Crítica | Zenit

Rápido, fácil y claro

Els Joglars satirizan el rigor periodístico decreciente en un espectáculo arrojado, que evoca los de los mejores tiempos de la compañía

Un momento de 'Zenit', de Els Joglars.

Esta vez sí: el alma de tábano de Els Joglars, con su aguijón intacto. En Zenit, la compañía catalana vuelve a donde más hábil se mostró siempre: a la composición de imágenes satíricas que desembocan unas en otras, ágilmente; el texto es un mero soporte, sobre el que se erige la resuelta teatralidad de su lenguaje pantomímico, acompasado por música de ballet.

Tras varios espectáculos contra enemigo pequeño, este aborda un tema mayor: la crisis del periodismo, el rigor informativo decreciente, la situación de contenidos banales en primer plano y en horario preferente, el ruido c...

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ZENIT

Autores: Ramon Fontseré y Martina Cabanas. Intérpretes. R. Fontseré, Juan Pablo Mazorra, Julián Ortega, Pilar Saenz, Dolors Tuneu y Xevi Vilà. Sonido. Guillermo Mugular. Luz: Bernat Jansà. Vestuario. Laura García. Escenografía: M. Cabanas.

Dirección: R. Fontseré. Madrid. Teatro María Guerrero, hasta el 9 de abril.

Esta vez sí: el alma de tábano de Els Joglars, con su aguijón intacto. En Zenit, la compañía catalana vuelve a donde más hábil se mostró siempre: a la composición de imágenes satíricas que desembocan unas en otras, ágilmente; el texto es un mero soporte, sobre el que se erige la resuelta teatralidad de su lenguaje pantomímico, acompasado por música de ballet.

Tras varios espectáculos contra enemigo pequeño, este aborda un tema mayor: la crisis del periodismo, el rigor informativo decreciente, la situación de contenidos banales en primer plano y en horario preferente, el ruido con el cual las redes ensordecen hechos documentados y opiniones fundadas. Buena parte de lo que recoge en suma el Informe Anual de la Profesión Periodística de 2017.

Els Joglars entreveran su relato con una antología de alusiones a espectáculos suyos: los laberínticos pasadizos de El Vaticano de Columbi lapsus son ahora las revueltas subterráneas que unen las sedes de sendos diarios; las ejecuciones que perpetra el Daesch, evocan las de La torna; la actitud quijotesca de Martín, recuerda la del protagonista de En un lugar de Manhattan…

Que el texto no esté más afinado es lo de menos ante la voluntad de contar de la compañía, el arrojo que transmite y la fuerza de cinco escenas de pata negra, una de ellas, la de la inteligencia artificial que da matarile a la directora. Junto a Ramon Fontseré, sobresale Pilar Sáenz, que mantiene la excelente forma física y compositiva de hace veinte años. Eficacísimo, el artefacto escenográfico, escalinata y retablo a la vez. Si sigue eligiendo bien los temas, tenemos una compañía cargada de futuro.

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