Muere el cineasta y escritor Julio Diamante a los 90 años

Resistente antifranquista, fue miembro destacado del Nuevo Cine Español, poeta y actor ocasional

El cineasta Julio Diamante, fotografiado en Córdoba a principios de 2004.F. J. Vargas
Madrid -

El cine español ha perdido una de las miradas más curiosas, coherentes y personales que ha tenido. Julio Diamante (Cádiz 1930) falleció el sábado, 1 de agosto, en Madrid después de haber vivido casi 90 años intensos y llenos de actividad, dedicados al cine, como director y guionista; al teatro, a la pequeña pantalla, a la poesía, al ensayo, a la militancia permanente y a transmitir el ideario y compromiso de la Segunda República, que conoció siendo niño y adolescente. Y no solo eso, fue un resistente antifranquista, especi...

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El cine español ha perdido una de las miradas más curiosas, coherentes y personales que ha tenido. Julio Diamante (Cádiz 1930) falleció el sábado, 1 de agosto, en Madrid después de haber vivido casi 90 años intensos y llenos de actividad, dedicados al cine, como director y guionista; al teatro, a la pequeña pantalla, a la poesía, al ensayo, a la militancia permanente y a transmitir el ideario y compromiso de la Segunda República, que conoció siendo niño y adolescente. Y no solo eso, fue un resistente antifranquista, especialista en jazz y flamenco, a ratos cantaor aficionado, actor ocasional y miembro activo del grupo Los lentejeros, fundado por su amigo, el también cineasta, José Luis García Sánchez, con quien deja un proyecto apenas iniciado de realizar 18 cortos de pocos minutos que recibirían el nombre de Los 18 de julio.

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García Sánchez se lamentaba el sábado por haber perdido la mitad de una pareja creada por él y con la que hizo varias películas. Fue la que formaban Jesús Franco, como Don Manolito, y Julio Diamante como Don Estrafalario, que participaron en la saga que hizo García Sánchez con los esperpentos de Valle-Inclán. Ya tenían terminado el primero de Los 18 de Julio, que giraba en torno al cante flamenco, que Diamante le dedicó a Luis Berlanga en su entierro.

“Era muy aficionado al jazz y al flamenco y le gustaba cantar, de hecho, el himno de Los lentejeros, un grupo variado que comemos lentejas los martes, es Eugenia de Montijo, cantado por Julio y coreada por todos nosotros”, señala García Sánchez de su amigo, al que define como “un comunista alegre”. “Todo un ejemplo raro, ya que en su generación los comunistas éramos tristes y cabizbajos”, sostiene. “Tuvo la mala suerte de que la libertad le llegó cuando era mayor, etapa en la que se dedicó más a la cinefilia, lo cual estuvo muy bien porque, además de ser muy apreciado y conocido, era un cinéfilo cachondo, algo muy de agradecer dado los tiempos que corrían… Julio era el de la risa, el barullo, el desorden y, al mismo tiempo, la alegría y las ganas de vivir”, concluye García Sánchez, quien asegura que vivió 90 años porque tuvo la suerte “de envejecer con Sagrario” y aguantaba por amor, pero a pesar de su gran talento, su obra no coincidió con la sociedad que la recogía. “Era muy difícil hacer un sainete en la España de Franco y no consiguió el éxito, aunque no tengo nada claro que es eso”.

En plena posguerra se trasladó con su familia a vivir a Madrid, donde permaneció desde entonces y donde estudió Medicina y llegó a ser director del Teatro de la Universidad. Poco después ingresó en el Partido Comunista de España, junto a Enrique Múgica y Jorge Semprún.

Miembro destacado del Nuevo Cine Español, se graduó en 1961 en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, precursor de la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid, del que más tarde fue profesor.

La semana de cine de Benalmádena

Su labor en el cine, también se extendió como colaborador de prestigiosas revistas de crítica cinematográfica, como Nuestro Cine o Film Ideal, y en 1971 se convirtió en director de la Semana Internacional de Cine de Autor de Benalmádena (Sicab), cargo que ocupó durante 18 años.

Hace pocos años, Diego Galán recordaba que este festival había conseguido justo prestigio por su lucha constante contra la censura y el franquismo. Pero fue por una decisión política socialista cuando el festival entró en barrena y acabó desapareciendo en 1989. “Hay que recordar que durante los 18 años en que Julio Diamante lo dirigió se dieron a conocer en él autores y cinematografías hasta entonces ignorados, y que el festival se convirtió en un apasionado foco de debate, imprescindible en aquellos años de represión”, recordó Galán.

En su filmografía destaca Organillo (1959), Velázquez y lo velazqueño (1961), Los que no fuimos a la guerra (1962), filme que tuvo muchos problemas con la censura hasta el punto de que Diamante tomó la decisión de no proyectarla, aunque hará una década la película se restauró con todo el material censurado a instancias de la Filmoteca Española. En ella apuesta por el pacifismo y cuenta con actores como José Isbert, Agustín González, Laura Valenzuela, Juanjo Menéndez e Ismael Merlo. Otros títulos suyos son Tiempo de amor (1964), El arte de vivir (1965), que fue muy celebrada; Helena y Fernanda (1970), Sex o no sex (1974) y La Carmen (1975), una revisión del mito a través del flamenco que contó con grandes del género, como Enrique Morente, Rafael de Córdova y Enrique el Cojo. “Aquí los problemas llegaron por otro lado, porque al productor lo metieron en la cárcel por otros negocios y para salvar la película tuve que pasar por un largo proceso de años”, recordaba Diamante, autor también de numerosos cortometrajes, como Antes del desayuno (1954), El proceso (1955) y La lágrima del diablo (1960).

Su último trabajo cinematográfico, La memoria rebelde (2012), recoge testimonios de algunos protagonistas de la reciente historia de España, desde el final de la Guerra Civil hasta la Transición.

Como poeta publicó Blues jondo y Cantes de ida y vuelta, y entre las gentes del cine son especialmente valorados sus ensayos Los trabajos y los días, De la idea al film y Cine, cultura y libertad: contra las sombras y el silencio.

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