El tormento y el éxtasis

El guion, escrito por el propio Doillon, logra incorporar con cierta armonía el pensamiento artístico del escultor en el curso de este relato épico

Fotograma de la película 'Rodin'

Estrenada —y abucheada— en el pasado Festival de Cannes con motivo del centenario del fallecimiento de Auguste Rodin, la última película de Jacques Doillon invita a formular una pregunta insidiosa: ¿era la relación del escultor con la materia tan tempestuosa como la que mantenían los cuerpos en combate de Mis escenas de lucha, anterior trabajo del cineasta? Probablemente, sí, aunque no pueden concebirse dos películas más distintas: frente al cierto academicismo museístico de este biopic, la pulsión y el trastorno de esa desconcertante propuesta que contenía al mejor Doillon, ...

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Estrenada —y abucheada— en el pasado Festival de Cannes con motivo del centenario del fallecimiento de Auguste Rodin, la última película de Jacques Doillon invita a formular una pregunta insidiosa: ¿era la relación del escultor con la materia tan tempestuosa como la que mantenían los cuerpos en combate de Mis escenas de lucha, anterior trabajo del cineasta? Probablemente, sí, aunque no pueden concebirse dos películas más distintas: frente al cierto academicismo museístico de este biopic, la pulsión y el trastorno de esa desconcertante propuesta que contenía al mejor Doillon, incluidas las aristas más antipáticas de su poética.

RODIN

Dirección: Jacques Doillon.

Intérpretes: Vincent Lindon, Izia Higelin, Séverine Caneele, Bernard Verley.

Género: biopic.

Francia, 2017

Duración: 119 minutos.

El cineasta elige capturar la vida del artista en un momento preciso de su trayectoria: los diez años que separaron dos encargos oficiales, el de las Puertas del Infierno —el ambicioso conjunto que iba a servir de umbral al nonato Museo de Artes Decorativas de París y que Rodin concibió como una summa de las pasiones humanas— y el de su polémica escultura de Balzac. El periodo también acogió el esplendor y la desintegración de su convulsa historia de amor con Camille Claudel, figura que se convierte en incómodo fuera de campo en la segunda mitad de un relato que prefiere centrarse en los tormentos subjetivos del genio y su pulso con el gusto establecido, restando relieve a los daños colaterales de su vida familiar y sentimental.

Vincent Lindon encarna al artista como gigante ensimismado, en perpetuo estado de insatisfacción con un poder económico incapaz de descifrar el alcance de su revolución estética. El guion, escrito por el propio Doillon, logra incorporar con cierta armonía el pensamiento artístico del escultor en el curso de este relato épico, con amour fou al fondo, sobre la solitaria forja de una nueva sensibilidad artística que, en realidad, pese a sus insuficiencias, no merecía tan inapelable abucheo.

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