La fórmula y nada más
Hay películas que invitan a todo espectador harto de repetición a salir a tomar el aire
Hay películas que funcionan con la previsibilidad de una fórmula matemática: todo personaje (supuestamente) irredimible colocado al lado de un personaje inocente durante un limitado espacio de tiempo (aproximadamente, noventa minutos), fraccionado en tres actos, marcados por otros tantos puntos de giro, se transforma, antes de llegar a los créditos finales, en un personaje redimido. Son películas que invitan a todo espectador harto de repetición a salir a tomar el aire: bastaría, si se terciase, volver a la sala al final de la proyección para comprobar que todo ha seguido, inevitablemente, su ...
Hay películas que funcionan con la previsibilidad de una fórmula matemática: todo personaje (supuestamente) irredimible colocado al lado de un personaje inocente durante un limitado espacio de tiempo (aproximadamente, noventa minutos), fraccionado en tres actos, marcados por otros tantos puntos de giro, se transforma, antes de llegar a los créditos finales, en un personaje redimido. Son películas que invitan a todo espectador harto de repetición a salir a tomar el aire: bastaría, si se terciase, volver a la sala al final de la proyección para comprobar que todo ha seguido, inevitablemente, su curso, como si lo que se estaba proyectando en pantalla, en lugar de creación libre e imprevisible, fuese el mecánico funcionamiento de un Motor Wankel. Primer largometraje de Matteo Oleotto, Zoran, mi sobrino tonto responde a ese modelo punto por punto, sin sorpresas en el recorrido. En ocasiones, la previsibilidad obtiene sus recompensas: la película recibió el premio del público en el festival de Venecia de 2013.
ZORAN, MI SOBRINO TONTO
Dirección: Matteo Oleotto.
Intérpretes: Giuseppe Battiston, Rok Prasnikar, Teco Celio, Roberto Citran.
Género: comedia. Italia, 2013.
Duración: 106 minutos.
En Zoran, mi sobrino tonto, un vinatero alcohólico e intratable recibe la custodia de un sobrino esloveno cuya existencia desconocía: un muchacho inocentón, pero con una natural destreza para el lanzamiento de dardos que su tío adoptivo intentará usar en provecho personal. Oleotto, que no maneja mal la disposición de sus personajes en el encuadre, no sabe aportar mucho más para salvar a su propuesta de la redundancia. Sí, es exactamente la misma película que todos hemos visto mil veces, salvo que aquí no sale Bill Murray, como en St. Vincent.