Mariza, más que ‘saudade’
La cantante lusa, referente internacional del fado, deslumbró en San Sebastián con un concierto perfecto y emocionante
Decía Pessoa, en referencia al fado, que “toda poesía—y la canción es una poesía ayudada—refleja lo que el alma no tiene”; el alma portuguesa y su consabida saudade, se entiende. Después de escuchar a Mariza cerrando la cuarta jornada del Donostiako Jazzaldia, es difícil pensar que hay algo en el alma que ella no pueda encontrar. La portuguesa es un catalizador de sentimientos, traducidos a la tradición del fado y llevados a nuestros días en brazos de la que es, sin duda...
Decía Pessoa, en referencia al fado, que “toda poesía—y la canción es una poesía ayudada—refleja lo que el alma no tiene”; el alma portuguesa y su consabida saudade, se entiende. Después de escuchar a Mariza cerrando la cuarta jornada del Donostiako Jazzaldia, es difícil pensar que hay algo en el alma que ella no pueda encontrar. La portuguesa es un catalizador de sentimientos, traducidos a la tradición del fado y llevados a nuestros días en brazos de la que es, sin duda, la principal embajadora que tiene el género en la actualidad.
Pero, aunque el fado representa mucho más que una procedencia, y ya está considerado una forma de arte universal, engloba la identidad lusa tan intrínsecamente que, a veces, da la sensación de que es una música que aquí podemos disfrutar, pero nunca asimilar de la misma forma en que lo hace un lisboeta, por ejemplo. Hasta que uno se halla frente a frente con una intérprete como Mariza.
Hoy en día se utiliza el término diva con demasiada ligereza, pero ella encajaría perfectamente en el rango original de ese adjetivo. En directo queda claro que no es solo una cantante: es una artista. Cada milímetro de su concierto está medido, diseñado para catapultar las emociones que busca transmitir y forjar un vínculo inquebrantable con la audiencia. Un cóctel de carisma, excelencia musical, la teatralidad justa para dotar de la pasión necesaria a sus interpretaciones, sin caer en el esparajismo, y la habilidad para construir un repertorio equilibrado que lleva al espectador de la mano canción a canción, historia a historia.
El arte de la portuguesa radica tanto en su imponente capacidad vocal como en una presencia escénica arrolladora. Todo en ella es genuino, hace suya cada letra de cada canción y la interpreta con la convicción de quien cuenta la propia historia. Viajando algunas décadas en el tiempo y el espacio, y tratándose de cantar a los corazones rotos, viene a la memoria la misma capacidad narrativa con la que Billie Holiday desmembraba las canciones frase a frase, hasta que uno no podía imaginárselas cantadas por nadie más. Y, después, la gran referente: tomar el testigo en su país, y casi podríamos decir, en la historia, de una figura como Amália Rodrigues, no es algo que pueda hacer cualquiera, pero Mariza es ese relevo. Su próximo disco estará dedicado a la legendaria fadista, a quien lleva rindiendo tributo desde el principio de su carrera, y a la que dedicó gran parte del repertorio en San Sebastián. Para el recuerdo de la historia del festival quedará el cierre del concierto, con la lusa cantando su clásico Ó Gente da Minha Terra, escrito a partir de un poema de Amália, mientras se paseaba entre el público, y rompiendo en lágrimas ante la enorme ovación que provocó su escalofriante interpretación de esa “poesía ayudada” por la música que es el fado auténtico.