El culebrón como obra de Arte

Phil Collins asegura que la cultura popular, protagonista de su obra, es una bestia difícil de controlar

Phil Collins. 'Soy mi madre', 2008. 16 mm film transferido a video; color, sonido; 28 min. Cortesía Shady Lane Productions y Galería Moisés Pérez de Albéniz.

Durante su estancia como artista becado en el Museo de Arte de Aspen (Colorado, Estados Unidos), el artista británico Phil Collins (1970, Runcor, Inglaterra) comprobó sobre el terreno que el culebrón era casi la única distracción de las numerosísimas sirvientas mexicanas que trabajaban para familias estadounidenses en el Valle Roaring Fork, una de las regiones más ricas de Colorado (Estados Unidos). Contemplar rocambolescos dramones ocupaba un tiempo de ocio en el que los dramas personales quedaban aparcados ante ese coctel de amores imposibles, hijos ilegítimos y maltrato de clase que conform...

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Durante su estancia como artista becado en el Museo de Arte de Aspen (Colorado, Estados Unidos), el artista británico Phil Collins (1970, Runcor, Inglaterra) comprobó sobre el terreno que el culebrón era casi la única distracción de las numerosísimas sirvientas mexicanas que trabajaban para familias estadounidenses en el Valle Roaring Fork, una de las regiones más ricas de Colorado (Estados Unidos). Contemplar rocambolescos dramones ocupaba un tiempo de ocio en el que los dramas personales quedaban aparcados ante ese coctel de amores imposibles, hijos ilegítimos y maltrato de clase que conforman las telenovelas. Collins, videoartista y fotógrafo volcado en la cultura popular desde sus primeros trabajos, no lo dudó y filmó su propio culebrón: Soy mi madre, un orientativo título para una pieza de 27 minutos de sofocante colorido en el que captura todos los ingredientes posibles para levantar una tragedia.

Con regusto de las películas de Arturo Ripstein y Pedro Almodóvar e inspirada en Las criadas de Jean Genet, la película está estructurada en tres actos durante los que criadas y señoras intercambian sus papeles, en un intento de multiplicar los intensos dramas que se narran. Interpretada por actores mexicanos, Soy mi madre fue estrenada en una sesión memorable en que consiguió que el culebrón traspasara el pomposo pórtico de los museos. Fue en el Museo de Aspen, en 2008, y desde entonces la obra ha recorrido una larguísima lista de centros de arte. Desde el pasado sábado y hasta el 17 de mayo se puede ver en la galería madrileña Moisés Pérez de Albéniz (Doctor Fourquet, 20) dentro de una retrospectiva en la que se incluyen obras realizadas durante los últimos diez años. Comisariada por Carolina Brau, esta exposición forma parte del programa A tres bandas que comparten galerías madrileñas y barcelonesas. 

Phil Collins. 'Rude Boys', Leith Street #3, 2011. Lightjet print en archivo Fuji Crystal , 70 x 70 cm.Cortesía de Shady Lane Productions y Galería Moisés Pérez de Albéniz.

En la víspera de la inauguración, Phil Collins remata personalmente cada una de las obras que integran la muestra. De mediana estatura, rubio y mirada azul, este inglés residente en Berlín explica que lo importante de su obra son las personas y su comportamiento. Para conocerlos a fondo, ha recorrido buena parte del mundo. Colombia, Irak, Palestina, Serbia, Turquía, Indonesia, EE.UU y España son algunos de los muchos escenarios que se ha pateado. La emigración, las tribus urbanas (“en extinción”, comenta) o la identidad son algunos de los muchos temas que le interesan.”Me inspira la cultura popular, esa bestia tan difícil de controlar”, resume.

Una gran foto de Britney Spears, titulada Britney#5 (2001) sirve de arranque para el recorrido. El primer plano de la antigua princesa del pop aparece pintarrajeado con insultos, un trozo de chicle pegado y rasgones por todas partes. La foto fue tomada en las calles de Nueva York. “Habían ocurrido los atentados de las torres gemelas y la gente no estaba para tonterías como las que ella contaba entonces sobre su virginidad y otras memeces. De la beatificación de personajes como ella, se pasó al martirio. Muchos de los que pasaban delante de su empalagosa imagen, descargaban su agresividad contra ella.”

Unos rostros muy diferentes ofrecen los retratos de chicos que integran la serie Rude boys (2011). Son skinheads que Collins localizó en distintos lugares en la isla Penang, Malasia. Conocedor profundo del movimiento surgido en la década de los 70 en Gran Bretaña, le chocó encontrar una réplica a finales de los 90 en el sudeste asiático. Cuenta que los elementos identitarios eran los mismos (cabezas rapadas, pantalones arremangados, la camisa a cuadros, los tirantes, botas Dr Martens), pero que mientras en su país de origen ese movimiento derivó en fascismo, no ocurría los mismo con estos chicos. “Me pareció asombroso que una tribu urbana rebrotase con esa distancia en el tiempo y en el espacio. Les propuse los retratos y aceptaron encantados”.

Phil Collins. 'Real society', 2002. 35mm proyección de diapositivas.Cortesía de Shady Lane Productions y Galería Moisés Pérez de Albéniz

La última pieza de la exposición tiene que ver con España y se puede ver ahora por primera vez. Real Society (2002) procede de una invitación de la Donostiako Arte Ekinbideak para producir una obra in situ. “En una ciudad tan cinematográfica como San Sebastián”, recuerda, “dejaron a mi disposición una suite del hotel María Cristina. La obra consistía en poner varios anuncios en prensa invitando a la gente a venir, desnudarse y posar para soltar el modelo que llevaban dentro. La reacción fue espectacular. Me habían dicho que los vascos eran tímidos. No fue así”. El desfile de hombres y mujeres, de edades variadas, es sorprendente y todos posan con la desenvoltura de los actores o modelos más experimentados”.

¿Se animará a seguir los pasos de su colega y compatriota Steve McQueen y se atreverá con un proyecto cinematográfico? Phil Collins solo responde que “a saber”, aunque da la impresión de que no lo descarta. Confiesa que le interesa mucho McQueen, un videoartista como él, que hace tiempo mutó en cineasta; pero el cine no parece estar entre sus proyectos más inmediatos.

Mucho más locuaz, en cambio, se muestra cuando se le pregunta sobre las ventajas e inconvenientes de compartir nombre y apellido con un músico y cantante como el también británico Phil Collins. “Es horrible. No me gusta. No me ha producido nada más que molestias. Simboliza lo peor del thatcherismo. Es un sándwich gris. Le detesto”.

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