El único juego de la ciudad

Desde su debut con el documental Catfish (2010), Henry Joost y Ariel Schulman delimitaron su campo de estudio: el modo en que las nuevas tecnologías intoxican nuestra relación con la realidad. Trabajo cuya autenticidad fue puesta en duda, Catfish documentaba la relación online que el hermano de uno de los directores mantuvo con una joven de Michigan hasta que ...

Desde su debut con el documental Catfish (2010), Henry Joost y Ariel Schulman delimitaron su campo de estudio: el modo en que las nuevas tecnologías intoxican nuestra relación con la realidad. Trabajo cuya autenticidad fue puesta en duda, Catfish documentaba la relación online que el hermano de uno de los directores mantuvo con una joven de Michigan hasta que la realidad vino a imponer la infranqueable distancia que mantenía con el deseo. Real o manipulado, Catfish ofrecía un discurso lleno de claroscuros, del que emergía una poderosa instantánea sobre la gestión de la soledad y los espejismos sentimentales en la era de la hipervisibilidad. La película inspiró un formato de reality para MTV y abrió las puertas de la industria del cine a sus creadores, que aprovecharon la oportunidad sumándose a trabajos tan en apariencia consecuentes con la naturaleza de su debut como, a la postre, descorazonadores: dos entregas sucesivas de la serie Paranormal Activity les permitieron perseverar en la estética del panóptico digital, pero no levantar acta sobre un determinado estado de la cuestión en la relación entre el sujeto y la tecnología.

Adaptación de la novela juvenil homónima de Jeanne Ryan, Nerve parece una opción natural para el tándem Joost-Schulman –saber que su siguiente película, ya terminada, lleva por título Viral podría ya alentar acusaciones de cansinismo-, pero la cuestión a dilucidar es si este trabajo les ha permitido recuperar algo de la mirada incisiva de Catfish, o si se ha confiado al piloto automático el timón de todo el asunto. El hecho de que la aplicación Periscope tuviera su puesta de largo cuando el proyecto estaba en desarrollo preocupó a los cineastas, pero el tiempo ha jugado a su favor: la película llega en pleno paroxismo (o en la fresca resaca, quién sabe) del fenómeno Pokémon Go, con el que la trama tiene no pocos puntos de contacto. No obstante, todo ello da la medida del carácter extremadamente coyuntural del proyecto: el reto será acordarse de ella dentro de unas cuantas semanas.

Nerve usa toda la pirotecnia multipantallas de última hora y lenguaje de histérico video digital para hablar de la adicción a un juego en línea fundamentado en el narcisismo de la edad del selfie. Su crítica distópica llueve sobre mojado y la película se mueve con ambigüedad entre la celebración y la condena. Hay energía, pero no hay mirada. Ni punto de vista. Ni, por supuesto, complejidad.