiménez mima su garganta ante el riesgo que implica un estilo musical “agresivo y extremo”

Leo Jiménez, durante un concierto. / MIKEL MASA

La Bestia del heavy metal español vive pegada a la miel y toma a diario vitaminas y zumos naturales. Solo así logrará prorrogar la capacidad vocal que le ha granjeado este apodo en un mundillo en el que ”solo los fuertes sobreviven”, lema que da nombre a uno de sus discos. Tras Leo Jiménez, ese cantante con el cuerpo tatuado, de larga melena, capaz de alcanzar agudos inverosímiles y de convertir en metal canciones de Mecano, Shakira o Camilo Sesto, se encuentra Juan Daniel Jiménez,...

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La Bestia del heavy metal español vive pegada a la miel y toma a diario vitaminas y zumos naturales. Solo así logrará prorrogar la capacidad vocal que le ha granjeado este apodo en un mundillo en el que ”solo los fuertes sobreviven”, lema que da nombre a uno de sus discos. Tras Leo Jiménez, ese cantante con el cuerpo tatuado, de larga melena, capaz de alcanzar agudos inverosímiles y de convertir en metal canciones de Mecano, Shakira o Camilo Sesto, se encuentra Juan Daniel Jiménez, un artista heavy poco convencional, al menos según los manidos estereotipos de este colectivo.

La exigencia de este género musical, “extremo y agresivo” describe este madrileño (de Fuenlabrada) de 41 años, le ha provocado una laringitis “casi crónica” que lleva años erosionando su voz. Leo, como lo conocen en el gremio, asumió hace mucho que debía mimar su herramienta de trabajo. Su garganta, explica, la vigilan tres de los grandes especialistas españoles, quienes le han dado respuestas y consejos para proteger su tono extremo.

Tres especialistas miman su garganta y le riñen cuando se excede

De joven, recuerda, además de llenar de tinta su cuerpo también lo adornó con piercings, incluso uno poco recomendable para los cantantes: en la lengua. Este le provocó infecciones en la garganta y en la faringe, dolencias que atacaron su laringe “por tanto trabajar y sobreexponerla incluso estando malo”. “Me negaba a creer que fuese por el puñetero pendiente”, admite el exvocalista de Saratoga.

Las reprimendas de foniatras y otorrinolaringólogos le llegan por no parar cuando no se encuentra al 100%. Pero Leo, que nunca ha suspendido un concierto por motivos de salud, no lo concibe. Lo que cumple a rajatabla es evitar el alcohol o las drogas, algo que nunca le han atraído porque vio “la dura época yonki en Fuenlabrada entre los 80 y los 90″. “Hay gente que no sabe diferenciar entre pasárselo bien y destruirse”, señala. Sabe que, como los deportistas, vive de su cuerpo. Y bromea: “Si eres guitarrista, no puedes clavar cuadros en la pared de casa”.

La recomendación médica que más le cuesta cumplir es la de hablar menos —“tío, es que hablo por los codos”—. El también líder de Stravaganzza, cuyo directo del último concierto en Madrid se publicará en octubre, asegura que canta mejor que habla. “Tengo una voz privilegiada por haberla cuidado tanto, permite alcanzar otros registros, pero de tenerla tan pura es muy sensible”, describe. Todo gracias a una “disciplina militar” y estudios sobre voz y música para que, “si toca actuar al 80%”, no se note la diferencia. “Es una recompensa por tantos cuidados”, recalca.

De joven se puso un ‘piercing’ en la lengua. Le provocó infecciones en la garganta y en la faringe que todavía arrastra

Leo Jiménez cree que la comunidad heavy, históricamente poco propensa a admitir debilidades de sus ídolos que puedan desmitificarlos, va asimilando esta circunstancia. El cantante reflexiona y reconoce que lo entienden mejor los más maduros: “No le puedes pedir a un chico de 16 años que su ídolo no sea un supermán”. Por eso este madrileño que ha protagonizado musicales de Jesucristo Superstar u homenajes a Nino Bravo presume de honestidad y define como “inteligente” la estrategia de haberle ido dando “humanidad” a aquel vocalista de 19 años que sentía la máxima presión para estar siempre “perfecto”.

Colgar la chupa de cuero

“Ya tendré tiempo para descansar cuando esté muerto”, suele reivindicar. Hasta entonces, un tren de vida del que solo se apeará cuando sienta que baje el nivel. “No pienso arrastrarme por los escenarios”, avisa. “No me gusta que los ídolos se conviertan en algo bochornoso. Yo me retiraré honestamente y sin engañar a nadie”. Los viejos “dinosaurios” del metal, que siguen girando pese a haber alcanzado la edad de jubilación, solo le dan envidia por haber catado las mieles del apogeo del heavy, hace casi medio siglo. Asimismo, pide comprensión al público, que debe comprender que el cuerpo envejece y que los viejos rockeros también tienen días malos y dolores de garganta. Su admiradísimo líder de Metallica, James Hetfield, lleva meses lejos de las tablas para combatir el alcoholismo: “Es bonito ver envejecer a un ídolo y entender que tiene vida más allá de la música”.

Leo Jiménez tendrá muchas alternativas para cuando detenga su poderosa voz. Toca la guitarra, el piano, el bajo, es profesor de canto y productor musical. Sus casi 25 discos le servirán de legado a este artista que recela de aquellos que con su melena, su cara de pocos amigos, las botas de cuero y camisetas negras “van con el heavy por bandera”. “No me gusta quienes pregonan “soy heavy”, confiesa. “Somos personas”, remata.

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