El cine en directo atraviesa el nuevo festival Rayo

Cineteca Matadero en Madrid reúne a artistas interdisciplinares como Peaches, Bruce McClure o Rosa Barba para crear nuevas piezas en colaboración

Desde la izquierda, Yamila, Diego Echegoyen, Peaches, Chad Taylor y Rosa Barba, participantes del festival Rayo.Samuel Sánchez

La acción creativa y el directo de las películas arranca con la claqueta y acaba en la sala de montaje. Desde que los pianos desparecieron de los viejos cines ha quedado escaso margen para el espectáculo en vivo en las salas: el público se encuentra con obras acabadas, congeladas. Incluso la misma experiencia compartida de ver una película, a oscuras y con desconocidos, ha cambiado a medida que se ha impuesto un consumo doméstico, e individual en muchos casos. ...

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La acción creativa y el directo de las películas arranca con la claqueta y acaba en la sala de montaje. Desde que los pianos desparecieron de los viejos cines ha quedado escaso margen para el espectáculo en vivo en las salas: el público se encuentra con obras acabadas, congeladas. Incluso la misma experiencia compartida de ver una película, a oscuras y con desconocidos, ha cambiado a medida que se ha impuesto un consumo doméstico, e individual en muchos casos. El festival Rayo en Matadero Madrid, cuya primera edición arrancó el jueves 3 de octubre y se clausurará el domingo 6, se ha propuesto de alguna forma rebobinar, deconstruir y fusionar para combatir esa acción congelada implícita en el cine, y dotar de más vida directa, inmediata y única al mundo audiovisual.

“Tratamos de expandir la idea de cine”, explica el director de la Cineteca, Gonzalo de Pedro. “Con este festival queríamos conectar con lo que nos rodea en este lugar en concreto, con Matadero como espacio de creación”. Junto al comisario del recién nacido festival, Pedro Portellano, fueron elaborando una lista de artistas de distintos ámbitos cuyo trabajo toca con el cine directa o tangencialmente, y les preguntaron con quién querrían trabajar para crear una pieza y presentarla en Madrid. “La idea de la que partimos era más amplia que presentar una obra audiovisual con música electrónica a cargo de un vj. Buscamos proyectos escénicos a cargo de artistas con trayectorias distintas, procedentes de distintos ámbitos. Y fueron los propios artistas quienes eligieron con quien colaborar”, apunta el comisario.

Si un rayo es el encuentro simultáneo del trueno y el relámpago, como advierten los creadores del nuevo festival, desde Matadero han tratado de buscar su incidencia en el mayor número de ángulos posible. Desde las artes plásticas representadas por la artista italoalemana Rosa Barba —en cuyo trabajo presentado el jueves colaboró con el batería de jazz Chad Taylor que tocaba en vivo—, hasta la compositora Yamila acompañada del artista multimedia Federico Guradabrazo y el performer argentino Diego Echegoyen; pasando por el icono del punk Peaches en colaboración con el colectivo polaco audiovisual Pussykrew, o el cineasta portugués Pedro Costa junto al ensemble de música antigua Os Músicos do Tejo, el programa de Rayo trata de fusionar piezas audiovisuales con otras disciplinas y enfatizar el directo. No se trata pues de una cita en torno al cine experimental, sino de un festival con un fuerte componente escénico que toma el material audiovisual como punto de partida para la creación de obra viva.

Algunas de las colaboraciones que se presentan en Rayo cuentan con cierta historia (Pedro Costa ya presentó un trabajo con sus actores y el mismo ensemble en Lisboa en 2017 y Rosa Barba ha mostrado su pieza con música en directo de Chad Taylor en el MoMA y hace unas semanas en el Armory de Nueva York), pero la mayoría de las obras programadas en Rayo suponen nuevos encuentros entre artistas, con la única excepción del estadounidense Bruce McClure que trabaja en solitario.

Rosa Barba recordaba sentada en la cantina, horas antes de abrir el festival con A Perpetual Now of Instantenous Visilibitlity, cómo se cruzó con el batería de jazz Chad Taylor: “Conocía su música y pensé en esta pieza con proyectores de 16 y 35 milímetros en la que los obturadores se activan en función de la frecuencia. El sonido edita así las imágenes. ¿Cuándo recibe uno información y cuándo no? ¿Qué paisajes se revelan con la luz y el sonido?”. En el diálogo entre los dos artistas juega un papel importante el público y el espacio. En la sala de columnas al centenar de espectadores no les aguardaban el jueves butacas como en un cine, sino un amplio espacio por el que circular libremente, las cuatro pantallas estaban en pie sobre el suelo, los proyectores seguían el ritmo de Taylor e iluminaban el celuloide en blanco proyectando sus rayos a través de cristales de colores que, suspendidos con cables, flotaban y rotaban. Cine deconstruido y minimalista, con Barba tocando un cello con película cinematográfica en lugar de un arco, y así creando un nuevo espacio ajeno a los fotogramas. Variaciones del cine con mucha música de fondo.

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