Costus o la fluorescente frivolidad del drama

Cádiz acoge una exposición que repasa obras inéditas de Juan Carrero y Enrique Naya, la pareja de pintores de la Movida Madrileña

La obra 'Piedad', de la pareja artística Costus.

El Valle de los Caídos es sobrecogedor y tétrico. Pero si su enorme cruz aparece pintada en tonos fluorescentes y como fondo de un caudillo encarnado por el excesivo Tino Casal, el Valle se antoja más liviano. Alfred Hitchcock amaba “la comicidad del understatement” o la capacidad de representar de forma irónica un hecho bien cargado de drama. Así que Casal pintado como generalísimo con galones de brillantina o un joven Carlos Lozano -ahora polémico personaje de la telerrealidad- semidesnudo con un campanario a su espalda son, de...

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El Valle de los Caídos es sobrecogedor y tétrico. Pero si su enorme cruz aparece pintada en tonos fluorescentes y como fondo de un caudillo encarnado por el excesivo Tino Casal, el Valle se antoja más liviano. Alfred Hitchcock amaba “la comicidad del understatement” o la capacidad de representar de forma irónica un hecho bien cargado de drama. Así que Casal pintado como generalísimo con galones de brillantina o un joven Carlos Lozano -ahora polémico personaje de la telerrealidad- semidesnudo con un campanario a su espalda son, definitivamente, puro understatement.

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Los artífices de este arte, a veces barroco y otras kitsch, siempre subversivo y divertido, son la pareja artística y sentimental Costus, integrada por Enrique Naya y Juan José Carrero. Justo cuando se cumplen tres décadas del fallecimiento de ambos, el Espacio de Creación Contemporánea de Cádiz (ECCO) hace un repaso en una exposición de parte de la producción de estos artistas a los que la muerte “truncó su carrera muy jóvenes”, como reconoce Ramón de la Rosa, comisario de una muestra que se podrá visitar hasta el próximo 13 de octubre.

Los Costus apenas tuvieron 15 años para plasmar sobre lienzo buena parte de un universo sincrético, lisérgico y “de colores estridentes en una España aún gris”, como reconoce Lola Calzadilla, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Cádiz. Su pintura condensa, en buena medida, lo que fue la Movida Madrileña. Solo así se puede explicar a sus ángeles en bóxer y calcetines, a su Alaska reconvertida en ‘Piedad’ o su Bibi Andersen encumbrada a virgen del Carmen, en ‘Patrona de la Marina’.

Todas estas obras, incluida su espectacular Cristo de la Misericordia, forman parte de la serie El Valle de los Caídos, realizada entre 1980 y 1987 y parte de la colección permanente del ECCO desde 2013. En ellas, Naya hace gala de su gran dominio del dibujo con personajes barrocos y Carrero presume de fondos vibrantes pintados con fluorescentes que, bajo la luz negra, adquieren otra dimensión. Como telón de fondo, la transgresión y la exaltación de la cultura popular que inunda toda su obra.

Pero Costus. 30 años sirve para abarcar una carrera que, pese a su brevedad, fue prolífica e intensa. Por algo, Fabio McNamara les dio la idea para su nombre artístico porque estaban todo el día pintando "como costureras". En la muestra se pueden contemplar trabajos por separado o en conjunto procedentes de fondos privados y familiares de unos artistas que se conocieron en el curso 1974-1975 de la Escuela de Bellas Artes de Cádiz para continuar juntos hasta su muerte. También parte de sus trabajos de cartelería, como el Calendario Mariano, 12 pinturas en las que se representa a maris gaditanas a lo largo del año.

“Ellos, como otros artistas de la Movida, le pusieron humor a la tragedia. Su arte aún no está reconocido como debiera, pero lo estará”, explica Ricardo Carrero, hermano de Juan, historiador del arte y defensor de ese concepto hitchcockiano de la pintura Costus. La serie La Andalucía de Séneca -en el que se enmarca su Chico de Sanlúcar, con Carlos Lozano como modelo- son una muestra de ese contraste irónico y mordaz que, en pleno crecimiento artístico se truncó. En mayo de 1989, Naya murió víctima del VIH. Un mes después, Carrero se suicidó. De esa tragedia, hoy solo quedan “chulos” desnudos, flúor, hombreras y frivolidad. Puro understatement.

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